La lucha por el control de los algoritmos

in #technology5 years ago (edited)

La tecnología es una herramienta neutral, en otras palabras, por sí misma no es buena ni mala, adquiere cualquiera de estos dos adjetivos una vez que nosotros la aplicamos con el objetivo de conseguir ciertos fines. El surgimiento y la adopción masiva del Internet, hace un par de décadas, y la aparición de blockchain y Bitcoin —el Internet del valor— hace diez años ha creado un nuevo escenario en el que el anacrónico modelo del estado-nación estaría empezando a perder su hegemonía.

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Imagen: Markus Spiske – Unsplash

El surgimiento de la sociedad de la información no será bienvenida como una nueva y promisoria fase de la historia humana. Muchos menospreciarán las innovaciones que reemplacen la supremacía de los estados-nación; es propio de la naturaleza humana considerar a cualquier cambio radical de cualquier tipo como un retroceso en lugar de un avance. Hace 500 años los cortesanos habrían dicho que las innovaciones que dieron lugar al Renacimiento y que hicieron posible terminar con el feudalismo eran nocivas.

La lucha por el control de los algoritmos

Cathy O'Neil, matemática doctorada en Harvard y en el MIT sostiene que los algoritmos serán los causantes de la siguiente revolución política. Piensa que un algoritmo puede ser tan bueno o tan malo como aquel que lo programa, y que estos códigos matemáticos podrían llegar a ser sumamente destructivos si es que se los utiliza para fines perversos.

«Los algoritmos siempre funcionan bien para la gente que los diseña, pero no sabemos si funcionan bien para la gente objetivo de esos algoritmos. Pueden ser tremendamente injustos para ellos». – Cathy O'Neil

Los algoritmos —en forma de inteligencia artificial y «machine learning»— se alimentan de la información recopilada por el «big data», esa gran maquinaria omnipresente de vigilancia que funciona detrás de los telones de las redes sociales y los buscadores más populares, y que abusivamente ha invadido la privacidad de las personas con o sin su consentimiento, convirtiéndolas en un producto que genera una jugosa rentabilidad para quienes controlan estos artificios matemáticos.

Imagen: Pictoline

O'Neil manifiesta que la existencia de estos algoritmos —que se han convertido en sistemas automáticos de decisión con base en puntuación o reputación— no solo son injustos para los individuos sino también para la sociedad porque, a través de estos, se está buscando trascender el juicio y el prejuicio humano para trasladarlo a las máquinas. Erróneamente se piensa que los algoritmos son infalibles, perfectos, objetivos, sin embargo, pueden llegar a ser sexistas, racistas, discriminatorios, ilegales.

«La gente piensa que un algoritmo es un método para tratar de llegar a una verdad objetiva. Hemos desarrollado una fe ciega en ellos porque pensamos que hay una autoridad científica detrás de ellos». – Cathy O'Neil

La moraleja que nos deja este asunto es que esta tecnología que se vende como imparcial podría ayudar a mantener los prejuicios de siempre. Por ejemplo, se descubrió que Amazon tenía un algoritmo sexista que prefería contratar hombres en lugar de mujeres porque este había aprendido ha seleccionar personal a partir de hojas de vida pertenecientes al género masculino. Del mismo modo, Microsoft creó un bot que actuaba como adolescente para aprender de forma automática a partir de conversaciones en Twitter. Este bot tuvo que ser cancelado porque empezó a lanzar epítetos racistas o a pedir sexo a sus seguidores.

¿La próxima revolución política será por el control de los algoritmos?

Se espera que en un futuro cercano, los algoritmos reemplacen muchos de los procesos burocráticos en los que intervienen los humanos porque son más económicos, más eficientes y más fáciles de controlar. Es un hecho que en muchos países los gobiernos ya ejecutan algoritmos que ayudan al cobro de tributos o definen sistemas de puntuación social con el fin de identificar oportuna y exactamente el comportamiento de los ciudadanos —y aplicar las multas y castigos correspondientes— como un intento explícito de control y vigilancia social al más puro estilo de 1984, novela distópica escrita por George Orwell en la década de 1940.

Imagen: Pixabay.com

En su libro, Armas de destrucción matemática, Cathy O'Neil comenta que Obama fue adorado por la izquierda porque usó algoritmos para aumentar las donaciones y mejorar la segmentación de mensajes políticos. Asimismo, Donald Trump logró suprimir el voto de afroamericanos gracias a la segmentación de mensajes en Facebook.

