Un sábado en la academia
Soy instructora de inglés en una academia de idiomas que se alquila en un edificio bastante viejo, este lugar siempre me ha causado desagrado por su mal aspecto, está sucio, oscuro y las paredes tienen un color opaco de lo vieja que está la pintura. Para llegar al piso donde trabajo tienes que subir unas escaleras sombrías y mugrientas. No importa cuántas veces se limpien, siempre vuelven a su aspecto decadente.
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Yo fui una de las que se empeño en iluminar el lugar pero debido problemas eléctricos y/o al vandalismo de la zona, no dura mucho tiempo sin que un bombillo se queme o se lo roben.
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El abandono de la estructura antes solo me producía desagrado a la vista, pero jamás me había producido miedo. Mis estudiantes no pensaban igual, odiaban ser los primeros en llegar o los últimos en irse, siempre tenían que estar en grupo. Jamás solos. Me burlaba de ellos porque ninguno podía ir a tomar agua o incluso ir al baño sin compañía.
Ellos dicen que si te encuentras solo, comenzarás a ver muertos caminando por los pasillos. Los cuentos de terror sobre el edificio son muchos y muy variados.
Un día sábado llegué temprano a la academia como de costumbre, se supone empezaría con un grupo nuevo de estudiantes, subí las tétricas y asquerosas escaleras, al llegar al pasillo donde generalmente se encuentra la secretaria en su escritorio y los estudiantes alrededor, me doy cuenta que no había llegado nadie.
Probablemente llegué demasiado temprano, prendí el bombillo del pasillo pero como no es raro comenzó a parpadear hasta quemarse.
No había pasado ni dos minutos y ya me sentía impaciente. Me alegré cuando vi llegar a mi primer estudiante. Un niño de piel blanca y cabello negro, tendría unos once años aproximadamente. Tal vez doce. Le di la bienvenida y lo invité a entrar al salón.
Llamó mi atención unas voces extrañas provenientes del otro extremo del pasillo.
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Las voces se detuvieron en poco tiempo así que entré al salón, el niño ya estaba sentado en uno de los primero puestos.
Percibí entonces sonidos extraños e indescriptibles. Y no fui la única, el niño miró rápidamente a la ventana que da al pasillo y puso cara de temeroso. Su mueca, su mano izquierda rascando su pecho de forma nerviosa, su cuerpo blanco como el papel y su rostro inocente gritaban en silencio el terror que sentía.
Raro ¿no? - Mencioné haciendo referencia al ruido, debo admitir que fui dominada por una especie de sadismo en ese momento que solo me invitaba a disfrutar del pánico del pequeño - Dicen que en este edificio caminan los difuntos como si nada. Sobre todo a esta hora…puedes escuchar cosas moviéndose y a los muertos susurrándote al oído…
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El joven abrió sus ojos de par en par al escuchar mis palabras y la expresión en su rostro fue suficiente para que recobrara mi cordura.
Tranquilo, ¿cómo te llamas?
Héctor Maldonado… - respondió con voz entrecortada.
Héctor, no vas a ver a ningún muerto -comencé a hablarle y él sonrío- mientras estemos juntos – agregué y él se asombró de nuevo.
Los muertos solo aparecen si estás solo – expliqué en un infructuoso esfuerzo de suavizar su expresión de miedo. Luego escuché algo más entendible proveniente de afuera: pasos y como si movieran sillas. A pesar de reconocer los sonidos debo admitir que sentí un poco de temor pero sin siquiera pensarlo dejé solo a Héctor, sin considerar el miedo que podría tener luego de decirle semejantes cosas.
Una vez afuera del salón, pude ver a la secretaria y el administrador de la empresa, ambos se sorprendieron al verme. Ese sábado era para hacer inscripciones y no correspondía dar clases. Informé que no era la única equivocada porque estaba un adolescente en el salón de clases y que debían llamar a sus padres, la secretaria me pidió su nombre para ubicar el número de teléfono de sus representantes.
Héctor Maldonado – respondí mirando al pasillo del frente, y sentí un escalofrió atravesando mi cuerpo de un solo golpe, creí escuchar cosas provenientes de allí, pero vi al administrador tranquilo intentando leer su periódico a pesar de la falta de iluminación y vi a la secretaria seguir buscando el nombre del joven. Ninguno parecía haber escuchado algo. Intenté ignorar los ruidos pero al escucharlos nuevamente giré mi cabeza bruscamente al pasillo emitiendo un pequeño grito.
¡Ah!
¡Profe! ¿Estás bien? – se extrañó la secretaria.
Sí – sonreí avergonzada, mi espanto era mi castigo por haberme burlado del temor de un niño inocente.
Profesora, no hay ningún Héctor Maldonado registrado- me comentó luego de revisar varias veces - ¿Me diste el nombre correcto?
Hice una mueca, y sin decir más nada di la vuelta y entré de nuevo al salón que se encuentra justo al frente del escritorio de la secretaria, para mi sorpresa no había nadie, me quedé unos pocos minutos meditando: ¿cómo salió? ¿qué se hizo? La ventana y la puerta dan al pasillo, no hay otra salida, si hubiese salido lo hubiésemos visto...
Allí pude sentir su voz entrecortada susurrándome al oído, no sé cuales fueron sus palabras, apenas lo percibí, salí rápidamente del aula.
Ya afuera, no supe que decir, solo que no había ningún joven, agarré mi cartera y me fui de la academia, jamás volví a ver a Héctor, pero desde entonces cuando estoy en ese edificio siempre ando acompañada. Hasta para ir al baño.
Historia dedicada a mi hermano Raúl.
espeluznante me paro los pelos
Sí, gracias por leerme. :)
Hola @nakary, upv0t3
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<3 Este es un corazón, o un helado, tu elíges .
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¡Qué susto!, ¿por qué tendré que leerte justo cuando voy a irme a dormir?,me asusté, qué fuerte.
A mí siempre me ha parecido ese lugar demasiado oscuro y solo.