El final de todo

El reloj en la pared con su incansable tic tac llenaba el silencio de la húmeda habitación. Todo estaba desordenado, los libros arrojados por todo el piso demuestran que alguien ha buscado algo. En la esquina de la habitación una niña llora incansablemente, sus brazos se abrazan firmemente a su torso y su nariz sangra sin parar aunque ella no lo nota, el dolor de su cuerpo le embriaga los sentidos.

Ella solo quiere olvidar todo, necesita el abrigo de su mamá; pero tiene miedo, miedo de que su madre no esté, que se la hayan arrebatado.

Afuera de la habitación resuenan unos pasos contra la desgastada madera y con cada sonido hueco, el cuerpo de la pequeña se estremece. Ella sabe quien viene por ella, sabe que él seguirá haciendo uso de su poder hasta que ella le diga lo que él quiere oír.

Pero ella no tiene nada que decir, su madre no le había dicho a donde iban. Tampoco le había explicado de donde obtuvo el dinero para abandonar el pueblo donde creció.

La puerta se abrió de golpe, los sollozos de la indefensa se hicieron más fuertes pero mantenía su cara oculta entre sus rodillas. La bestia se acercó lentamente observando cada rincón de la deteriorara habitación.

-¿Me darás una explicación?¿Me dirás con que hombre quería escaparse la mujerzuela de tu madre? - Su voz es agria, gruesa y sin una pizca de bondad. Sin esperar una respuesta toma a la pequeña por el brazo y la levanta del suelo.

Valiente, de su boca no sale ni un grito más, solo cierra sus ojos y espera el inminente golpe. Siente la mano de su progenitor estamparse contra sus costillas, una y otra vez. Ella resiste, con sus ojos bien cerrados solo pide a Dios como su madre le enseñó. El hombre la avienta por el aire y con un golpe seco, aterriza al lado del librero que se encuentra vació, su cabeza ha recibido el golpe mas fuerte y doloroso.

Todo a su alrededor está nublado, no puede ver bien que se ha hecho su padre; un pitido en sus oídos no le deja escuchar sus pasos y su cuerpo no reacciona para moverse. Él sigue alardeando de su fuerza, mostrando su ira golpeando lo que queda en la pobre habitación, pero ella no escucha nada, no puede oír sus gritos.

-¡Ocho años cuidándote! y ¿para qué? ni tu, ni tu madre me son leales. ¡Eres igual de basura que esa zorra!-

Con odio en su mirada se lanza a golpearla una vez más, pero se escucha una explosión, la sangre salpica el rostro del maltratado ser y el cuerpo del agresor cae al piso sin vida.

Muchas linternas entran en la habitación, buscando señales de vida de la pequeña. Unas manos tibias le tocan el cuello y la cabeza, con una luz alguien alumbra su rostro y la hacen parpadear. Su vista se empieza a adaptar y ve como los hombres uniformados se gritan unos a otros que ella está con vida y necesita atención urgente.

Un chico moreno la toma en sus brazos con delicadeza y le susurra al oído que todo estará bien, que se pondrá bien. Se dirigen a la puerta pero ve como más y más oficiales entran en su pequeña casa. Todas las luces siguen apagadas, pero al pasar por la sala ve el grupo de hombres frente a su televisor, alumbrando el piso donde solo se ve una pálida mano en un charco de sangre.

¡Ya no puede más! Todo el miedo, rabia y dolor se abren paso en su pecho haciéndola llorar a todo pulmón, pidiendo a gritos a su madre. Una oficial se acerca corriendo, la toma de los brazos del joven y la abraza contra sí muy fuerte. De inmediato escucha como afuera suenan las sirenas que había ignorado, las voces de muchas personas y el llamado de la dulce voz de su tía que con gran desespero llegó al lado de la oficial y toma la mano de la pequeña, pero no intenta cargarla, sabe que deben llevarla al hospital. La oficial sigue su recorrido hasta la ambulancia desde donde escucha como su tía da las declaraciones.

Explica como sabía que su hermana y su sobrina estaban en peligro, como ella les había invitado a que se marcharan a otra ciudad, huyendo del hombre que tanto las maltrataba. Pero las había descubierto; su hermana solo logró enviarle un mensaje de texto diciendo que su cuñado se enteró del plan.

El oficial con voz suave le informa lo que ya la pequeña conoce, su madre ha muerto. Los sollozos de su tía no se hacen esperar pero ella ya no quiere escuchar más nada, así que con esfuerzo levanta las manos y se tapa los oídos fuertemente impidiendo que cualquier ruido traspase la barrera que ha creado.

¡Estaba sola! No tenia un hogar, no tenía a su mamá, sin ella era como si todo hubiese llegado a su fin. Como si la vida no tuviese sentido.