BRAULIA, la gata blanca de mirada naranja.

Me preguntas ¿quién es Braulia?
Te diré, que es una gata blanca de mirada naranja, que siempre añoraba comida en su panza.

Caminando viene Braulia, entre los tejados de las casas, tiene sucia su blanca cara y a veces parece que cojeara. Lleva un cascabel escandaloso, que espanta a las almas, la noche se está acabando, es hora de entrar a casa.

No hay nadie esperando, ni notaron que andaba vagando, se sienta a mirar su plato vacío, pensó que le dejarían un poco de concentrado tibio. Por ahí siente un zancudo, lo saluda con rasguños, le comparte de sus babas, para refrescarle las alas, el pobre volador mojado queda pegado en el sofá anaranjado.

Cinco, seis, siete de la mañana, por fin suena la campana, se levanta Sara y se baña afanada, Braulia se queda echada mirando el vapor de agua, rompiendo la almohada con las afiladas garras, con un murmullo constante, por la campanilla que en su cuello carga.
Le dan comida, es arroz con salsa china, le pica la lengua escabrosa, pero eso a mamá no le importa, le suelta el retumbante collar, que la tiene agobiada con su sonar, sale a trabajar, el autobús la está esperando en la calle del manglar. Braulia se queda maullando, tiene hambre, la soledad de nuevo ha llegado, salta sobre el sofá naranja, ve pegado con babas al amigo con alas, con sus uñas sutiles lo levanta pausado, le ofrece café con melado, del que quedó en el fondo del vaso.

El sol se mueve de un lado a otro, la blanca gata lo sigue, buscando un tramo, espera que llegue la noche, con panza vacía, ya quiere comida. Entra a casa la mamá humana, trae en el bolso una pequeña caja, seguro es la cena tibia, que compartirá con la niña felina. Es tarde se apagan las luces, se sienten bramidos y algunos rugidos, Sara ronca bajo las cobijas, mientras Braulia maúlla con su hambrienta barriga, la humana olvido cooperar para que no tenga hambre más.

La ventana está abierta el zancudo se asoma, empieza su vuelo irá a la luna ahora, aunque con su pequeño cuerpo solo alcanzara la luz próxima. La gata lo sigue saltando entre tejas marrones, algunas se caen, qué ruido hacen. Se asoma Arturo, un hámster oscuro, saluda a Braulia y le pide que abra su jaula, se van de aventuras estos tres amigos, ojalá no les ladre el perro amarillo.

CONTINUARÁ...
Si la historia de Braulia continuará mañana.

Créditos Texto y dibujo: Margarita Palomino