No te hablo de mi, mejor te cuento mi historia.

Todo comenzó con una decisión muy fantasiosa. Recuerdo que tenía y tengo (actualmente), tantas ganas de conocer el mundo, infinitos sueños, millones de aventuras programadas en mi cabeza... pero también tengo este país, mi tierra que amo tanto que duele en los huesos y lo que me ofrece en este momento, por millones de razones que seguramente ya ustedes saben pero si aún no se enteran, con mucho gusto iré contando por acá, muy pocas alternativas que no me hubiesen podido permitir viajar, muchísimo menos cumplir una que otra meta que me establecí, muy a pesar de haber vivido más de la mitad de mi vida en un régimen dictador y vaya que es difícil establecerse metas y no cambiarlas con el paso del tiempo en una nación donde los cambios son el pan de cada día, y hablo de "cambios" negativos.
No se muy bien el día que tome la decisión, realmente no creo que hubo un día como tal para ello, más bien una situación llevó a la otra, el no conseguir no sólo alimentos, sino cualquier cosa indispensable para la vida cotidiana, aburrirme constantemente con los mismos trabajos, atender aquí o ganar dinero fácil revendiendo cualquier cosa, que no llevaban sino solo a un camino el "conformismo".

Oh! Que de mala educación, disculpen que no me he presentado, pero es que así soy yo, no espero ni que la arepa este cocida para echarle la mantequilla, apresurada y fastidiosa desde el 30 de julio de 1990, yo me llamo Andrea Silva, y si, por supuesto que soy venezolana y quiero contarte cómo me fui de mi país, ese que huele a café guayoyo por las mañanas, el de las ciruelas en mayo, el del chiste por todo, pa' la playa los domingos o donde beber un lunes es tan normal como comprarte las espadas de camino pa'l trabajo, donde las cosas son al revés, esa tierra que seguramente si hubieses llegado hace muchos años atrás no hubiera dejado jamás o por lo menos eso me contaron.
Madre mía! Que viaje más largo. No es que salí de mi casa a ponerme a vivir en Carupano, un pueblo chiquitico del oriente venezolano, no, me vine a la gran Europa, 9 horas en un vuelo que hizo escala en Bogotá, aterrice en el aeropuerto de Barajas y luego hice un viaje en bus de 8 horas hasta La Coruña, de ahí me fui a un poco más al noreste, unos 25 minutos, y llegue a Ferrol, una ciudad con unos 90.000 habitantes, gallegos hasta más no poder.
¿Qué como me fue en inmigración? Bueno, al contrario de lo que todos me decían, no tuve problema alguno, pero te voy a contar mi experiencia en cada uno de los puntos de control por los que pasé, en Venezuela, la chica que me recibe las maletas, me pregunto qué si yo tenía una reserva de hotel y carta de invitación, yo tenia ambas cosas pero justo antes de sacarle lo que me pidió me dijo: ah ok, bueno no importa. En Bogotá estábamos caminando por el aeropuerto El Dorado y nos paro una policía y nos preguntó que a donde íbamos y que cuanta plata llevaba, solo eso, marcó unos números en un celular súper viejo que tenía y sin problemas nos dijo "buen viaje". En España, se me aceleró el pulso, cabe destacar que tengo una amiga que se fue del país, a Portugal por cierto y la pobre estaba tan abrumada de los cuentos que escuchaba de las personas que las devolvían en inmigración, que se dedicó a asustarme hasta el último día de mi ida del país. Cuando éramos los primeros en la fila de inmigración, el señor detrás de la ventanilla me dijo: ¿qué vienes a hacer a España? A pasear, respondí, levantó su mirada me pego los ojos fijos como si buscara alguna otra respuesta y lo siguiente que dijo fue "¿Y cómo está Maduro?" Al mismo tiempo que sellaba los pasaportes, Ya supe que "me lo había metido en un bolsillo", típica frase venezolana que significa que te ganaste a una persona, dimos tres pasos y le dije a mi novio "ya de España no me saca nadie (jajajaja)". En ese momento no sabía lo mucho que iba a extrañar a mi querida Venezuela.!!!
Continuará...