Carta de amistad para un viejo amor

El tiempo nos ha consumido. Enero es la apertura de cada año desapercibido. Los días han transcurrido, los meses sido testigo de nuestra constante evolución. ¿Cuántos años ya. 5, 7?, realmente lo olvidé; para ser francos, la relatividad se adueñó del paso de los días y el tiempo se vio afectado por ella mismo.

Hoy, aprovechando la conmemoración del amor en una fecha, aprovecho este 14 para escribirte a ti, y hacer de esta, una carta de amistad para aquel amor fugaz, fugaces todos los amores son, el tiempo no da a basto para los sentimientos que se almacenan en el recipiente de la ilusión. Recuerdo con alegre nostalgia todos aquellos momentos. Descubrí en tus ojos la magia que a mis días falta le hacía, descubrí en tus besos inspiración para hacer nacer de nuevo versos, descubrí en ti, la porción de mi existencia que se había perdido entre los rastros del destino. Admito firmemente las acciones posteriores a nuestro caótico desenlace, aquel que nos llevó a la trágica decisión de separarnos, pueden no haber sido las más adecuadas, las más prudentes y ciertamente, las más lógicas tampoco. Acepto que los primeros meses fueron un calvario digno de ser recreado en las páginas más tristes de las historias de mi vida, y no por las circunstancias que me rodeaban, sino más bien, los sentimientos que me acogían. Admito al mismo tiempo, que luego de maldecir mil veces al pasado, a mis acciones, y al injusto destino por haberme destinado a sufrir en el silencio de mis sollozos, agradecí cada detalle que tuvo la vida por haberte tropezado y ser desviada al camino que yo había recorrido. ¡Torpe destino! Pienso que más que acciones del mismo, fue este un tanto descuidado y te dejó tropezar y caer entre mis brazos; difícilmente, algo tan maravilloso estuviese condicionado a llegar a mi ajetreada vida y simples ideales.

Los días fueron pesados y las sonrisas escasas, y como un simple y enamorado mortal, preparado para tu partida no estaba. Mis sueños eran reales y tangibles, sin embargo la idealización de mi futuro había sido junto a ti. Conozco un poco de tu destino, de tus acciones, de tus labores y los residuos que llegan como noticias de ti. Desconozco mucho de tus suspiros, de tus lamentos, de los recados que tuvo el tiempo para ti; y por ello, aprovecho esta simple línea para efectuar mi disculpa, por llevar un pensamiento unilateral sin siquiera cuestionar que ese dolor podía ser algo compartido, al menos en una minúscula parte por ti también.

Innecesario es ya hablar de nuestro pasado, la historia escrita está en nuestras memorias, aunque vigente no esté en nuestro presente, los recuerdos danzan hoy en día con un aire inmenso de alegría, casi como si jamás se hubiesen agotado aquellos días. Danzan en mi mente de forma alegre por la simple razón de haberlos presenciado, y aun mejor ¡de haber sido parte de la obra principal!

Así que nada más. Culmino estas palabras como una despedida y la vez como una invitación. Una despedida a los temores, a los rencores y a la negatividad de vivencias percibidas desde la ausencia de tu ser. Dejo esta carta como una invitación a nuevos tiempos, a nuevos días, alejados del huracán de palabras y acciones que representaron nuestros sentimientos, y cerca de nuestra perspectiva actualizada del amor. Quiero decir, que me despedido del pasado, y le invito, como testigo o como simple espectadora de mi constante evolución; para reir, para añorar, y al mismo tiempo, olvidar.

Quiero por un instante, desistir de la absurda realidad que se dibujó alguna vez, y encantar esos recuerdos danzantes una vez más, sin el amor que nos conmovió alguna vez.