Pero José tenía otra idea, aunque la vida lo había llevado por completo a su trabajo como profesor de matemáticas; en su corazón nunca se borró la huella que dejó la época en que fue campeón de piragüismo, así que su idea era comenzar a entrenar de nuevo, pero por supuesto que no para competir, sino para viajar por el mundo en una piragua para dos, para él y Leonor; viajando por ríos, lagos y mares; ella dibujando, escribiendo, y él remando y remando, en busca de aventuras, de paisajes, de nuevos amigos, hasta que sus fuerzas le permitieran remar.

Al principio, Leonor no tomó en serio las palabras de José, pero luego al ver ese brillo en sus ojos, que ya conocía, comenzó a preocuparse.

—Pero, mi amor, ya tienes 60 años; recuerda que no eres ese muchacho que fue campeón de piragüismo, además eso sería muy peligroso —le decía Leonor, mientras reposaban en la cama

Sin embargo, José no dio para atrás ni un paso, estaba seguro de que Leonor, como siempre, protestaría un poco, pero que luego se embarcaría con él en la piragua que estaba acondicionado especialmente para su aventura.

Aunque mantenía su forma de piragua, y solo sería impulsada por remos, tenía una cubierta bastante cómoda, habitación, y un espacio para que Leonor pintara; una especie de casita con remos para ellos dos.

—Zarpamos la próxima semana —le dijo José con esa determinación y mirada de loco que ponía cuando algo le apasionaba.

Pero ahora fue el brillo en la mirada de Leonor el que preocupó a José, ese silencio, la cabeza gacha, y ese abrazo que le pareció quemar el corazón.

Leonor se separó de él lentamente, dio un paso atrás y luego le dijo, casi sin respirar:

—Yo no iré, José, mi amor, ni vida, yo no dejaré nunca mi casa.

José no lloró, no pronunció palabra, dio media vuelta y se fue a dormir.

Una semana después, Leonor, desde la colina, vio cómo partía en su viaje loco, José, quizás no tan solo como parecía, sino acompañado de un viejo amor, que siempre estuvo con él.

Fin

Me gustaría invitar a @inspiracion, @anasuleidy y @adeljose