Trinidad y Tobago - Improvisar, a veces, funciona - parte II.

Más difícil que partir, es volver –o quedarse-, porque no es fácil conocer una realidad distinta para luego reencontrarte con tus limitaciones como si nada hubiese sucedido. No es fácil renunciar a tu trabajo, intentar terminar una materia a distancia y decir “voy a regresar” cuando ni tu misma sabes que deseas en realidad.

Mamá, me voy a Trinidad. Ella me escuchó y quizás, pienso yo, creyó que no estaba hablando en serio. Tenía el pasaporte vencido, necesitaba conseguir el pasaje y faltaba una semana para “irme” así que, en perspectiva, todo sonaba muy utópico, pero lo intenté.

Renovar el pasaporte fue una locura. Cuando tuve la cita, no había sistema y, cuando por fin pude tomarme los datos, la página no me permitía pagar el pasaporte express (si, como a todo el mundo). Básicamente me turnaba con mis amigos (no sé qué habría hecho sin ellos) para intentar pagarlo y terminé recorriendo toda Caracas buscando el pasaporte en la principal y en sus paradas intermedias antes de terminar en la oficia donde lo había solicitado ¿Por qué? Bueno, era miércoles y, en teoría, me iba al día siguiente. Viviendo al límite, Betania. Clásico.

Plot twist: me dieron el pasaporte el miércoles en la tarde y no pude irme el jueves en la mañana. Mi plan –bien idealista- consistía en aparecer en el aeropuerto a las 3am e intentar, sin pasaje, irme en lista de espera. Betania viviendo al límite parte II. Mi amigo –que si es precavido, centrado y con cuatro dedos de frente- si tenía pasaje y subió a su avión, claro, como debería ser… ¿Y yo? Bueno, me quedé en Maiquetía, como era de esperarse y regresé a mi casa con una terrible sensación de derrota...Que me duró 5 días, porque logré irme el 15. Como moraleja y sin ánimos de sonar a manual de autoayuda: no se rindan, de pana.

Mi plan era irme, no me detuve en detalles. Las improvisaciones cubrieron esas fallas de organización de mi parte. Airon, mi amigo, llegó antes; junto a Diego, mi otro amigo, que ya se encontraba en la isla. Ellos saldaban todas mis fallas, los baches que iba dejando y no sabía tapar. Airon se encargó de conseguir un lugar al que llamar “hogar” por un mes, mientras yo corría por media Caracas buscando un pasaporte o por el aeropuerto…Realmente siempre ando corriendo. Ellos, mi lado cuerdo. Yo…Bueno, yo intentaba no seguir metiendo la pata.

Aquél 15 me despedí en un aeropuerto vacío de Ernesto, Marysol y Nakary. Tres personas que me han apoyado en mis más locas empresas. Yo decía “yo vengo en un ratico”, pero que ganas de quedarme –sin siquiera haber llegado- tenía. Eran absurdas.

Me alegró rodearme de personas que entendieran mi desastre e, incluso, estuviesen dispuestos a ayudarme. Así logré llegar a la isla que se convirtió en mi hogar por un mes, donde conocí a personas que continúan escribiéndome a diario, descubrí infinidad de cosas sobre mí que desconocía y aprendí que irse es un acto de rebeldía, locura y amor propio, pero regresar es, con total sinceridad, uno de valentía.

Nota: aquí está una foto de mi equilibrio, Diego -derecha- y Airon -Izquierda-. El yang -los días soleados- de mi yin -neblina-