Antes de sentarme a dibujar así a lo loco, tuve que ponerme a estudiar engranajes, es decir, de qué tamaño son, cuántos dientes tienen y cuál es su posición en relación con los demás del sistema al que pertenecen.

Al momento de organizar cada pieza según su utilidad, me di cuenta que debía modificar el tamaño de la caja musical que tenía en mente. La decoración sería la misma, sólo que en mayores proporciones.

Según un artículo que descargué en la red, no importa la orientación de la cinta, si se hacen los hoyos correctamente. La caja para la que fue hecha la cinta la reproducirá en la dirección que sea.

Las canciones que en la cinta perforada tienen que pertenecer a una caja determinada. Por ejemplo, una canción muy conocida Au Clare de la Lune, tiene una caja a la que pertenece debido a que la cinta tiene unas perforaciones para que suene justo en la caja correcta. Lo mismo aplica para cada canción que se desee reproducir. Cada serie de cajas debe venir con un grupo de canciones que no pueden ser reproducidas en ninguna otra. Además, las cajas son bautizadas con nombres de lugares, personas y objetos que ya no son partes de esta tierra.

Así como el Huevo de la Constelación estaba malhadadamente atado a la precaria vida de un príncipe condenado a no portar la corona, las cintas-partituras se pueden extraviar, mojar, romper y perder parcial o totalmente la calidad que comprometa la pieza. Y no sólo eso sino también la caja en sí misma. El óxido, las termitas, el odio y el fuego pueden llevar al mundo de los recuerdos aquello que alguna vez tuvo cuerpo.