Pawlikovski, no sólo plantea una fotografía en blanco y negro, sino también decide volver al antiguo formato 4:3. Sin duda nos hace sentir que se trata de un filme de la década de los cincuenta, y no sólo del hecho de que está ambientada en ese período. Las elipsis no suelen engañarnos en el transcurso del tiempo, puesto que tan sólo advertimos a cortes en las transiciones de los planos, que no nos hace sentir –hasta que aparecen los intertítulos- que no ha pasado suficiente tiempo dentro de la diégesis. Tan sólo observamos una delicada transformación en el personaje de Zula, que nos indica el pasar de una joven que se ha convertido en mujer.

Parece que el transcurso de la historia nos deja con un mal sabor en la boca, donde no podemos enamorarnos de los personajes en su proceso de conquista. Al contrario, el autor sólo ha querido plantear un tema principal en toda su obra: el encuentro y desencuentro de dos amantes que no pueden estar juntos y que, además, deben vivir los amargos sacrificios que el poder gobernado por el comunismo les ha obligado a afrontar. Poco a poco, la guerra fría que plantea Pawlikovski no es más que aquella injusticia que la dictadura de Stalin ha hecho con todo lo que se encuentra en su poder. El contexto político y cultural ha afectado a los personajes principales. Los ha obligado a huir, distanciarse y hacer lo que no quieren con tal de poder estar juntos. “Cold War” nos recuerda una vida de frustraciones y desamparos, donde sólo el amor actúa como latido en la vida de los personajes. Nada puede trasladar a Wiktor a Polonia, luego de haber perdido su nacionalidad. Nada, más que el amor de Zula, y nada milagroso puede pasar para que veamos un “felices para siempre” en estos personajes. No existen finales felices para estos dos amantes, no porque así lo ha querido exponer el autor, sino por todo lo externo e interno en ellos. Es por esto que casi nunca estamos a la altura de los personajes, ni siquiera muy cercanos a ellos, sino a una distancia –no lo suficientemente alta como para juzgar-, y a una proximidad que no nos hace olvidar lo que está alrededor. El entorno paraliza constantemente a estos personajes, no sólo los vuelve victimas, sino también que los modifica, los vuelve débiles y los principales causantes de sus tragos amargos. Sólo hasta el final del filme quedamos con la impresión –junto al paisaje- de que por un momento Wiktor y Zula han podido estar en paz consigo mismos y con la compañía de cada uno.