Mi historia comienza en un pequeño café llamado “La Tacita”, que se encontraba frente a la Plaza Mayor de la ciudad. El establecimiento había pertenecido al padre de Peter, siempre fue un rinconcito muy cálido donde los clientes acostumbraban detenerse camino al trabajo para tomar una taza de café. Con su estilo bohemio y pacífico, los clientes disfrutaban de una taza de café de una manera más relajada alejados del bullicio del mundo exterior. Después de fallecer su padre, Peter se prometió mantener en funcionamiento el local.

Sin embargo, los tiempos habían cambiado. Una gran franquicia corporativa de café, se había establecido en la Plaza Mayor, con el slogan de “más rápido”, “más grandes” y un millón de sabores. Junto a la nueva tendencia donde la “prisa” era el nuevo estilo de vida, hacían que el viejo concepto de tomarse el tiempo para tomar una taza de café quedara en el pasado.

Las ganancias comenzaron a decaer, pero Peter no deseaba cambiar el concepto de lugar que había creado su padre.

No obstante, Peter modernizó la decoración del local, para adaptarlo a las nuevas tendencias sin cambiar el estilo bohemio del establecimiento. Pero, ni aun así, podía competir con el deseo creciente de tomarse un café en una franquicia extranjera, que tenían los clientes.

Pero el universo siempre conspira para que alcancemos nuestros sueños. El papa de Peter le decía que rezara a Dios y a la Señora Fátima cuando se encontrara en problemas. Por lo que, se dispuso a rezar por un milagro a la imagen de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, que tenía su padre en la oficina.

"Nunca se sabe", se dijo a sí mismo.

Una tarde, entró de repente un señora, que por como vestía, se notaba que era de clase alta. Tenía uno de esos teléfonos móviles de última generación. Estaba molesta porque se había roto el tacón de su zapato. Inmediatamente Peter, como todo un caballero, corrió a atenderla, diciéndole:

“Póngase cómoda, ya le traigo el menú. Conozco un buen zapatero amigo mío, que en un segundo le arreglará el tacón de su zapato”

Ella, con cara de pocos amigos y con una expresión altanera, respondió:

“No será necesario, pronto vendrá mi chofer con un nuevo par de zapatos”

Se quitó los zapatos y con gesto un poco despreciativo, se los entregó a Peter, mientras decía:

“Arrójelos a la basura”.

Los zapatos se veían como nuevos, Peter obviamente no los arrojó al cesto.

Mientras regresaba al mostrador a buscar el menú para la señora, su amigo Mike se le acercó emocionado, para comentarle:

“Sabes quién es ella?”

Y Peter respondió: “Ni idea”

“Ella es Madame Cristina Chamberlein!”, respondió Mike, tratando de ocultar la emoción de ver una estrella en el local.

Al ver que Peter, seguía sin entender, Mike, exasperado, explicó:

“Es una oportunidad en un millón! Ella es muy famosa, publica en ‘La cuisine’, una página web muy famosa sobre establecimientos de comida y gastronomía. No lo ves? Si la sorprendemos con la mejor atención y el café que hayas hecho, impulsaríamos al ‘La Tacita’ a las nubes!”

Mike, era el cocinero que hacía los dulces del local, horneaba cupcakes, donuts, bagels, roles de canela y muchas otras esquiciteses que acompañaban al café que servían en el lugar.

Peter puso su mejor sonrisa y se acercó a la señora, comentándole:

“Mientras espera, puede disfrutar de un café y un postre.”

Ella aun molesta, lo miró de arriba abajo y tras un instante, finalmente decidió a tomar el menú, al darse cuenta que un mensaje en el móvil indicaba que tardarían 15 minutos en llevarle un nuevo par de zapatos.

Le echó una ojeada y respondió a Peter:

“Sorpréndeme”

Con un ademan de agradecimiento tomó de nuevo el menú y se retiró hacia la cocina:

Mike, saltando de entusiasmo, le preguntó: “Que te dijo? Que te dijo?”

“Sorpréndeme”, respondió Peter.

Mike se puso a sudar. Secando su sudor de la frente, le dijo a Peter:

“Haz tu mejor esfuerzo, yo me encargo del postre”

Peter, como de costumbre y de la manera que le había enseñado su padre procedió a hacer su café, mientras Mike saltaba de un lado a otro en la cocina haciendo su obra de arte.

