Verano de nostalgias (Prosa literaria).
Tal vez quedó allí, en el papel, en las ilusiones o el desencanto, no sabría decirlo, fue un destello que llegó como un torbellino, desordenó los archivos de mi vida y luego se marchó como si nada. Una tarde de verano, en medio del sopor de una ciudad llena de luces y de sombras, todas actuando a la vez, llegaron todas esas ideas absurdas a mi mente, una mezcla de sorpresa y aturdimiento por la idea que sobrevolaba mi cabeza como las aves quieren salir de una trampa casera de esas que parecen una jaula sencilla.
Y seguían en su incesante movimiento fascinando mis neuronas y alborotando mi banco de memoria cerebral, tratando de evocar aquellos momentos de mi vida cuando todo era sencillo y se veía todo tan claro y hermoso: la niñez, época de ilusión y de sueños vaporosos que inundan la habitación mientras se oye quizás una melodía de moda. Suspiros iban y venían tratando de hacer explotar las ganas que de vivir.
Fue una voz, un eco, o tal vez un susurro, como la brisa acariciando mis oídos mientras pensaba de nuevo en ese proyecto tan repentino que llegó a mi mente. Volver a mi pueblo, el lugar donde crecí y pude observar los primeros amaneceres, donde, soñando ser un gran aventurero me subía a los árboles frutales para conquistar la fruta mas exquisita y madura de todo el vecindario y llevarla con mucho amor a mi madre y a mi padre, no tuve hermanos, es la verdad, así que éramos un gran conjunto de tres, un trío de locos aventureros, porque en lo que sus quehaceres los dejaban, solíamos pasear a cualquier lugar cercano a ese pueblo de mis recuerdos.
Mi padre tenía un hermoso vehículo escarabajo, adquirido nuevo de paquete, era después de mí, su mas grande posesión y orgullo, se afanaba tanto en atenderme como en cuidar a su tesoro mecánico, era un placer verlo afanado cambiando bujías, el aceite o tal vez maldiciendo malhumorado algún desperfecto mecánico del pequeño vehículo. Debo decir la verdad, nunca me gustó el trabajo mecánico, prefería ver esos episodios como si viera una obra de teatro pero quedaron plasmados en mi mente como hubiese sido el mismísimo día de ayer.
También recuerdo con una alegría inocultable, a mi madre haciendo algún pastel para disfrutarlo en las tardes, o saliendo con ella a la panadería mas cercana, una excursión casi diaria pero de la que aun recuerdo incluso el olor del pan recién horneado y la algarabía de gente pidiendo el suyo en la barra como si fuese el último bollo de pan de la tierra, una fuerza inexpugnable de gritos y tropiezos porque era el mas exquisito de la zona, puedo recordarla también llevándome a la escuela, con su cara de ilusión y yo vestido de anhelos por un futuro que no fue igual al que soñaba, ni ella ni yo.
Pero aun con diferencias y variaciones, fue un tiempo feliz, placentero, lleno de trabajo , esfuerzo y tambien de satisfacciones, resumiendo, fue un tiempo de amor.
En fin, regresé al lugar, cargado de expectativas y buscando sentir las mismas cosas, en vano hurgué en mis recuerdos de sentimientos y soledades, fue infructuoso hallar aquello que se anclaba en el alma pero que el paso del tiempo dejó lapidado en algún rincón de mi mundo.
Casas abandonadas, otros rostros completamente distintos, otros aromas, nuevas tiendas, mientras que aquellas que yo recordaba ya no existían, tal vez lo único parecido era la silueta de sus montañas y algunos árboles siguen sempiternos retando al tiempo y ofreciendo sus frutos a nuevos niños pero no se ve en ellos el ímpetu de mi generación, hay otros intereses y otras maneras de ver la vida, es cierto, pero que bonito sería ver ese brillo en sus ojos, esas ganas de conquistar anhelos y ser aventureros como yo lo fui.
Inexorable es el maestro Cronos, dios y verdugo a la vez, pero siento que la vanidad de los nuevos tiempos ha consumido el furor por la existencia, el placer de las cosas sencillas pero divinas, los nuevos niños cruzan veredas a nuevos deseos y metas y los nuevos padres los miran con desinterés y tan solo algunos militan en el antiguo estilo de ser los compañeros de conquistas de los pequeños para hacer de su terruño un recuerdo que jamás olvidarán. La nostalgia perdura y creo que nunca me abandonará luego de este verano...
Imágenes de dominio público, licencia CC0 de Creative Commons.
Autor del texto: Alex Díaz @humoalex
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