Ella resignada, se mira en el espejo y ve arrugas en su cara, la tristeza notable dibujada en sus labios, una lágrima corrió por su mejilla, se dio cuenta que desperdició su vida, esperando a la nada.

Quince años después del doloroso fallecimiento su pareja, se da cuenta que teme salir, arreglarse, aventurarse, abrirse a una nueva oportunidad, ya a su edad, habrá dejado pasar el tren de la oportunidad, este siguió de largo y la abandonó en la parada. Le arrebataron sus sueños, la muerte es increíblemente dolorosa, está consciente ahora que perdió años, semanas, días y horas valiosas, acompañada de tan solo un lápiz y unas hojas, con tan solo unas pocas notas.

Mucha tristeza abunda en su ser...

Hoy preguntaba a sí misma ¿cuando fue la última vez que sintió que alguien erizaba su piel?. Lógicamente pensó en su pareja fallecida, y con lágrimas amargas corriendo en sus mejillas, sabia que era el momento de dejarlo ir y a la vez, consciente que a su edad, las oportunidades de volver a amar, son muy difícil de volver a sentir, de volver a vivir, no se sabe que es peor, si dormir en el sueño de la muerte, o estar muerto por dentro sin ninguna chispa de sentimiento que ofrecer y sentir por alguien más.