De pronto, comenzó a llenarse el local a personas admiradoras del personaje que había entrado al café.

“Tomen asiento, ya los atiendo”. Le dijo Peter a los nuevos clientes.

Estas personas no estaban preocupadas por tomar café, habían venido a venerar las acciones de la estrella que estaba sentada en el local.

Mike, tomó una bandeja y colocó su mejor postre, recién hecho, en ella.

“Llévale el café junto a este postre y reza por que le guste”, le dijo Mike.

Antes de ir a llevar el pedido de la señora. Peter, le echó una mirada a Mike y a la imagen de la Virgen, oculta a lo lejos

“Aquí tiene la especialidad de la casa, que lo disfrute”, añadió Peter con una sonrisa.

Ella sin prestarle atención, le hizo señas para que se retirara mientras conversaba por teléfono.

Peter y Mike, estaban atentos a los movimientos de la madame.

Por fin terminó de conversar por teléfono y se dispuso a tomar la taza de café.

Mike y Peter, contenían la respiración en espera de la aprobación.

Sin embargo, distraída por el sonido de la puerta del local, soltó la taza de café al ver que el chofer había traído los zapatos.

Peter y Mike suspiraron, volviendo a respirar resignados.

Los otros comensales, estaban hipnotizados por la escena. Esperando el veredicto.

Discutió con el chofer sobre los zapatos, ya que no eran los que ella deseaba y le ordenó traer otro par más. El chofer el indicó que en el auto habían 4 pares más y que se los traería en un santiamén.

Cuando el chofer se retiró, la madame tomó la taza de café.

Peter y Mike no quitaban sus ojos de la mujer.

Pero, en el momento que se llevaba la taza a sus labios, sonó de nuevo el teléfono. Le echó una mirada de desaprobación a la pantalla y de nuevo soltó la taza de café.

Mike estaba que se desmayaba. Se limpió el sudor de la frente.

“Olvídala Mike” dijo Peter

“Atendamos a los otros clientes” añadió

Pero Mike le recordó: “Estas loco, nadie se ha movido de su asiento esperando el veredicto de la señora”

Por fin, el chofer regresó y luego de seleccionar el par de zapatos que ella apreciaba, con una seña de aprobación el chofer retiró los otros zapatos.

Ella se puso sus zapatos. Y se levantó de la mesa.

Mike se le iban a salir los ojos de sus orbitas de la desesperación

“Bruja! Bebe el café, EL CAFÉ!” gritaba silenciosamente Mike, apretando sus dientes.

El chofer, al darse cuenta de la situación, señaló a la madame con sus ojos hacia la taza de café.

Suspiró resignada y se volvió a sentar, tomando la taza entre sus manos.

Peter, aliviado de que no se hubiese marchado, volvió a quedarse paralizado.

Ella se detuvo un momento, para apreciar el diseño del corazón dibujado sobre la espuma del café.

Mike estaba que moría, no se escuchaba ni una mosca en el lugar.

Finalmente, bebió el café. Se levantó de la silla, les dio la espalda y antes de dirigirse a la salida, le dijo al chofer:

“Paga la cuenta”

Y se fue del local.

Peter y Mike, quedaron como estatuas…

Mike se puso sus dos manos sobre su cabeza, abrumado.

EL chofer coloco unos billetes sobre la mesa y les dirigió una mirada hacia Peter y Mike

De pronto sonrió y subió ambos pulgares, en seña de aprobación antes de marcharse.

Mike subió ambos brazos hacia el cielo y gritó de alegría: “YEEEEEESSS”

Cosa que sacó del trance a Peter y a los demás clientes que se encontraban hipnotizados por el momento.

De pronto, todos los demás clientes comenzaron a solicitar una taza de café.

Al día siguiente, en la mañana "La tacita" estaba ful de gente.

Mike llegó eufórico al local, mostrándole a Peter un artículo sobre “La Tacita”, que había escrito esa noche, la madame. Donde afirmaba lo característico del café que se servía en el local, tanto para la vista como para el gusto, era un deleite. Y lo atento y colaborador que era el personal que laboraba en el establecimiento.

Sonriendo para sí mismo, un solo pensamiento llenó la mente de Peter,

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