¡LA PUÑALADA!

in #venezuela6 years ago


FUENTE

No sé porqué en estos días estuve recordando bastante a un sitio de comida buena y barata que conocí en la pintoresca población de Agua Blanca, municipio Araure, estado Portuguesa, Venezuela, a comienzo de los sesenta. Ubicada a orilla de un camino solariego. La mujer que la regentaba se llamaba sencillamente “Fidelina”. Posiblemente vecina del pueblito araureño.
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Tenía ella una venta de empanadas frente a un campamento de trabajadores bajo la sombra de una mata de mango, camino a Tocuyano y vendía tanto su producto que prácticamente no se daba abasto. Las empanadas tenían el valor de un bolívar con cincuenta céntimos (1.50) grandes y abombaditas y con diferentes rellenos (carne, pollo, riñonada, chiguire, queso de mano, mixtas, como el cliente la exigiera). Aún cuando alguien las encontraba cara, la mayoría buscaba para casa de Fidelina.

Yo, como me la hecho de indagador de las cosas sencillas y testigo de otras de la vida se me ocurrió preguntarle a la doña; cuál era el secreto y el nombre de aquel puesto de comida, a lo que ella me respondió que, como podía observar se trata de un pobre ventorrillo que no necesita propaganda y menos bautizarlo con un nombre.

Pero como nunca faltan las cosas casuales en la vida, entre aquel grupo de comensales llegaba siempre un joven experto en operar Caterpillar, caraqueño, guasón, que tenía el sobrenombre de “Superloco”; muy echador de broma, parecía un niño eterno. Iba todos los días a comer, aunque contrariado y rezongón. Casi siempre que llegaba tenía la costumbre de hartarse cuatro empanadas, un vaso de jugo y un café. Todo el mundo sabía de la sarcástica actitud cuando el caraqueño le tocaba pedir la cuenta de lo consumido:

--¡Dame Fidelina, la puñalada!

--¡Son seis bolívares y cincuenta céntimos! Le respondía la catira

Lo que quería contar es que una mañana que yo iba para el pueblo, me paro en la venta de comida, y vi un aviso que relumbraba con el sol en el patio, una inscripción en letras grandotas donde se leía el nombre de la venta de empanadas:

¡LA PUÑALADA!

Hoy amanecí recordando la buena sazón de la comida de Fidelina y las diabluras de “Superloco”, y con un gesto nostálgico por el gran valor que poseía nuestra antiguo signo monetario; rememorando aquel día que me atreví preguntarle a la noble mujer por el nombre de su negocio y ella me contestó que aun no lo tenía.

La Villa de San Luis de Cura, Aragua, Venezuela, agosto de 2018

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Que hermoso relato. Cada venezolano, lleva consigo tantas anecdotas en su vida en esta tierra. Me gusto, gracias por compartirla.

Me siento satisfecho y agrdecido con las visitas y los comentarios

Ja,ja,ja, acá no sólo las personas ¡Hasta los comercios se ganan sus sobrenombres, jajaja. Muy simpática crónica, @oscaroef, gracias por compartirla.

oriagny me complace mucho tu participación. Agradecido

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Muchas gracias por compartir tanto a drotto
igualmente a @milagrosmaria

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