La visita

―¿Hola Camacaro, que haces?
―Hola Mar, como helado de chocolate.
―¿Quieres ir a dar una vuelta?
―¿Vas a gastar algo?
―mmm no sé, lo que alcance con una moneda de aguacate que guarde de otro viaje.
―Listo, ya nos vemos.

Así inició una nueva aventura, esta vez con Camacaro visitando Pasto, no podía venir de verdad, así que conoció mi ciudad a través del celular. El volcán Galeras estaba despejado, saludando al visitante extraño. Debe sentirse privilegiado, a muchos su montaña no ha mostrado, por el contrario, la ha ocultado entre nubes pasajeras de color ahumado.

La plaza de Nariño centrada en la localidad, se ha convertido en un mercado fatal. Venden dulces, embolan zapatos y hasta alimento de palomas encuentras en todo lado. Camacaro quería volar, así que le compre globos en la plazoleta central, pero no se logró elevar y sin disimulo se puso a llorar.

Debía calmar su llanto, antes que pensaran que lo estaba maltratando; le compre maíz para las aves, para que las alimentara y calmara su hambre, todo esto pasaba frente a Antonio Nariño, que es la figura de bronce que está en el fondo del ladrillo.

Un parque de juegos en pleno centro que posee azules los letreros, se llama "Infantil" porque es para disfrutar sin fin.

Tiene cancha para el balón, praderas para tomar el sol, algunas máquinas con pesas, y una hermosa biblioteca, que estaba cerrada cuando Camacaro por ahí pasaba devorando un helado de guayaba.

Fuimos a hacer deporte, empezamos con el trote, luego saltamos entre máquinas, haciendo fila para usarlas, el del gorro se cansó y a la casa lo he llevado yo.

La calle del colorado, donde medio pueblo fue masacrado, a sus mujeres violaron, niños y ancianos asesinaron.
La senda se vistió de rojo por la sangre a chorros, orden de Simón Bolívar para acabar con la rebeldía, porque los pastusos por los españoles sentían empatía. Navidad negra la llamamos por los sucesos registrados y los muertos olvidados.

No estés afligido Camacaro, porque el 28 de diciembre esta calle de colores llenamos, se acercan artistas encantados y pintan figuras en el suelo pavimentado; le llamamos arcoíris en el asfalto, espero llevarte a dibujar gatos.

¡Oh!, ya veo que pintaste algo, un logo que ahora es verde, seguro no lo habías notado.

―¿Qué es eso? ―preguntó.
―Un centro comercial ―le dije yo; el primero en ser inventado en los años ochenta en Pasto. Tiene dos pisos grandes y comidas en alguna parte, el más antiguo frente a ti esta, junto a la plaza central, se llama centro comercial Sebastian.
No podemos entrar Camacaro, debemos a casa llegar por Waldo, él nos está esperando con ganas de paseos urbanos.

Paseamos a mi chandoso, lleno de pulgas y miedoso; creo que Michel le agrada, porque no le mordio la pata.

Camacaro es tiempo de retornar , tú helado se va a dañar, el bus amarillo te espera, para volver a Venezuela.
A sus clones agraciados he enviado agasajos, una rica galak ecuatoriana que un día compramos, espero alcance a llegar, porque quien la transporta la quiere masticar.

Gracias por la visita, aunque fue de mentiritas, hubiera querido hacer videollamada real, pero el internet no alcanzaba, por eso tuve que fingir con un celular tu presencia en mi ciudad.

Empecemos a borrar fronteras, a la final el mundo es de todos, aunque las galletas son solo mías, no lo olviden jamás.

Para la realización de esta publicación le solicitamos a @michelcamacaro su autorización. Él no sabía el contenido que vendría, sin embargo dijo sí, sin titubeos y con sonrisas, por eso enviamos un saludo especial desde la ciudad sorpresa hasta Venezuela.

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Créditos texto, fotografía y dibujos: Margarita Palomino

Voces teléfono:
Margarita: Margarita Palomino
Camacaro: Margarita Palomino
Helado: no habló.