HACIA EL DESARROLLO SUSTENTABLE DE VENEZUELA
¿Qué es el desarrollo sustentable? El origen del concepto “desarrollo sustentable” fue utilizado por primera vez por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1979, luego de un intenso debate acerca del modelo a seguir por los países signatarios, siendo votado por unanimidad, incluida Venezuela.
El desarrollo sustentable es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
Según Moacir Gadotti (2008), el desarrollo sustentable “va más allá de la preservación de los recursos naturales y de la viabilidad de un desarrollo sin agresión al medio ambiente. Implica un equilibrio del ser humano con él mismo y con el planeta, más aún, con el universo”.
El constituyente, inspirado en tal premisa, acogió en 1999, el modelo de desarrollo sustentable, quedando plasmado en la Constitución vigente, que mayoritariamente votamos los venezolanos, motivados en buena medida por las rebosantes promesas de un “equilibrio ecológico y la protección de los bienes jurídicos ambientales como patrimonio irrenunciable de la humanidad”. (Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).
Luego de casi dos décadas de vigencia, es evidente la falta de visión y la incompatibilidad ideológica de quienes nos gobiernan respecto del modelo ofertado, por lo que no dudo en llamar al presente ciclo, un accidente histórico, la más grande frustración que nuestra generación haya vivido.
El constituyente, inspirado, estableció: “Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en beneficio de sí misma y del mundo futuro” (Art. 127 CRBV). Ante el rotundo fracaso, primero del principal precursor y promotor de nuestra Carta Magna, Hugo Chávez, y luego de su sucesor, Nicolás Maduro, en la no materialización del modelo de desarrollo sustentable.
El desarrollo sustentable sólo es compatible con la instauración del nuevo paradigma Policrático, de respeto a toda forma de vida en la sociedad, puesto que solo en liberad y en armonía con la naturaleza el hombre es capaz de desarrollar a plenitud sus potencialidades. Debemos entonces esforzarnos por formar en el presente a la actual generación en la nueva cultura del desarrollo sustentable.
Todo modelo o sistema requiere de una cultura, la cual debe ser enseñada y aprendida de manera práctica, toda vez que representaría el puente hacia el nuevo paradigma. Desde la perspectiva sociológica, seguiré trabajando en el titánico reto de crear una nueva cultura, la cultura de la sustentabilidad, que implica el surgimiento de un nuevo pacto social, para erradicar la pobreza y policratizar plenamente la vida en la sociedad, para lo cual se requiere voluntad política y empoderamiento social, en este sagrado compromiso dedicaré el resto de mi vida.
La sabiduría de todo un pueblo siempre es mayor que la sabiduría del individuo o del grupo. Los pocos pueden ser más sutiles, más ágiles mentalmente, más ingeniosos; pueden por un momento ponerse al frente y precipitarse en la marcha; en algunas ocasiones y por algún tiempo pueden atraernos hacia la senda errónea en el cruce de caminos. De eso somos testigos de excepción en Venezuela.
Pero la masa que se mueve lentamente y que medita en lo que va a hacer, marcha a través de los años por la senda marcada desde lo alto. Cuando se desvía, lenta y trabajosamente vuelve al camino recto, no importa el esfuerzo o el sacrificio que deba hacer por lograrlo; y al iniciar el retorno, aplasta todo lo que se le interponga en la senda. Un digno ejemplo de ello lo constituye el pueblo chileno.
Así ha marchado la humanidad a través de los tiempos. Cuando la sociedad en su conjunto decide un rumbo a seguir, se transforma en un río caudaloso imposible de contener con barreras ni murallas.
En Venezuela, estamos en el umbral de grandes acontecimientos, en los que la sociedad civil independiente, probados como han sido casi todos los modos pacíficos y constitucionales para resolver la más grande crisis de legitimidad y gobernabilidad por la que hayamos atravesado desde que somos República, tenemos la oportunidad de hacer sentir nuestra voz, para intentar evitar lo que pareciera inevitable.
“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos” (Art. 350 CRBV).
“Esta Constitución (1999) no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (Art. 333 CRBV).