La revolución industrial 4.0

Estamos siendo testigos de nada menos que el declive de la Edad Moderna, algo nuevo está apareciendo y, como hemos visto antes, los políticos no pueden ocultar su preocupación. Así como las sociedades agrícolas son diferentes de las cazadoras y recolectoras, y las industriales de las feudales, la cuarta etapa del desarrollo humano está surgiendo a un ritmo vertiginoso, no importa el nombre que se trate de darle, «posmoderna», «cibersociedad», «sociedad de la información» o «revolución industrial 4.0», señalan acertadamente James Davidson y William Rees-Mogg autores del libro The Sovereign Individual: Mastering the Transition to the Information Age. Advierten también que en el nuevo milenio la vida económica y política ya no será organizada a gran escala bajo la dominación del estado-nación como lo ha sido en los siglos modernos, eventualmente veremos el resurgimiento de las ciudades-estado como vehículos de la distribución del poder político y económico. La civilización que trajo las guerras mundiales, la línea de ensamblaje, la seguridad social, los bancos centrales, el impuesto de la renta, el desodorante y la tostadora está muriendo lentamente. Estos dos últimos probablemente sobrevivirán, el resto no.

El papel de la criptoeconomía

Poco a poco irán cayendo los mitos cívicos del siglo XX y de la sociedad industrial. Estos mitos presuponen que las sociedades se desarrollan en función de la planificación centralizada asumida por los gobiernos a través de la «iluminada» y arrogante tecnocracia que está convencida que tiene la capacidad de tomar sabias e infalibles decisiones en nombre de millones de voluntades; en parte esto ha sido cierto, cuando las sociedades eran mucho más pequeñas, sin embargo, hoy es un anacronismo. Dichos mitos se basan en una mentalidad que ve a los problemas de la sociedad como soluciones de ingeniería, también reflejan una falsa confianza en la que tanto los recursos como los individuos seguirán siendo vulnerables a la compulsión política en el futuro así como lo han sido durante el siglo XX. Nada es permanente.

«Las fuerzas del mercado, no las mayorías políticas, serán las que reconfiguren a las sociedades». – James Davidson y William Rees-Mogg

Las transacciones en criptomonedas protegidas por sofisticadas técnicas criptográficas no podrán ser rastreadas ni confiscadas por los cobradores de impuestos. Se espera que una gran parte del comercio y la riqueza se traslade al nuevo reino del ciberespacio —donde las amenazas de coacción y violencia estatal virtualmente se desvanecen—, una región donde los gobiernos tendrán cada vez menos control. Es obvio que el estado-nación no permanecerá impávido ante el surgimiento de esta amenaza por lo que no tardará en tomar medidas desesperadas para controlar a su rebaño que ha ido escapando del corral. Ante esta pérdida del control sobre el dinero, los gobiernos empezarán a actuar peligrosamente, incluso en los países más civilizados donde se entiende que hay una institucionalidad respetable. Conforme los impuestos dejan de ser recolectados, se empezará a usar viejas y nuevas artimañas tecnológicas —entre esas los algoritmos— para no dejar escapar los tributos que financian los enormes gastos públicos y las guerras: confiscación, secuestro, sabotaje, censura, vigilancia, infiltración, ataques informáticos, violación de los derechos humanos, ya son y seguirán siendo algunos de los mecanismos utilizados. Los gobiernos buscarán suprimir la cibereconomía a través de medios totalitarios.

«La aparición de “cibermonedas” controladas por algoritmos matemáticos que no tienen jurisdicción, permitirá trasladar la riqueza de los ciudadanos a un entorno donde no está sujeta a la coacción de los gobiernos. Solo los pobres serán víctimas de la inflación y deflación ocasionadas por las monedas fiduciarias». – James Davidson y William Rees-Mogg

La liberación de una gran parte de la economía global del poder político, obligará a los gobiernos a operar en términos de mercado —tratando a la población como clientes— en lugar de hacerlo como una banda de crimen organizado que coacciona y amenaza a sus víctimas para conseguir sus fines. Los estados-nación se verán obligados a modificar radicalmente sus roles si es que acaso quieren sobrevivir a este cambio de paradigma.

El autor de ficción Neal Stephenson imaginó con certeza que el Internet hará posible el surgimiento del «metaverso», un mundo alternativo que existe en el ciberespacio que tiene sus propias leyes que trascienden las jurisdicciones territoriales. Se espera que, conforme la criptoeconomía aumente su riqueza —gracias a la aparición del Internet del valor—, sus participantes logren escapar de las leyes anacrónicas del estado-nación pertenecientes a era industrial. Múltiples sistemas legales coexistirán en una misma área de la misma manera que en la época medieval. La historia se repite.

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Juan Francisco Bolaños
@criptoEstratega

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Referencias:

  • Davidson, James y Rees-Mogg, William. (1997). The Sovereign Individual: Mastering the Transition to the Information Age. New York, NY: Touchstone.
  • Del Castillo, C. (30 de octubre de 2018). "La próxima revolución política será por el control de los algoritmos" – WEF. Recuperado de http://bit.ly/2F8Wu45
  • Marcos, M. (19 de septiembre de 2016). ¿Qué prejuicios tienen los robots sin prejuicios? Recuperado de http://bit.ly/2Fb1TaU

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