Este fin de semana fue de aventuras, y que mejor que hacerlo en compañía de un gran grupo de gente buena como lo es la de Peluche Adventures, un equipo de guiatura en Venezuela que gracias a ellos hemos conseguido conocer rincones que jamás esperamos encontrar en nuestro amado territorio. El sábado pasado nos tocó conocer un sitio diferente, alejado, pero no tanto de la ciudad y que alguna vez fue muy transitado. Se trata de el Tren de “El Encanto”, ubicado en el parque de “El Encanto”, de la población de “El Encanto” de la ciudad de “eh eh…” Los Teques, Edo Miranda.

La historia de este tren data desde su inauguración en 1894, funcionando como ferrocarril de transporte desde Caracas a los Valles de Aragua (actualmente Valencia) y siendo la estación de El Encanto un destino turístico rodeado de grandes árboles, pinos y eucaliptos alrededor de piscinas y sitios recreacionales. Sus comienzos datan del siglo XIX con la creación del Gran Ferrocarril de Venezuela, un proyecto de construcción en la creciente época.

El tren contaba con una locomotora a vapor y un motor diésel muy moderno para aquellos años, el proyecto de construcción incluía de la creación de un sistema de rieles con acero de excelente calidad y bajo la tutela de empresarios ferroviarios alemanes, de hecho, las fachadas arquitectónicas de la estación recuerdan mucho el viejo estilo europeo. El proyecto era muy caro y demandaba de una gran cantidad de recursos por parte de los inversionistas, entre ellos el mismo gobierno de Antonio Guzmán Blanco, quien al final no lo pudo concretar y fue el General Joaquim Crespo quien lo inauguró para el primero de febrero de 1894.

Bueno bueno… dejemos de hablar de historia y empecemos con el viaje:

Después que contactamos a nuestro fabuloso amigo y guía Jorge (que de cariño le decimos peluche), nos encontramos en la ciudad de Los Teques de donde tuvimos que tomar un bus hasta el sector de la población de “El Encanto”, son aproximadamente 15 minutos de un viaje donde tuvimos la oportunidad de conocernos como grupo y seguir las instrucciones. Al salir del bus, nos esperó una travesía en bajada un poco larga a través de la mismísima población y donde el guía nos explicaba que con el pasar del tiempo las adyacencias de la estación fueron poblándose por campesinos que se establecieron en comunidades y formaron las actuales viviendas de hoy en día.

Seguimos de bajada y justo al final del camino nos arroja a una vereda muy estrecha que desemboca en el bosque, se puede ver como la vegetación arbórea nos arropa de repente para formar obstáculos naturales de todo tipo y guiarnos por un mismo camino, esquivas ramas, saltas rocas, te deslizas en la arena, te mojas en los charcos, te pican los mosquitos (y mucho, así que lleven su repelente de insectos porque me arrepentí de haberlo olvidado).

En un momento llegas a un tramo donde un muro de piedra te separa del próximo destino y encuentras los vestigios esqueléticos de unos rieles incrustados al suelo con sus características piedras alrededor. Es un camino corto hasta el primer vestigio de puente que encontramos. Y digo vestigio con toda la razón de que solo le quedan las vigas laterales.

De hecho, para poder pasar con cierta seguridad tienes que ir cuidadosamente arrastrando los pies para no perder el equilibrio, y lo más importante: “no mires hacia abajo”.

Una vez atraviesas lo que alguna vez fue un puente para trenes sigues por los antiguos rieles de un ferrocarril de velocidad promedio 20km/h, llegamos a la estación “El Encanto”.

El panorama luce completamente abandonado, una infraestructura colosal de lo que fue una magna estación. Con amplios espacios para la circulación peatonales y en el centro, una locomotora que tras su cese de funciones pudo circular con vagones de transporte humano o animal (llamadas bestias en aquel entonces).

Los muros, pisos, escaleras y cualquier rastro humano se tapizan de la selva tropical indomable que se escurre entre cada ranura de tierra y luz que se deja filtrar.

Una de las características especiales de este viaje es que luego de un sendero atravesado de cascadas y riachuelos naturales se dejan reposar increíbles pozos de agua dulce donde muchos tuvimos la oportunidad de disfrutar de darnos un baño de agua increíblemente helada, debo ser sincero y decir que fue gracias a la desesperada comezón de los jejenes (pequeños mosquitos y muy fastidiosos) que pude atreverme a darme un baño tan frio, y no me arrepentí jejej.

Al final y luego de una comida y compartir grupal llegó el momento del retorno y como se esperaba pues luego de una bajada estrepitosa tocaba subir y ejercitar un poco los cuádriceps.

Afortunadamente no paso nada.. solo mi pierna que casi me derriba por más de 25 metros de altura, casi nada.

Sinceramente una grata experiencia el conocer este país de tantos destinos, tantos lugares, huequitos y rincones.