Lluvia

En Málaga, hoy llueve, al fin a mediados ya de Octubre el otoño nos muestra algo de lo que se presupone a esta estación, y como siempre, no viene a poquitos, esta mañana en medio de la oscuridad reinante de las siete de la mañana, se empezaron a percibir lo que creía que eran fogonazos de algún vecino con problemas para encender una luz en alguna terraza de los bloques colindantes, no era así, el chispazo vino acompañado a los pocos segundos por el bramido agónico de la naturaleza que empezó a desatarse.

La señal de televisión, se ha quedado como consecuencia de eso, estática en una noticia sobre una empresa que ha presentado suspensión de pagos, que raro, en la provincia con más paro de España, creo que es la única forma, aunque sea metafórica, simbólica y sobre todo temporal que ha tenido visos de resolverse el problema, en los tiempos que corren, manifestarse en la puerta de un ayuntamiento fantasma de una ciudad subsidiada y pensionista, no creo que de rédito alguno más allá de los consabidos dos minutos de televisión que para lo único que sirve, es para apretar, más el culo, si cabe.

La lluvia cae, en estampida salvaje sobre el asfalto como si no hubiera llovido nunca y ahora tuvieran que caer todas esas aguas acumuladas por designio de algún dios pagano, la calle sigue oscura, desconozco si no hay luz porque no han sincronizado aun las farolas a la nueva estación o que simplemente un par de buenos truenos y relámpagos hace que las formas más básicas de civilización, cesen.

En mi ordenador, suena “Nebraska” de Bruce Springsteen, su tono melancólico y sobrio casa perfectamente con la oscuridad y los claxons de los coches que ordenadamente van colapsando las avenidas de esta Málaga que no está ni preparada ni para la lluvia ni para el sol, es una ciudad instalada en la precariedad desde la plaga de la filoxera y la caída de la industria a principios del siglo pasado, que no sabe muy bien si va o viene y afronta el devenir de los tiempos a merced de los intereses partidistas de turno.

Leo noticias sobre adolescentes que tiran botellas a los indigentes que duermen o mal viven en las playas no las que ven los turistas, las playas de los barrios donde lejos del oropel de la avellana del centro, la mugre persiste, crece y da pátina de miseria a esta tierra, ahora sacudida en esta mañana por la lluvia torrencial que de momento no cesa.

¿Qué lleva a los adolescentes a hacer esto? ¿Qué puede haber de divertido en agredir a estos seres humanos en el paroxismo de su precariedad? ¿Qué puede haber de lúdico en prender fuego a los contenedores de tu barrio? Sin el sostén siquiera de una huelga de basura, los desaprensivos, están faltos de excusas, por no decir de argumentos, el crecimiento de la barbarie, siempre es reprobable.

¿Qué lleva a unos pocos privilegiados a mover banderas en nombre de algo mil veces sobado y manido a defender no se que intereses espurios? La desesperación, tiene muchos rostros y estos estados de excepción avivados lleva a pensar que todo vale o que quizás por esa vía, se pueda encontrar al fin, el nirvana de todo lo que le prometieron.
La desesperación, ya digo, campa a sus anchas y nos gusta aborregarse en vez de con pausa y tino, buscar una salida, el mediterráneo, adora el cortoplacismo, seguiremos así en el bucle de los tiempos.

Con la segunda taza de café con leche, el día lo merece, me ha dado por pensar en los pocos momentos que hemos revertido esa tendencia natural a la catástrofe y a la ansiedad del hoy y ahora, quizás parezca extraño, pero he pensado en el Barça de Guardiola, como maceraba la pelota con uno y mil toques buscando en el ajeno ese momento de hastío y desesperación para llegar a la suerte suprema del gol una y mil veces. Dejar la desesperación, en ese ansia de robar el balón cuando lo has perdido, ese ansia por recuperar, para que todo vuelva a ser como era, un dominio pausado y aplastante, ese rodillo del yo yo y yo, todo el tiempo.

Va saliendo el sol, la luz ilumina lo que hace diez minutos era oscuridad y agua, ya apenas llueve una leve llovizna, nada de lo que resguardarse, apenas se escuchan los claxon, la voz de Springsteen sigue sonando, reverberada, ronca, sola, interrumpida apenas por una armónica, más triste aún que la voz que acompaña, parece que va a ser un buen día.

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