Alguien voló sobre el hielo de Detroit

Lugar: Detroit / USA

Esto de los pulpos y el deporte tiene una conexión extraña, casi mística. Quién no recuerda el famoso Pulpo Paul, el pitoniso que adivinó la victoria de la Roja contra Alemania en el Europeo de 2008. Aunque en España Paul se hizo más famoso por una temporada que sus homónimos gallegos, lo cierto es que los pulpos no sólo están asociados al oráculo deportivo, sino que en otros deportes también tienen una función relevante.

En la ciudad de Detroit, en Estados Unidos, los pulpos son un símbolo de buena suerte para el equipo de hockey hielo local, los Detroit Red Wings. En 1952 los Red Wings estaban disputando el playoff de la NHL, la National Hockey League, y luchaban por llevarse la Stanley Cup. En aquel tiempo, eran necesarias ocho victorias para hacerse con la victoria en una liguilla de seis equipos.

Dos hermanos pescaderos, Pete y Jerry Cusimano, se presentaron en el estadio con un pulpo que lanzaron al hielo como símbolo de buena suerte. Más tarde explicarían que los ocho tentáculos del pulpo representaban cada una de las victorias que eran necesarios para ganar los playoffs. Que fueran pescaderos y lanzaran un pulpo en lugar de una araña tiene sentido, pero en cualquier caso el amuleto parece que funcionó: los Red Wings se llevaron la Stanley Cup aquella temporada y el pulpo se convirtió en un símbolo de buena suerte y desde entonces este animal marino se ha convertido en el emblema del equipo. 

Hoy en día hacen falta hasta 16 victorias para llevarse la liga, así que durante los playoffs del techo del Joe Louis Arena cuelgan dos pulpos gigantes, que con sus 16 patas quieren servir de amuleto apoyados por Alf, la mascota no oficial del equipo quien, evidentemente, también es un pulpo.

La cantidad de pulpos lanzados al hielo depende de la temporada, pero el récord absoluto fue en 1995, cuando se registró el lanzamiento de 36 pulpos. Entre ellos, un espécimen de 17 kilos, que aterrizó en el hielo cuando sonaba el himno nacional. El panorama fue dantesco, cuando el árbitro lo cogió y arrastrando los tentáculos por tierra lo sacó fuera de la pista, dejando un rastro gelatinoso al hielo mientras sonaban los últimos compases del himno. El espectáculo se repitió el año siguiente, con una bestia aún mayor, de casi 23 kilos. En alguna ocasión, jugadores rivales de los Detroit ha cogido alguno de los pulpos y la ha tirado de nuevo al público, en un claro ejemplo de contra-vudú.

De hecho, el arte de lanzar pulpos es toda una ceremonia y no es apto para cualquier hooligan del hockey. Antes de lanzar un pulpo al público es muy importante hervirlo durante diez minutos. De este modo, el octópodo coge una consistencia adecuada para volar, y al aterrizar sobre el hielo puede continuar la trayectoria con un desplazamiento horizontal impecable. En cambio, si se lanza sin cocer puede tener consecuencias fatales durante el vuelo; la cabeza puede desprenderse fácilmente de los tentáculos e impactar sobre la cabeza de una señora de ochenta años con un cardado impecable. Además, al caer al hielo, se convertirá en un elemento pegajoso y grotesco, que costará Dios y ayuda despegar y que además dejará una mancha de tinta lilosa de aquellas que tan contentas hacen a las madres.

Los expertos en lanzamiento de animales marinos, además, contemplan muchos otros aspectos. El lugar que ocupan en la pista es esencial, por lo que compran entradas cercanas los pasillos, para poder levantarse rápidamente en el momento del lanzamiento y que el proyectil no impacte contra la valla o alguna persona.Evidentemente, lanzar objetos a un terreno de juego no está permitido, y por tanto los pulpos deben ser entrados de contrabando en el estadio. No es fácil colarse con un animal muerto y su característica hedor en un estadio donde predomina el olor a sudor humano y de hot dog. Por ello, los expertos colocan los pulpos en bolsas de plástico con zip de estas de congelar y las esconden bajo la ropa para poder entrar en el estadio. Una vez efectuado el lanzamiento, toallitas y limón para disimular el olor de las manos. Una técnica mejorada con los años que sólo un pequeño grupo selecto lleva a cabo con éxito y que se niegan a ser reconocidos públicamente por miedo a las represalias.

Evidentemente, no todo el mundo está contento con esta práctica. A los equipos rivales no les gusta que su hielo huela a pescado, y varios fans de los Red Wings han sido arrestados en estadios de todo el país después de hacer lanzamientos no permitidos. Además, algunos pescaderos de ciudades rivales como Pittsburgh se niegan a vender pulpos durante los días de partido, no fuera el caso de que el especimen volador viniera de sus tiendas y perdieran clientela. Y no hablemos de los grupos de defensa de los animales, que se escandalizan ante esta práctica, que consideran tortura animal.

En cualquier caso, la tradición de lanzar pulpos al hielo no parece que vaya a terminarse en un futuro inmediato, y es que dicen las malas lenguas que ahora ya no es suficiente con hacer volar un pulpo, sino que hay que lanzar a dos con las patas atadas para poder sumar 16 tentáculos por los 16 partidos de playoff, y que así el Dios de los pulpos pueda bajar para colaborar en la victoria de los Red Wings. 

Menos mal que el pobre Paul estiró la pata (al menos una de ellas) en el año 2010, porque sino entre cefalópodo y adivino, tenía todos los números para acabar patinando sobre el hielo de Detroit.

foto: Doug Zuba en Unsplash