Si había que dar una señal a todos nuestros conciudadanos y al mundo entero, muy pendiente de nuestras decisiones, ¡este es el momento! El momento es ahora o nunca, de iniciar el último y más espinoso de los trayectos, pero será el definitivo, el que nos conducirá de nuevo a la concordia entre hermanos venezolanos, sin las distinciones oprobiosas en las que nos han dividido las ideologías inútiles, que tan poco han hecho por nuestro bienestar temporal y espiritual.
No podemos delegar ya nuestro poder y fuerza como sociedad civil independiente a un reducido y minoritario grupo, que si acaso llegará a un escaso 10% de aceptación por parte de los electores venezolanos inscritos en el Registro Electoral Permanente, que ya supera los veinte millones, tal como queda en evidencia en las jornadas de validación de los partidos políticos convocadas por el Consejo Nacional Electoral, en contubernio con el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, con doble propósito: deslegitimar aún más la poca credibilidad de los electores en los partidos políticos al no contar con suficiente apoyo y encontrar argumentos para eliminar a los que consideren como piedra de tropiezo de los oscuros intereses de la revolución, dejando solo aquellos que no representarían ningún peligro ante las pretensiones del régimen de perpetuarse en el poder mediante el fraude electoral. Ya conocemos el ardid y la estratagema.
¡Llegó la hora de la verdad! La hora de la organización, la capacitación y la activación de toda la Sociedad Civil Independiente, de entre ella, estoy seguro, saldrá el nuevo liderazgo que Venezuela requiere y necesita con urgencia para superar este difícil momento, Dios guiará nuestros firmes pasos hacia la victoria definitiva si hacemos lo correcto.
A la sociedad política representada en los partidos políticos les extenderemos nuestra mano para que se sumen a nuestra causa, que también es la de ellos. No es el tiempo de contiendas estériles, ni personalismos egocentristas, es el tiempo de la grandeza, de anteponer intereses personales y grupales al interés nacional. ¡Es la hora de Venezuela! Es la mejor oportunidad que tenemos de materializar el modelo de desarrollo sustentable, cuyo proyecto de país ya fue plasmado por el constituyente de 1999, el cual comparto y constituye a la vez mi propio proyecto de desarrollo para mi gran país, el mejor país del mundo. Es lo que me motiva a seguir estudiando y activando la organización y la formación de una nueva cultura ciudadana ()
El desarrollo sustentable es aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
Según Moacir Gadotti (2008), el desarrollo sustentable “va más allá de la preservación de los recursos naturales y de la viabilidad de un desarrollo sin agresión al medio ambiente. Implica un equilibrio del ser humano con él mismo y con el planeta, más aún, con el universo”.
El constituyente, inspirado en tal premisa, acogió en 1999, el modelo de desarrollo sustentable, quedando plasmado en la Constitución vigente, que mayoritariamente votamos los venezolanos, motivados en buena medida por las rebosantes promesas de un “equilibrio ecológico y la protección de los bienes jurídicos ambientales como patrimonio irrenunciable de la humanidad”. (Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).
Luego de casi dos décadas de vigencia, es evidente la falta de visión y la incompatibilidad ideológica de quienes nos gobiernan respecto del modelo ofertado, por lo que no dudo en llamar al presente ciclo, un accidente histórico, la más grande frustración que nuestra generación haya vivido.
El constituyente, inspirado, estableció: “Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en beneficio de sí misma y del mundo futuro” (Art. 127 CRBV). Ante el rotundo fracaso, primero del principal precursor y promotor de nuestra Carta Magna, Hugo Chávez, y luego de su sucesor, Nicolás Maduro, en la no materialización del modelo de desarrollo sustentable.
El desarrollo sustentable sólo es compatible con la instauración del nuevo paradigma Policrático, de respeto a toda forma de vida en la sociedad, puesto que solo en liberad y en armonía con la naturaleza el hombre es capaz de desarrollar a plenitud sus potencialidades. Debemos entonces esforzarnos por formar en el presente a la actual generación en la nueva cultura del desarrollo sustentable.
