Palmira

Las ráfagas de viento movían de un lado a otro a mi cometa, que por ser tan ligera no podía
ascender a las alturas.Los vientos de las montañas tórridas la desplazaban de forma brusca.
y yo, con un peso no mayor a los 55 kilogramos la ayudaba a emprender su vuelo corriendo
por la falda de una ladera. Después de tantos intentos el viento se compadeció de nuestra
inexperiencia y lanzó un soplo prolongado. la cometa danzaba por los vientos y junto con ella
me iba elevando yo, mis pies se despedían del suelo como el despegue de una paloma que
agita sus alas en la plaza de la ciudad. Me aferré del pabilo y la cometa me sujetó a mí.
Entonces me dijo No temas amigo mío te daré otra visión del mundo. A decir verdad eramos
la combinación perfecta pues aunque la cometa era frágil y pequeña mi peso la ayudaba a
equilibrar el vuelo.

La experiencia era inefable ya que íbamos sin dirección alguna, la gente nos señalaba desde
las ventanas de sus casas . Esta un tanto vanidosa se exhibía por los cielos con su cola hecha
de trapo. Rocé con la mano los algodones de azúcar que se formaban en los espejos del cielo
con divertidas figuras, y hasta intentamos seguir una parvada de aves que salpicaban los
cielos,quisimos llegar al final de un arco iris que despuntaba de una montaña a otra. la
cometa platicaba de duendes y de ollas de oro. Y yo de algún cuento de la colección de
Garmendia. Cuando cavilé en la postura ya no imaginé la belleza programada de las revistas,
mis ojos que solo observaban lo superficial contemplaron esa pequeña extensión de tierra,ese
terruño que con júbilo me arrulla en sus brazos , ese lugar cuyo nombre es Palmira, con aroma
a mañana fresca, con brisa en las tardes, y artesanía en las calles.

De pronto el viento como por jugarnos una treta soplaba de manera intermitente.Acto seguido,
empezamos a descender de golpe. La sensación era apabullante pues por instantes nos
extraviamos entre copas de los pinos que decoraban el firmamento, la cometa hecha toda
una experta en las cuestiones de vuelo aprovechó las pocas corrientes de aire que suspiraban
en el ambiente. Me sentí en vilo por un instante gritando con euforia creyendo que iba a morir,
la cometa maltrecha y con los frenillos rotos dando el sollozo final me aconsejó que la tomara
de la cola, aterrizando en una calle de Palmira con raspones leves y el corazón acelerado
comprendí por unos segundos que la evasión desarticuló la realidad .

                                    Un alumno de la Universidad de los Andes - Táchira 
                                      de la carrera Español y Literatura J- Guerrero .