La era del programador

El Entrevero, plaza homónima de Montevideo

No sé cómo habrá sido, en tu país. Lo vislumbro, pero no puedo afirmarlo. Te digo sí, que en el mío, hubo varias eras. Cuántas, todavía no sé. Estoy escribiendo sin saber el final. Como los abogados. Como mi padre.

En el principio, fue la era de los caudillos. El populacho vivía guerra, y bebía sangre. La tierra logró su conocido color púrpura. Los verdaderos héroes vivían sus vidas esperando pasar desapercibidos de las ordas de palurdos que seguían a los caudillos y mataban y eran matados a punta de tijera de afilar, en amasijos de caballos y jinetes, en degüellos de prisioneros que duraban días, entre risotadas y carne asada y tirada y desperdiciada. La gente era asaltada, degollada o achurada. Y los caudillos prosperaban. Un siglo entero, así.

Luego, alguien fundó la Universidad de la República, y nació la era de los abogados. Era la única carrera, la de dotor. Si eras dotor, eras admirado y rico, y bondadoso, y magnánime. Si no eras dotor, eras naides. Los abogados crean y conocen las leyes. Tenemos la ilusión de que conocen la lengua. Tal vez fue así en los primerísimos tiempos. En los tiempos de los dotores poetas, o filósofos. Pero la realidad, lo grueso, es que el dotorado todo pisotea el castellano como el que más. Generan esa parla leguleya tan antilengua. Ese seudocastellano pretensioso.

¿Cuánto duró, la era del dotor? Medio siglo. Luego vinieron los médicos. El aparato Leviatán creció lo suficiente. La Universidad de la República generaba tantos doctores como dotores. La mentira oficial transformó a los galenos en dioses. La promesa pública les dio esa ola, y la surfearon hasta hacerse con el poder. Hoy hay que ser doctor para ser alguien. Los doctores son magnánimes y millonarios. El río de la cornucopia de juan pueblo fue desviado hacia los estetoscopios. Llevan cincuenta años en el pescante del país. El presidente: ¿qué profesión tendrá? Adivina, adivinador.

La era del programador arribará en pocos años, de la mano de Satoshi Nakamoto. La cadena de datos volverá obsoletos a los contadores y los ingenieros. Para vivir, para abrevar, para acceder a la magia, habrá que recurrir al programador, como antes al caudillo, al dotor, o al galeno. El que sabe python te será menester, para poder comer, o bailar. Cuando quieras cagar, deberás pedirle una clave hash a alguien que sepa Java, o SQL. Sin un amanuense Linux, no podrás cobrar el sueldo, o tomar un ómnibus. Falta poco, en mi país. En el tuyo, no sé. Lo vislumbro, empero. Tal vez ya cobres en Bitcoin.