Hace muchos años yo era muy entusiasta acerca de ciertas luchas sociales y ecológicas en asuntos que parecían muy importantes para mí. Yo era un activista apasionado y mi vida diaria estaba saturada de reuniones, trabajo voluntario y una exploración incesante acerca de nuestros peores problemas globales.

Siendo un creador cultural, mi contribución se daba en el campo de la cultura... Se trataba de una intensa y constante producción de “sentidos”: artículos, películas, arte y propaganda. Y era una dinámica muy rápida: cada día mis manos dibujando, pintando, escribiendo, grabando. No había tiempo para detenerse, había un mundo que salvar.

_{Diseñé velozmente este flyer para la campaña mundial contra las corporaciones biotecnológicas y los organismos genéticamente modificados.}

El afiche dice:

Ellos violan el principio de precaución, violan los derechos de los pueblos, imponen su dominio global a través de la política, invaden todas las cosechas para imponer las suyas.
Lucha contra el monstruo.
La avaricia de las corporaciones biotecnológicas no tiene límites.

Yo pensaba que quizá la naturaleza intelectual de mi trabajo podría salvarme de las peores consecuencias de los conflictos de poder. Yo era inmensamente iluso.

Evidentemente, ser un activista resulta riesgoso en cualquier lugar, porque estás atacando los espacios subjetivos y/o objetivos de los grupos de poder. Pero llevar a cabo ese esfuerzo en América Latina es una empresa muy peligrosa a la que podrías fácilmente no sobrevivir.

Afortunadamente, sobreviví (muchos amigos no pudieron) y tuve la oportunidad de crecer y comprender con mayor sabiduría la naturaleza del mundo, ahora lejos de la “mentalidad de guerra” que normalmente ciega a todo el que acoge ese conflictivo estilo de vida, despreciando la importancia de una vida de entendimiento.

Mi actitud ahora es más calmada y lenta, y eso es un instrumento hermoso para entender profundamente los problemas sociales. Pero mi libertad de la ansiedad del “activismo” no es otra experiencia enceguecedora. Yo todavía comprendo cuán lamentable es la situación humana y me preocupan nuestras peores enfermedades sociales... pero ahora no me intoxico con la creencia estúpida y fanática de que esas realidades van a cambiar, o que deberían hacerlo.

“Deber” es una palabra con una capacidad impresionante para embaucar a la gente. Casi siempre esa creencia es un muro que nos impide entender claramente nuestra realidad, y por eso muchos “luchadores” se quedan defendiendo al bando equivocado... completamente inconscientes de sus grandes errores.

La vida es lo que es, lo que cada elemento que la constituye hace de ella. La vida no es lo que a nosotros nos gustaría que ella fuese.

Por esa razón, ahora doy más importancia a las reflexiones profundas sobre nuestros conflictos que a las acciones que pretendemos ejecutar para resolverlos.

¿Acaso no te importa el peligro real de estar defendiendo los valores equivocados?
¿No te preocupa la posibilidad de estar fortaleciendo injusticias en nuestro mundo?

Por supuesto, yo he entendido que la ceguera ideológica y el fanatismo poseen causas mucho más hondas, enraizadas en las heridas psicológicas de los individuos. Pero el comienzo de nuestra sanación es justamente esta disposición a aceptar nuestra propia falibilidad, abrir la puerta a nuestra humildad existencial. Sólo entonces entendemos por qué este ritmo pausado de pensar y decidir es tan importante para nuestras vidas.

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PS. Sin embargo, no piensen que he publicado este flyer acerca de las corporaciones biotecnológicas para mostrar que ha cambiado mi opinión a este respecto... Cuando calmamos nuestras pretensiones, es aún perfectamente posible que algunas opiniones de nuestro pasado demuestren ser incluso más acertadas bajo la luz de una buena y cuidadosa reflexión. En alguna publicación futura mostraré el proceso de creación de esa obra de propaganda, y su conversión en plantillas para el graffiti callejero.