Capítulo 10.- Marrakech, tierra de Dios...
Llegamos a Marrakech al atardecer del 6 de junio.
Cansados pero con ganas de vivir esta ciudad tan especial y milenaria.
El guía, Ali, nos dejó a la puerta de nuestro hotel. Nos despedimos con agradecimiento por lo bien que había ido todo.
Después de asearnos nos fuimos a pasear y conocer los alrededores y buscar algún lugar para cenar. Joel quería hamburguesa, tenía hambre, siempre tiene hambre.
El nombre original en bereber de la ciudad es Tamurt n Akuc, que literalmente significa "Tierra de Dios".
Es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos.
Fundada en el 1062 por los Almorávides, fue capital del imperio Islámico.
La parte de la ciudad más atractiva e interesante es la parte antigua, la Medina, rodeada de murallas.
¿Qué podemos decir de la Medina de Marrakech?
Para mi, después de la experiencia vivida en ella, diría que es el Caos en Equilibrio...
Sobretodo su famosa plaza, la más concurrida de África y del mundo.
Jemaal al Fnac (Djemaa el Fna), a los pies de la monumental mezquita Kuntubia, siempre presente.
Fuera de la Medina, tras las murallas ha crecido la ciudad moderna, donde parece que hay un cierto orden en las gentes y en el tráfico. En el interior de la Medina, a nuestros ojos, nos pareció que reinaba el caos, sin orden aparente.
Coches, motos, carruajes, bicicletas y gente, mucha gente, todos en todas direcciones y el caos... deviene equilibrio...
La Plaza de Jemaal al Fnac tiene un magnetismo que te atrae, te engulle y si no te adaptas y optas por no querer formar parte de aquel desconcierto, puedes acabar harto de todo aquel caos aparente.
Nos embriagó la plaza hasta tal punto que se hacia difícil abandonarla.
El pulso de la vida está en la Plaza Jemaal al Fnac, de ti depende como gestionarlo.
Por la mañana parece que la plaza duerme, el ruido casi no existe. No hay paradas todavía, no hay encantadores de serpientes que te aporrean los oídos con sus punjis, las flautas que encantan a los reptiles; no hay vendedores ambulantes que te asaltan continuamente ofreciéndote de todo... sí, por la mañana la plaza duerme todavía.
