Ya era tiempo de iniciar la secundaria, yo era un chico apuesto de 16 años de edad, vivía con mis abuelos quienes me cuidaron y educaron desde que tenía 10 años ya que mis padres murieron en un accidente de transito; fue un momento doloroso para mí, ya han pasado 6 años y siento que cada día los extraño más. Debido a esto era alguien muy solitario, prefería estar en casa viendo alguna película, descargando juegos en la computadora y algunas veces estudiar y hacer cursos por la web, pero muy en el fondo sabía que tenía que regresar a mi vida normal, era más fácil decirlo que hacerlo, pero iba a poner un gran esfuerzo de mi para lograr tener una vida como cualquier otro chico.

Cerca de la casa de mis abuelos estaba la preparatoria, a unos 2 kilómetros, por lo que se me hacia fácil caminar hasta allá y regresar. Me gustaba mucho hacerlo ya que tenía tiempo para meditar y tomar algunas fotografías. En el tiempo libre entre clases me dirigía a leer un libro bajo un árbol, mientras todos seguramente hablaban de las redes sociales, los chicos intentando impresionar a las chicas y los profesores comiendo en el cafetín. Mi clase favorita definitivamente era la extra curricular, se trataba de un curso de fotografía y literatura, era una mezcla de arte muy interesante a la cual yo le tenía cierta pasión.

El primer día de clases extracurricular conocí a mi primera pareja, una de las actividades principales era aprender a confiar en las personas, y como se me notaba lo tímido que era, una chica muy extrovertida se me acerco a mí y me pidió ser pareja de clases, a lo que yo tartamudeé hasta decirle que aceptaba; era muy hermosa, creo que es imposible para un chico como yo no sentir nervio alguno. Algunas veces íbamos caminando juntos hasta su casa mientras conversábamos sobre las cosas que nos gustaba o las nuestras clases, yo la verdad estaba como en otro mundo, no podía dejar de ver su sonrisa y sus ojos, tenía unos labios que parecían ser muy suaves; a veces llamaba por mi nombre varias veces y cuando yo despertaba de lo anonadado ella se reía mucho de mí, hasta que un día me pregunto si yo gustaba de ella, no sé que me sucedió en ese instante pero le dije que sí sin pensarlo dos veces, me dio un poco de vergüenza, hasta llegue a sonrojarme.

Mi personalidad cambio con el tiempo, ya podía tener interacción con otras personas, supongo que la chica extrovertida quien era mi novia, me había contagiado un poco de su personalidad tan genuina, quería ser mejor para ella, un buen chico y un buen novio. Todos los fines de semana salíamos a comer y al cine; cuando nos hicimos novios sabía que iba a necesitar un trabajo de medio tiempo para poder sacarla a ella a pasear y regalarle buenos momentos junto a mí, no es que el dinero importaba, pero a una chica le gusta que la atiendan y de cierto modo que la mimen, mi novia no era la excepción.

Mi cámara estaba repleta de fotografías de ella, algunas otras estábamos los dos juntos. En los tiempos libres de clases ya íbamos ella leía para mi mientras yo reposaba mi cabeza en sus piernas, muchas veces me quedaba dormido, entre la suave brisa y la dulzura de la voz de ella me calmaba y proyectaba paz, ella solo seguía leyendo para mí. Sabia cuanto me encantaban los libros, cosa que ella con el tiempo empezó a amar también; hicimos una promesa que al salir de la universidad a la cual iríamos a estudiar juntos, íbamos a comprar una librería, yo le seguí el juego a ella, aunque para ese entonces me parecía algo muy exagerado y no muy posible, éramos muy jóvenes para soñar tanto.

