El Señor de los Gallos. (Remembranza)

Hace muchos años, no recuerdo cuántos, caminaba del colegio rumbo a mi casa con mi amigo Nelson o mejor dicho, Nelsito, así le decíamos aunque él era el muchacho más alto que hasta entonces yo había conocido. Caminábamos tranquilos a un lado de la carretera cuando se detuvo un carro Ford Falcon de color verde, mi amigo apresuró el paso, yo lo seguí y nos montamos en la parte de atrás del carro.

El conductor se notaba que era un señor muy alto y era el papá de mi amigo, el Señor Nelson, fue la primera vez que lo vi y entendí la asignación de este diminutivo a mi amigo, Nelson padre, Nelsito hijo, su primogénito. Este señor nos miraba por el retrovisor y conversó un poco con su hijo preguntándole cómo le había ido en el colegio y sobre otras cosas, su voz era firme y seria, su personalidad infundía respeto y autoridad.

Al cabo de muy poco tiempo llegamos a la casa de mi amigo, nos bajamos del carro y pude observar la gran altura del señor que para mí parecía un gigante; subimos una pequeña escalera de concreto que daba al portón de la entrada a la casa, era la primera vez que lo visitaba, ésta casa tenía un patio muy amplio con muchas matas y parecía estar en lo más alto del vecindario, desde allí uno podía observar gran parte de los alrededores, los árboles y las casas aledañas incluyendo la mía y la de mis amigos, la vista era fabulosa. En el patio de esta casa se harían, en el futuro, inolvidables fiestas y emocionantes juegos de futbolito con sillas de hierro como arquerías.

El Señor Nelson entró en un callejón de la casa donde pude observar varias jaulas colocadas en forma vertical unas sobre las otras, luego el Sr. Nelson sacó de una de las jaulas un imponente gallo, lo tomó con sus grandes manos, lo alzó por encima de su frente y estirando el brazo lo observaba cuidadosamente moviéndolo de un lado a otro, esta ave era un gallo de pelea; él tenía en esas jaulas varios gallos y estos estaban descrestados y acicalados, el Sr. Nelson los preparaba para llevarlos a pelear en la gallera.

Con mi amigo y su papá yo aprendí un poquito de gallos: el elegante gallo cenizo, el ordinario maratobo, el gallo cubano, el gallo pinto, el gallo canagüey, el gallo giro, el gallo colorado; además pude observar el arte de montar las espuelas postizas en las patas de los gallos y una que otra cosa que ya no recuerdo. En aquellos tiempos también conocí una gallera, recuerdo que al entrar allí pude ver con asombro dos gallos en plena pelea saltando con sus coloradas plumas levantadas, lanzándose espolazos con sus finas patas como si fueran espadas filosas que herían sus cuerpos con cada zarpazo, parecía una pelea romana de gladiadores.

Recuerdo al gallo ganador de la pelea, y también como se erguía y levantaba su pico lleno de la sangre de su contrincante, luego estiró todo su cogote y movió sus alas, abrió el pico y tiró un vigoroso canto, no como el que hacen al amanecer, no, éste era un canto de victoria como si quisiera que todos lo escucharan, allí estaba el gallo en el centro de ese círculo de arena con circunferencia de cemento que lo separaba de los hombres, todos gritaban eufóricos y bebían del pico de las botellas de licor; unos festejaban el haber apostado al ganador y otros manifestaban desprecio por haber perdido.

Todo esto ocurría en un ambiente cargado y muy caluroso, allí estábamos nosotros y allí estaba el Sr. Nelson gritando junto a los demás, riendo y viviendo plenamente el goce de estas maravillosas experiencias. En nuestra cultura se le dice gallo a los hombres que tienen fuerza y coraje ante las situaciones difíciles, el Sr. Nelson gozó su vida, vivió sin miedos y con entusiasmo.

Él formó parte de mi infancia, juventud y madurez. Un hombre que amaba a su familia y a la vida; así lo recuerdo y lo recordaré siempre, él era un verdadero gallo de pelea ante las adversidades, él era el Señor de los gallos.

Fuente de la imagen: http://times24.info/mexique-on-compte-les-morts-lors-dun-combat-de-coqs/