Todo modelo o sistema requiere de una cultura, la cual debe ser enseñada y aprendida de manera práctica, toda vez que representaría el puente hacia el nuevo paradigma. Desde la perspectiva sociológica, seguiré trabajando en el titánico reto de crear una nueva cultura, la cultura de la sustentabilidad, que implica el surgimiento de un nuevo pacto social, para erradicar la pobreza y policratizar plenamente la vida en la sociedad, para lo cual se requiere voluntad política y empoderamiento social, en este sagrado compromiso dedicaré el resto de mi vida.
La sabiduría de todo un pueblo siempre es mayor que la sabiduría del individuo o del grupo. Los pocos pueden ser más sutiles, más ágiles mentalmente, más ingeniosos; pueden por un momento ponerse al frente y precipitarse en la marcha; en algunas ocasiones y por algún tiempo pueden atraernos hacia la senda errónea en el cruce de caminos. De eso somos testigos de excepción en Venezuela.
Pero la masa que se mueve lentamente y que medita en lo que va a hacer, marcha a través de los años por la senda marcada desde lo alto. Cuando se desvía, lenta y trabajosamente vuelve al camino recto, no importa el esfuerzo o el sacrificio que deba hacer por lograrlo; y al iniciar el retorno, aplasta todo lo que se le interponga en la senda. Un digno ejemplo de ello lo constituye el pueblo chileno.
Así ha marchado la humanidad a través de los tiempos. Cuando la sociedad en su conjunto decide un rumbo a seguir, se transforma en un río caudaloso imposible de contener con barreras ni murallas.
En Venezuela, estamos en el umbral de grandes acontecimientos, en los que la sociedad civil independiente, probados como han sido casi todos los modos pacíficos y constitucionales para resolver la más grande crisis de legitimidad y gobernabilidad por la que hayamos atravesado desde que somos República, tenemos la oportunidad de hacer sentir nuestra voz, para intentar evitar lo que pareciera inevitable.
“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos” (Art. 350 CRBV).
“Esta Constitución (1999) no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (Art. 333 CRBV).
Si había que dar una señal a todos nuestros conciudadanos y al mundo entero, muy pendiente de nuestras decisiones, ¡este es el momento! El momento es ahora o nunca, de iniciar el último y más espinoso de los trayectos, pero será el definitivo, el que nos conducirá de nuevo a la concordia entre hermanos venezolanos, sin las distinciones oprobiosas en las que nos han dividido las ideologías inútiles, que tan poco han hecho por nuestro bienestar temporal y espiritual.
No podemos delegar ya nuestro poder y fuerza como sociedad civil independiente a un reducido y minoritario grupo, que si acaso llegará a un escaso 10% de aceptación por parte de los electores venezolanos inscritos en el Registro Electoral Permanente, que ya supera los veinte millones, tal como queda en evidencia en las jornadas de validación de los partidos políticos convocadas por el Consejo Nacional Electoral, en contubernio con el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, con doble propósito: deslegitimar aún más la poca credibilidad de los electores en los partidos políticos al no contar con suficiente apoyo y encontrar argumentos para eliminar a los que consideren como piedra de tropiezo de los oscuros intereses de la revolución, dejando solo aquellos que no representarían ningún peligro ante las pretensiones del régimen de perpetuarse en el poder mediante el fraude electoral. Ya conocemos el ardid y la estratagema.
¡Llegó la hora de la verdad! La hora de la organización, la capacitación y la activación de toda la Sociedad Civil Independiente, de entre ella, estoy seguro, saldrá el nuevo liderazgo que Venezuela requiere y necesita con urgencia para superar este difícil momento, Dios guiará nuestros firmes pasos hacia la victoria definitiva si hacemos lo correcto.
A la sociedad política representada en los partidos políticos les extenderemos nuestra mano para que se sumen a nuestra causa, que también es la de ellos. No es el tiempo de contiendas estériles, ni personalismos egocentristas, es el tiempo de la grandeza, de anteponer intereses personales y grupales al interés nacional. ¡Es la hora de Venezuela! Es la mejor oportunidad que tenemos de materializar el modelo de desarrollo sustentable, cuyo proyecto de país ya fue plasmado por el constituyente de 1999, el cual comparto y constituye a la vez mi propio proyecto de desarrollo para mi gran país, el mejor país del mundo. Es lo que me motiva a seguir estudiando y activando la organización y la formación de una nueva cultura ciudadana ()
Excelente