BRAULIA, La gata blanca de mirada naranja. Parte II.

La gata tiene apetencia, no ha comido durante dos tinieblas, le huele sabroso y se acerca al plato hondo, hay carne fría con quinua molida, lo come azarada, no quiere darle al hámster ni al zancudo nada. Después de un rato, se siente mareada, le tiemblan las patas no ve nada, ya no maúlla, las náuseas la abruman, se cae al pasto, poco está respirando.

Julieta mira la caída, desde la ventana de la esquina, con quince años apenas no entiende qué pasa afuera, camina hacia la gata y le ofrece un poco de agua, pero esta la aruña y huye iracunda, tropieza entre arbustos, tiene mucho susto, ya no tiene fuerza, se queda echada no tienen sus patas potencia. Julieta la sigue, la envuelve en su saco, la lleva a la casa, su papá es veterinario, le dará medicinas que salvaran su vida, ¿de quién será esta gatita?, se pregunta la niña, pues no tiene placa, ni un lazo que diga que quizá está perdida.

El zancudo vuela, y por la ventana entra, se posa en la lámpara, la angustia aumenta, tratan de salvarla inyectando la pata; mientras tanto en su casa, nadie extraña a Braulia, aunque es raro que no esté acostada en el sofá naranja.
Diez, veinte, treinta días pasan, y Braulia se siente más alentada, mira en la ventana al hámster con nueces picadas, las trajo de su jaula para cuando la gata despertara, mientras el volador le zumba a modo de serenata; afortunada es esta gata con estos amigos del alma, que por pequeños que son demuestran cuánto la aman.

La gata blanca se cura, ya nada la amarga, se levanta y juega dañando las matas, el papá de Julieta obliga a sacarla, le molesta el ronroneo y los daños de Braulia, así que un día la lleva en el carro, y la deja botada junto a su almohada rosada.
Arturo no sabe que paso con Braulia, llego a visitarla, pero esta no estaba, el zancudo muy triste dice que no sabe nada, que se la llevaron en el auto y jamás volvió la pobre gata. Julieta solloza escondida bajo la cama, no entiende por qué papá se la llevó a su amiga blanca, y aunque pide explicaciones, no recibe más que regaños y sermones.

Braulia está solita con las estrellas que le hacen compañía, revisa el lugar buscando un terreno donde descansar, porque su almohada se mojó con el aguacero de hoy, maúlla con dolor, no entiende por qué la dejaron allá. De nuevo amanece, hay que caminar, ve pájaros volando intenta hostigarlos, pero le da pesar, así que más bien come un bonsái.

Braulia, La gata blanca y ojos naranja, podrá regresar a su hogar?
esta historia continuará...

Créditos Texto Dibujo: Margarita Palomino