Bye, bye extraterrestres. !Lástima!, los humanos somos los únicos dueños del Universo.

Siempre me he conformado con esa respuesta, pero a mi edad y con mis expectativas, ya era tiempo de haber sido abducido un centenar de veces, de tener varios implantes extraterrestres, que hayan modificado mi ADN y ya me estuviese saliendo una cola verde. No comprendo por qué eso no me sucedió a mí, parece que soy un terrícola de quinta muerte.

Siendo un carajito, la última vez que le pedí algo a Santa Claus, le escribí claramente en esa carta que quería ser secuestrado por monstruos alienígenas y que me comieran. Sí claro, todos los chicos piden eso, pero a mí, por alguna razón hiriente, fui totalmente ignorado.

He buscado razones para mi infortunio, Hollywood no ayuda para nada, los alienígenas buenos son unos imbéciles como Superman, que se condenaron a salvar un planeta de tercera y hasta se enamoraban de terrícolas frígidas para reforzar sus desgracias. Por otro lado, los alienígenas malos solo vienen a destruirnos, a comernos, pero por alguna razón, a pesar de su alta tecnología y su crueldad, siempre son vencidos de la forma más estúpida por los débiles humanos, que coño, ya no se puede confiar ni en la maldad.

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Miro hacia el infinito finito y me sé miembro de una especie sumamente peligrosa, terriblemente territorial. Sabemos que cuando viajemos a otros mundos, los descendientes terrícolas se convertirán en enemigos de la tierra y serán ellos, los monstruos que buscarán eliminar el planeta de sus padres o abuelos. ¿Les parece raro?, entonces no conocen a fondo nuestra especie bélica. Los descendientes europeos al nacer en América, se vieron americanos, no europeos y vieron los países de sus padres y abuelos, como sus enemigos, por eso buscaron independizarse en guerras feroces.
Somos peligrosos y si hay seres inteligentes extraterrestres observándonos, seguramente no querrán tener contacto con una especie tan miserable y egoísta como la nuestra.
Una especie que invierte tanto en tecnología bélica y en compra de armas para destruirse, hay que mantenerla a distancia.
Podríamos convertirnos en los malandros del espacio.

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La respuesta a todas estas dudas quizás sucedió, por casualidad, en 1950, cuando el premio Nobel de Física, Enrico Fermi, quien desarrolló el primer reactor nuclear, caminando, un mediodía, hacia el laboratorio de los Álamos, Nuevo México, con sus colegas Emil Konopinski, Edward Teller y Herbert York, se les ocurrió hablar de platillos voladores. Los físicos comenzaron a especular, saldrían fórmulas sobre los miles de planetas con condiciones parecidas a la tierra, especularían de cómo podían lucir los alienígenas, hasta que Enrico Fermí preguntó, después de tantos cálculos: -¿dónde están?-
Esa pregunta… ¿dónde están?... ¿dónde coño están esos extraterrestres?... ¿por qué no aparecen?... ¿por qué no se contactan en forma real?... esa pregunta se convertiría en una máxima científica llamada: “la paradoja de Fermi”.

La paradoja de Fermi nos lleva a la conclusión, que la inteligencia es un fenómeno muy raro en el infinito, que no tenemos aún contacto con ninguna civilización tecnológicamente avanzada por una sencilla razón… estamos solos en el universo. Que no hay más nadie en el vasto espacio. Qué más allá de la tierra, solo hay un “Gran Silencio”

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Han pasado más de 50 años, desde que se orientó un radiotelescopio hacia el infinito para captar ondas de radio de otros mundos y nada… no hay respuesta. El programa de Frank Drake, SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), pionero de la radioastronomía, ha sido un total fracaso financiero y científico.
El 1961, Drake creo una fórmula para determinar cuántos mundos tecnológicamente desarrollados pudieran contactarnos. Tan solo en nuestro vecindario de la Vía Láctea (nuestra vieja galaxia) y la cifra fue de 10 mil potenciales civilizaciones.
Muchos científicos, como en el caso del recién fallecido Stephen Hawking, aseveraron que aún no teníamos verdaderos contactos extraterrestres porque no habíamos desarrollado la tecnología adecuada para contactarlos.
Pero la realidad real es que esas “civilizaciones” no han hecho absolutamente nada, para contactarnos a nosotros y la “Paradoja de Fermi” sobre el “Gran Silencio” cobra mayor fuerza.

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La teoría del “Gran filtro” que asevera que el desarrollo de la inteligencia es sumamente rara y todos los factores evolutivos que llevan a crear civilizaciones como la que surgió en la tierra son tan complejos y tan únicos, que es casi imposible que se vuelva a repetir en algún otro lugar del espacio.
Nuestro extraño proceso evolutivo es tan exótico que llegar a ese “mono” de nuevo que bajó de un árbol y se volvió bípedo para terminar con un cerebro excepcional pensante es casi bizarro, eso incluye el evento del asteroide que extinguió a los dinosaurios y dio pasó al desarrollo de los mamíferos. Sin embargo, el desarrollo de la inteligencia en otros mundos pudo haber tenido otra ruta, y las civilizaciones extraterrestres pudieran ser impensables y absolutamente disimiles a la nuestra.

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Definitivamente el universo guarda misterios imposible de deducir con nuestra limitada tecnología y nuestra limitada racionalidad. Pudiera ser, que inteligencias muy avanzadas nos estuvieran evitando o estuviésemos en una especie de cuarentena interestelar, pero también, pudiésemos estar solos en el infinito universo.

Los extraterrestres pudieran ser un invento más de lo delirios de la psiquis colectiva de la especie humana, creadora de mitos y leyendas desde que se vio único en el mundo real y comenzó a crear sus irrealidades y sus universos mágicos.

Los humanos hemos tenido una lucha permanente con el mundo fantástico, en la Biblia, un gigante llamado Goliat, fue derrotado por un enano humano llamado David, ¿de dónde coño son los gigantes bíblicas que aparecen en varios versículos? Homero se imaginó a Ulises atado en un mástil para sobrevivir al canto de las sirenas, los dragones echando fuego por la boca, siguen vivos en el mundo del entretenimiento, los unicornios engalanan los espacios idílicos de los soñadores, los demonios siguen saliendo del mundo de las oscuridades y las brujas no han dejado de surcar el cielo con sus antiguas escobas de barrer.

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No nos conformamos con lo que vemos, sabemos que lo que no vemos, también pudiera estar allí, acechándonos, como nuestro miedo primitivo a la noche, a lo oscuro, a lo desconocido… cuando éramos cazados por las bestias y por los enemigos.

En ese gran silencio, en ese espacio infinito, alguien o algo que no sabemos, que no se comunican con nosotros, que no dan la cara… pudieran estar observándonos… y si no han tocado la puerta, como debería ser, es porque sus intenciones no son buenas.

Por ahora y solo por ahora, la especie humana es dueña de todo el universo.

Miro el cielo infinito,
me siento observado,
por mí.

RUBÉN DARÍO GIL

Fuentes bibliográficas: La paradoja de Fermi. Fuente
Ecuación Drake. Fuente