Mi amigo Alexander

Una tarde de plaza, frente al Castillo San Carlos de Borromeo, mi padre me llevó a jugar con una vieja pelota de goma, especial para rebotar y practicar algunos lanzamientos. Era el único juguete o implemento que mi padre el gran Soldador me había regalado en mucho tiempo, pero lo más importante era el tiempo compartido, el cual se lo agradezco, porque me hizo un hombre de mucho beneficio.

Aquella tarde varios chamos en la plaza lucían sus juguetes, bicicletas, papagayos y hasta un niño más pudiente tenía un carro que brillaba pero parecía no estar muy alegre, creo que la gente no se le acercaba por lo limpia que lucía su ropa, a veces el mundo es así de extraño en estas cosas.

De repente la pelota, rebotó en aquel aparato, el niño me miró con cara de sorpresa, me asusté por un momento, porque pensé que papá tendría que comprar aquella pieza, pero la sorpresa de una sonrisa nos encontró a los cuatro, porque aquel niño y su padre se acercaron a pasar la pelota con gran destreza..

Mi nuevo amigo Alexander, que alegría aquella tarde de ese encuentro afortunado, nuestros padres vestían muy diferentes pero la mano se estrecharon. Y nosotros desde ese momento nos sentimos como hermanos.

Allí comenzaron las incontables travesuras, los días de juegos, mi amigo hoy abogado, el cual aprecio de forma eterna. Luego les compartiré nuestras aventuras y días de pescas. Hoy les dejo el mensaje de que la amistad puede estar en cualquier plaza de mi bella tierra.

Me despido dándole las gracias por aceptarme como uno de ustedes y esto es solo un abre boca de tantas cosas y anécdotas que les pudiera contar de mis días, hay quien dice que si me pusiera a contar mi vida pudiera escribir un libro que tengo más historias que condorito, jejeje….

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