El Gigante de la Luna

in #writing6 years ago (edited)

Los letargos cada vez eran más concurrentes. Los sueños eran cada vez más largos y mis latidos eran cada vez más rápidos.

Esta vez no me despertó una pesadilla como es usual, lo hizo un sonido estruendoso que retumbó en todo el fangoso y frío suelo. Los árboles secos se sacudieron y en las montañas resonó un eco monstruoso. Incluso la fogata que estaba frente mí se revoloteó golpeando mi rostro acostado sobre una piedra con un calor tenue y poco esperanzador.

Será... –dije por debajo.

Me levanté despacio evitando caerme, aún seguía un poco aturdido ya que había descansado luego de mucho tiempo caminando. Ha sido tanto que ya no recuerdo ni siquiera por qué emprendí este camino. Encontré a muchos viajeros con un cierto parecido a mí pero a su vez muy diferentes. Lamentablemente estos fueron engullidos por “eso”.

Nunca lo he visto pero muchos me han relatado sobre su aspecto. Es difícil no avizorar a la colosal criatura de apariencia espectral caminando por las grandes sabanas a lo lejos y tropezando con las montañas a su paso. Su piel era negra y todo lo que tocaba lo quemaba con unas llamas negras que parecían no extinguirse nunca, sus ojos eran grandes y de un color grisáceo que no paraban de mirarte si te avistaban caminando por donde sea que estuvieses.

-Es fascinante que solo le escuches cuando está muy cerca de ti. Con semejante tamaño deberías sentir sus pasos aún en lo lejos ja já. –dijo un joven que encontré en el recorrido poco antes de ser devorado por el monstruo. Muy simpático y amable. Cosa que me recordó el testimonio de una chica de más o menos mi edad que me acompañó por varios años en el viaje me dijo que El Gigante de la Luna –como solía llamarle –estaba completamente ciego. Pero desafortunadamente su tamaño le permitía alcanzar a quien fuese.

Otro paso, esta vez muy cerca. Casi pierdo el equilibrio pero me sostuve fuerte para no caer.

Una voz dentro de mi cabeza empezó a sonar.

-No… No lo lograrás.-decía una voz exactamente igual a la mía pero de alguna forma, sonaba más siniestra. Como si una parte malvada de mí se tratara.

-Detente. Hazlo. Tus pies cansados y tus hombros adoloridos te lo agradecerán. –Seguía diciendo.

Hacía calor. Mucho calor.

Todo pasó de estar gris a estar oscuro de repente, el leve rocío de lluvia que estaba cayendo se evaporaba con rapidez antes de caer al suelo. Mi cabeza empezó a doler y siguiente, otro golpe al suelo.

Algo enorme se acercaba así que me dispuse a continuar mi empresa sin nombre adentrándome en un bosque. Nunca había entendido por qué la criatura nos perseguía, quizás por hambre, quizás por diversión, estaba muy cerca detrás de mí y por instinto empecé a correr. Corría cada vez más rápido y de igual forma los pasos se escuchaban todavía más fuertes, cada vez más seguidos.

No sabía hacia donde me dirigía, solo quería alejarme de las voces y el calor de la criatura. Mi respiración era todavía más rápida, mis latidos parecían estar a punto de perforar mi pecho y de repente…Caí.

Caí justo al llegar a una piedra alta que daba a un vacío profundo que estaba cubierto por una niebla densa. No sentí dolor, ni siquiera al golpearme con la piedra dejando caer mi pesado equipaje. Solo sentía las llamas abrazadoras a mí alrededor quemando mi piel poco a poco cuando de repente los pasos dejaron de escucharse. La criatura se erigió del vacío, imponente e inerte.

Atónito visualicé cada parte de ella y resulta que las descripciones eran correctas. No tenía piel pero si lo cubría un manto negro que parecían llamaradas, tenía la forma de un hombre pero sus brazos eran mucho más largos y sus manos tenían garras como dedos. No tenía boca y sus ojos si eran grises. Sin iris y estáticos, como si no tuviesen más utilidad que reflejarlo todo.

-No. Para por favor. –dije arrodillado.
La criatura en mi cabeza resonó y respondió.
-No camines más. Deja que te abrace. Tu peso…Tu peso se irá. Lo prometo.

No sabía por qué caminábamos, solo lo hacíamos. Con grandes equipajes con muchas cosas que íbamos recogiendo de camino y que no servían para nada. Mis lágrimas cayeron con mucho pesar y dolor mientras empujaba el bolso por el vacío. Solo quería que las voces se acallaran. Nunca comprendí por qué emprendí ese viaje, pero comprendí por qué debía terminar.

La criatura se acercó lentamente a la piedra donde me posaba y sus garras me cubrieron por completo. El calor, se detuvo. Todo se volvió negro y de repente, nada.

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