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Elena era una joven que vivía en una isla llamada Creta, en Grecia. Era hija de pescadores, y desde pequeña aprendió a leer las estrellas y a guiarse por ellas.

Su padre al no tener hijos varones, optó por enseñar a Elena todo lo que sabía de la pesca y la navegación. Le contaba historias de los dioses del Olimpo como ellos habían gobernado al mundo.

Poseidón era el dios del mar, y a él debían su buena pesca. Pero debían tener cuidado de no ofender a Poseidón porque su furia desataba tormentas en los mares.

Elena una noche fue a pescar con su padre al mar abierto, allí encontrarían los mejores peces y más grandes. Elena se encargaba de mirar las constelaciones. Orión era la estrella que los llevaría al sitio secreto en donde su padre le gustaba pescar.

Cuando llegaron al sitio secreto, lanzaron las redes y esperarían a que se llenarán de peces. El cambio de corrientes y temperaturas habían enseñado el viejo pescador que esa era la mejor zona para pescar y quería que su hija Elena, lo supiera.

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Luego de unas horas, las redes estaban llenas de peces y era tiempo de recogerlas y echar los peces al bote. Cuando estaban por terminar la faena Nikos el padre de Elena, siente un fuerte dolor en el pecho y cae al piso del bote.

Elena corre en su ayuda, y le pregunta a su padre que le pasa. Nikos casi no puede hablar y le dice que le duele el pecho. Que, si algo malo le pasa y muere, Elena debe encargarse de su madre, y del negocio de la pesca.

Elena asustada le dice a su padre que no se preocupe que no le pasará nada, y que ella lo llevará a casa. A los pocos minutos Nikos se desmaya y Elena debe cuidar del bote, su padre, la pesca y de regresar a casa.

Ella nunca había navegado sola a casa, su padre siempre le decía que estrellas mirar y como guiarse. Pero ahora estaba sola y debía trazar la ruta de regreso a casa sin equivocación o se perderían en el mar.

Su padre dependía de ella para navegar y llevarlo a casa. Elena se apresuró en recoger las redes, y levantar las velas.

Miraba constantemente los cielos y podía ver con claridad las constelaciones de Tauro, Leo, Aries, entre otras. Con el sextante comenzó a trazar el rumbo a casa.

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Rezó a Poseidón porque el mar estuviese tranquilo, y que los cielos fueran claros para ver las estrellas claramente.

Elena fijó rumbo al sureste entre las constelaciones de Tauro y Leo. Allí estaba su isla, su hogar a 5 horas de viaje. Constantemente revisaba sus cálculos y miraba los cielos.

Su padre seguía desmayado, pero respiraba bien.

Elena agradeció que su padre le enseñara los secretos de los cielos, porque gracias a eso podía navegar de regreso a casa. Cuando finalmente vio a lo lejos la isla, sintió un gran alivio por haber encontrado el camino a casa.

Al llegar a la isla, Elena consiguió la ayuda médica que su padre necesitaba. Nikos a las pocas semanas se recuperó y se sentía orgulloso de que su hija había aprendido a leer las estrellas.

Que dónde Elena fuera, siempre encontraría el camino a casa.

Elena aprendió que con solo mirar al cielo, vería que las estrellas le indicarían, que sendero debía tomar para desplazarse a donde ella quisiera.

Pero lo más importante era que en los cielos estaba grabado su sendero a casa.

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