Hace incontables googl-e-eras el universo de los Arkπ2 fue descubierto por el célebre astrónomo Kâlimán Katmandú Kasâri cuando unas minúsculas partículas de polvo entraron a sus ojos y al mirarse al espejo distinguió reflejados en sus pupilas jeroglíficos extraños.

Katmandú expuso el vidrio cerca de la luz para estudiar en sus pequeños detalles los símbolos que había en sus retinas, pero a medida que los iba descifrando otros acertijos le abrían las escotillas a un templo que con nuevas incógnitas y enigmas se expandía al infinito.

Al cabo de un tiempo, enfrentándose a sí mismo en el cristal, el hombre curioso de ciencia y poesía dominó los sistemas de escrituras y el arte renacentista de una civilización que, según cuenta la leyenda, se hallaban sepultados en la insondable oscuridad del tiempo.

Con esos revelados conocimientos, y un ímpetu fenomenal, el sabio construyó una embarcación donde salió con brújulas, telescopios y redes a intentar reescribir en su propio ser, como si de un palimpsesto se tratara, los misterios del templo. Kâlimán Katmandú Kasâri navega hasta el fin de la eternidad por mares y cielos en el sinfín de sus sueños sin encontrar todavía las respuestas que anhela porque el universo de los Arkπ2 es inexpresable y cambia de esencia permanentemente.

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