Un lienzo en blanco, después de haber pasado mucho tiempo frente a él, desesperada, pensaba en las horas que perdió, imaginaba un paisaje que no surgió, una obra que muerta nació.

Todas las esperanzas que depositó para esa creación, todas perdieron sus colores, el viento se las llevó como hojas secas en el verano, un remolino que con todo acabó, ella pasó varias horas pensando en aquella situación.

Ahora en la nada un vacío la traga, la devora la soledad, el frio de la nostalgia corrompe su cuerpo frágil, añora la calidez de su voz grave, que la alentaba a dibujar y a llenar de color la vida entre los dos.

Me despierta el frío intenso de la noche, me llama a salir del limbo de los pensamientos vividos, para volver a creer en el universo.

Nuevamente mil colores, tintas, tizas y pinceles, todos dispuestos para la más bella creación. Ella lo desea, lo espera, su más profundo anhelo es mirarse nuevamente dibujada; hace falta reforzar la silueta del perdón. Quizá resurja un nuevo paisaje y termine el miedo que la confundió.

– Despierto – Pluma en mano. Recuerdo todo lo que sucedió, me dejo llevar por las líneas, aún con los ojos llenos de lágrimas por lo que ella vivió. Sigue el lienzo en blanco… en espera de un milagro, quizá a la espera del dibujo de dos.