Terminamos la secundaria y fuimos al baile de graduación juntos, ya todos decían que nos íbamos a casar muy pronto porque teníamos mucho tiempo de noviazgo, la verdad es que nunca tuvimos ningún tipo de problemas serios que nos hiciera pensar separarnos, supongo que nuestro amor era verdadero y puro, nos amábamos con tanta intensidad que desde el primer día que nos conocimos no nos separábamos. Ambos estudiamos literatura en la universidad, y el tiempo paso volando, era todo un deleite para mi llegar a su casa y que sus padres me trataran muy bien, así como mis abuelos la trataran muy bien a ella, estoy seguro que a mis padres les encantaría conocerla alguna vez en la próxima vida, porque la amo tanto que la quiero seguir amando en nuestras siguientes vidas.

Al graduarnos conseguimos poder alquilar una pequeña tienda de libros con el trabajo de medio tiempo que ambos teníamos, y poco después pudimos comprarla. Todos estábamos felices de ese gran logro, lo que yo había pensado imposible, era algo realidad, así que también mi realidad era estar con ella para siempre; esa misma noche cuando inauguramos la apertura de la tienda de libros le propuse matrimonio a lo cual ella acepto, yo estaba muy feliz. Nos casamos por civil y por la iglesia, ella se veía mucho más hermosa de traje blanco, me sentía el hombre con la mayor suerte del mundo. Luego de un par de semanas de estar casados compramos una casa ya que estábamos viviendo alquilados por los gastos de la tienda de libros, ella y yo queríamos tener hijos pero no se nos daba el milagro, nunca pensamos ir al doctor, siempre creíamos que era algo normal por lo que seguíamos intentando mientras disfrutábamos del éxito de nuestra tienda de libros.

Su felicidad se podía notar a cientos de kilómetros cada vez que llegaba un cliente o un pedido nuevo, ella disfrutaba lo que hacía, había creado un pequeño espacio para lectura de niños en la misma tienda y se dedicaba a leer cuentos a varios niños que llegaban de la calle con sus madres. Yo solo observaba de lejos su felicidad mientras atendía a los clientes en ese momento. Con el tiempo fuimos a un doctor quien nos dijo que no podíamos tener hijos, mi esposa era infértil, ella cayó en depresión por un tiempo, yo no sabía qué hacer, hasta que se me vino la idea de comprarle un perro, un hermoso golden retriever al cual llamamos Tom. Tom siempre se acostaba al lado de ella como si fuese su hijo, mientras mi esposa lo acariciaba, ese vínculo se convirtió en amor y fue lo que ayudo a que mi esposa recobrara el ánimo. Pero con el tiempo una sombre oscura empaño nuestras vidas.

Mi esposa tenía cáncer, y estaba muy avanzado, solo le quedaba 6 meses de vida. Yo estaba desconsolado no quería perder a la mujer y compañera de casi toda mi vida. Cada día para mí era uno nuevo por agradecer de poder estar a su lado, ella hacia todo lo posible por sonreír y que no me sintiera mal, como si quisiera darme todas sus fuerzas antes de ella morir algún día. La enfermedad a pesar de que avanzaba ella no se daba por vencida, quería vivir cada segundo que podía, así que hizo trámites para comprar una biblioteca a lo cual yo accedí, vendimos la casa y compramos un apartamento pequeño donde pudiéramos vivir los tres.

Yo solo la quería hacer feliz, ambos sabíamos que quedaba poco tiempo, todo lo que ella deseaba yo quería dárselo en vida y así hice lo posible e imposible. En esos tiempos ella estaba muy unida a Tom a pesar de que le gritaba cada vez que hacia desastre, pero luego podías verla comiendo junto a él en la sala de estar. Algunas veces las lágrimas se me salían de los ojos, sabía que algún día no volvería a ver esos momentos de ella en vida.

3 meses después me toco llevar flores y lágrimas a su tumba, ella fue para mí y para Tom la mejor compañera de vida, ella cambio totalmente mi vida, quisiera recordarla por su hermosa sonrisa y humildad como persona, por su pasión como esposa y por su extrovertida personalidad. Lo menos que podía hacer por ella era seguir viviendo y agradeciendo todo el tiempo que estuve a su lado, y seguramente haría lo imposible por seguir atendiendo aquello que en el pasado nos unió, la literatura y su amado sueño, su tienda de libros que lleva el precioso nombre de ella, Madeleine.