Suelo preocuparme más de lo que debo por las cosas, a tal punto de preocuparme más de lo que me ocupo y eso es un gran error. Hace muchos meses decidí tomar cartas en el asunto y me puse a trabajar en mi desarrollo personal, algunas de esas cartas que he tomado consisten en poner en práctica ciertas filosofías que he dejado en distintos posts por acá en el blog y otras que aún no he escrito.

No se trata de regirme por una religión o una filosofía única, por el contrario he tomado cada una de las filosofías que he encontrado y las he puesto en práctica poco a poco, he comenzado a practicar yoga y a meditar por lo menos 4 veces a la semana, también he implementado algunas prácticas de la Kabbalah y otras del zen, en fin he hecho un arroz con mango al mejor estilo del Ligia, pero no me lo tomen a mal, me encanta ese arroz con mango porque me siento tranquila conmigo misma, y sé que de una forma u otra ayudo a quienes me rodean.

En esa filosofía tan personal que estoy creando, solo tengo en cuenta el hecho de sentirme bien conmigo misma y no lastimar a nadie al mi alrededor, porque creo fervientemente en que nuestros derechos terminan cuando afectan a otro.

Sin embargo, no todo es paz y amor, para sentirme bien conmigo misma también he tenido que aprender a mandar muchas cosas a la mismísima mierda, comenzando con las opiniones de otros y he tenido que aprender a ser muy perceptiva y diferenciar a quienes de verdad me ofrecen un consejo porque les importo y a quienes simplemente me dan un consejo por el simple hecho de opinar, sin el que importe nada mi bienestar.

En esta nueva faceta de mi vida he aprendido a soltar más, especialmente aquellas cosas que escapan de mis manos el poder resolverlas. Y he dejado de preocuparme por las opiniones de otros, especialmente porque sé que uno de los proyectos que estoy a punto de lanzar dará mucho de qué hablar y aquellos que primero hablaran (y no creo que positivamente) serán mis familiares.

Mandar todo a la mierda no es sencillo, porque en primer lugar no es literalmente todo, sino aquellas cosas que entorpecen tu vida o no aportan nada a ella, así que tienes que aprender a distinguirlas de las verdaderas cosas importantes. Y en segundo lugar nos han acostumbrado desde pequeños a que todo tiene que importarnos demasiado, entonces es una costumbre que tenemos desde que comenzamos a tener uso de razón, por lo que en pocas palabras hay que desacostumbrarse a ello.

Hoy les daré unos consejos básicos que yo he puesto en práctica para todo este proceso y les diré que aunque es difícil acostumbrarse a ello, les aseguro que el resultado es más que reconfortante, así que dejaré de hablar tanto del tema, para presentarles:

En mi opinión esta es la clave de todo y no por la frase trillada de “si tú no te aceptas los demás no lo harán”… eso es mentira, igual al que no le caes bien no te aceptará, pero si tú te aceptas tal cual eres, te va a valer porquería que otros no te acepten.

Les contaré una pequeña anécdota, desde hace un tiempo me dejé engordar, nada del otro mundo, sino que comienzo a creer que este es mi verdadero peso fuera de las ensaladas y las restricciones de comida, no estoy obesa, pero tampoco estoy delgada. A principios de año este peso me mortificaba muchísimo y hasta llegué a llorar un par de veces por ello. Hace casi 4 meses me dije “O.K. niña para de sufrir, tu eres corpulenta y eso no va a cambiar, así que acéptate de una vez por todas… las gordas también son bonitas”, así que me dediqué a mirarme todos los días al espejo, a mirarme bonito, a ver esas cosas que me gustan de mi cuando estoy en el peso actual, y también comencé a ver esas cosas que no me gustaban, porque tenemos que estar consciente de nuestros defectos. El punto de la anécdota es que constantemente me consigo a personas que me dicen “pero qué gorda estás…” por lo general sonrío, porque yo sé que estoy gorda, pero que me lo digan ya no me afecta, desde el momento en el que comencé a aceptarme. Porque no me dicen algo que yo no sepa y principalmente porque sé que a pesar de mi peso no dejo de ser valiosa y bonita.

Yo me di cuenta que caer bien ya había pasado de moda y que no necesito caerle bien a todo el mundo, porque caerle mal a algunas personas también está bien. Yo sigo siendo una persona amable con mis semejantes, educada y comprensiva, y de allí si a alguien no le caigo bien, eso no está en mis manos. A donde vayas siempre habrá alguien al que no le agrades, es cuestión de compatibilidad. Mientras tengas en tu conciencia que no le has hecho nada para alimentar el concepto que tiene de ti, todo lo demás debe valerte a porquería.

Es una realidad, a la gente en general nos gusta juzgar a otros sin conocer sus razones, es naturaleza humana. Así que debes tener presente que alguien justo ahora te está juzgando y que cuando ese alguien deje de juzgarte, otro comenzará a hacerlo, porque no conoce tus situaciones y tampoco le interesan, solo le entretiene juzgarte. ¿Cuál es la solución? Que te valga porquería, porque es algo común y no puedes limitar tu paz a ese tipo de situaciones, porque en todo caso no tendrías paz. Haz las cosas bien, sin daña a nadie y defendiendo a quienes te importan, del resto puede juzgarte hasta el sacerdote de tu localidad. Te aseguro que aquellos que de verdad te conocen, entienden perfectamente tus razones, y si no las entienden por lo menos las respetan.

Solemos juzgarnos sin piedad a nosotros mismos, no damos tregua alguna a nuestro errores, nos los recordamos una y otra vez al espejo, siempre “estamos poniendo sal en la herida” como quien dice y así no vamos a llegar a ningún lado… no digo que los errores deben valernos porquería, pero sí no debemos enfrascarnos en ellos, hay que tomarlos como referencia para no volver a cometerlos en un futuro y tratar de remediar los daños que han dejado, pero también hay que saber pasar la página y estar consciente que todos cometemos errores, de ellos está llenos el mundo.

También se nos olvida felicitarnos por aquellas cosas que hacemos bien, les haré una pregunta muy en serio… ¿Cuántas veces se han mirado al espejo y se han felicitado por sus logros? Muy pocas veces, ¿cierto?

Dense un momento para felicitarse y así cuando otros le restrieguen en la cara lo que están haciendo mal ustedes sabrán que puede que sí estén haciendo algo mal, y que deben corregirlo, pero también sabrán que hay muchas cosas que están haciendo bien. Y es justo en ese momento donde la opinión del otro les va a valer porquería.

Mira en tu interior las cosas antes de hacerlas, así sus resultados están justificados y ustedes tendrán la conciencia tranquila, que es una de las cosas más sanas de este mundo. Por ejemplo, yo antes de hacer algo últimamente me detengo un momento y miro hacia mi interior, me pregunto “¿cómo me hace sentir esto?” “¿cómo podría afectar esto en un futuro a Lucas?” “¿esto afectará a los que me quieren?”… si los filtros que hayas determinado pasan la prueba, pues ningún resultado estará mal.

Queridos lectores, espero que les haya gustado este artículo, es exageradamente sincero y les ofrezco una gran disculpa por el vocabulario utilizado, sé que no es mi estilo, pero hay cosas que simplemente son y este tema no deja de ser, lo expresé como deseaba y espero que les sirva de ayuda para cualquier aspecto de su vida.