Los espectros de Cáceres [Relato de terror #6]
Es una mañana cualquiera en el Museo Árabe de Yusuf Al Burch en Cáceres durante el caluroso verano de 1984.
Los visitantes, turistas venidos de distintos lugares de España, Europa y el mundo llenan las calles de esta ciudad española alguna vez poblada por romanos, bárbaros y musulmanes en siglos pasados.
Muchos de ellos no pueden dejar pasar una visita al museo más famoso de la comunidad de Extremadura, sus antigüedades, recuerdos de épocas pasadas de la historia española, son testigos de una época extinta, exótica, fascinante, llena de leyendas, magia y mitos urbanos que recorren las habitaciones y pasillos del antes palacete Yusuf Al Burch.
José de la Torre abre sus puertas todas las mañanas a las 9:00 a.m. recibiendo a los visitantes siempre con esa sonrisa encantadora, pero enigmática y algo esquiva, como si algo no quisiera contar.
Los turistas se pasean por el laberinto de pasillos y habitaciones en el edificio de dos plantas, fascinados con lo que sus ojos ven. De vez en cuando ven a algún visitante corriendo, como si quisiera huir de algo, y salir a la calle tratando de recuperar el aire, como si una violenta presión se hiciera presa de su pecho.
-“Son cosas del caluroso verano” -dicen los turistas poco impresionados-.
Otros en cambio palidecen ante lo que sus ojos ven, pero su boca calla, saliendo como almas en pena fuera del museo, sin siquiera voltearse a mirar detrás de ellos.
-Seguro tuvo una emergencia o se le perdió algo -dicen de nuevo los turistas poco impresionados-.
Cámaras de fotografía o video con pilas que se descargan repentinamente al entrar al museo o habitaciones con tres grados bajo cero en un verano de 42º C, son experiencias que algunos pocos turistas presencian, narran, pero pocos les creen. Al fin y al cabo el museo es tan hermoso y enigmático, que seguro las viejas historias de misterio les han jugado una mala pasada a algunos visitantes, quienes dejan volar su imaginación, viendo o sintiendo cosas que no existen.
Solo José y su hijo Alberto saben lo que ocurre.
A las 5:00 p.m. el museo cierra sus puertas y con ellas las curiosa presencia de los visitantes en el museo.
El palacete respira de nuevo… pero no sus habitantes.
José y su familia aprovechan de reunirse temprano para realizar las labores de limpieza y cenar antes de las 9:00 de la noche. Saben lo que los espera.
Después de esa hora todos deben resguardarse en sus habitaciones, cerrar las puertas y no salir hasta el amanecer.
Las noches se llenan de voces y pasos apresurados sin rostro, golpes violentos en las puertas, luces que se encienden y apagan, líneas de teléfono que no sirven.
José sabe que si su esposa o hijo salen de la habitación, nunca más volverá a verlos. Así perdieron a su hija Carmen cuando ella tenía tres años de edad. Nadie sabe dónde está, solo los espectros que acechan sus cuerpos.
José también sabe que no pueden abandonar el palacete, está maldito al igual que todos aquellos que duermen una noche en él. La única manera de vivir es permanecer en silencio, ese fue el pacto al adquirir el edifico por las jugosas sumas de dinero que da a lo largo de los 365 días. No importa la estación del año, siempre tiene el mismo número de visitantes semanales cuando sus puertas están abiertas: 969.
Todos aquellos que han intentado ayudar a la familia de José han fallecido bajo extrañas circunstancias días después de hacer contacto con los invisibles invitados.
José y su esposa aman la posibilidad de ser libres, pero para ellos es más valioso el dinero que les da el museo después de una vida de pobreza.
Alberto, no piensa igual, es un joven de dieciséis años que sueña con ser libre, viajar y conocer el mundo.
Una noche, después de culminar una jornada más en el museo, todos se fueron a sus habitaciones, cuando el rito de los espectros comenzó de nuevo.
Ya Alberto había pensado en todo, lo había ideado y repasado en su cabeza por meses. El viernes 13 de abril se iría para siempre sin decirle nada a sus padres. Ya estaba decidido, nadie lo iba a detener. Iba a enfrentar a los espectros si era necesario.
Alberto se dispone a salir de la habitación una vez los pasos se han alejado. Abre con cuidado la puerta de su cuarto con mochila en mano, pero en lo que cruza fuera de la habitación pasa algo inaudito: todas las luces de la casa se apagaron.
Guiado solo por la luz de la luna y la iluminación de la calle, Alberto se arma de valor y corre desesperadamente desde el segundo piso hasta la entrada del museo. Todo estaba decidido y nada o nadie lo iba a detener. Por lo menos, eso pensaba él.
De repente siente una violenta presión sobre su pecho y como si alguien lo abrazara repentinamente desde atrás, sujetándolo con delicadeza, pero al mismo tiempo con fuerza.
Alberto siente la calidez del cuerpo de una mujer y su respiración en el oído. De inmediato pensó: mi madre me ha atrapado…
Pero cuando escucha la voz de la fémina en su oído, sabe que su cuerpo y su alma ya no le pertenecen. Esa dulce voz de una época pasada solo le dijo: -Ahora.
En ese preciso instante Alberto siente como su corazón y miembros son extraídos rápida y violentamente, observando como la sangre abandona su cuerpo. Lo único que se escuchó de este adolescente fue un fugaz grito en la oscuridad.
José y su esposa no escucharon nada, ya estaban habituados a ruidos extraños.
A la mañana siguiente José y su esposa se levantaron, arreglaron y prepararon el desayuno, sin olvidar apagar las luces y acomodar los muebles que cada noche eran movidos de lugar.
Al buscar a su hijo en la habitación, su madre se percató que Alberto no estaba. Todo el cuarto se encontraba como si su hijo nunca hubiera dormido en la habitación. Lo único extraño fue ver una mochila en el piso. Al abrir la misma la mamá entendió que Alberto había intentado huir, pero no lo logró. Ahora comprendió de dónde había nacido ese fugaz y doloroso grito de la noche. Su corazón se embargó y llenó de tristeza; su último hijo se había ido para siempre a un mundo del que ella no lo podía salvar. Ahora es un alma en la oscuridad.
Cuando José entró al cuarto para ver porqué no bajaban a desayunar, también entendió todo. Solo cayó al piso con todo el peso de su cuerpo, quedando como un animal en cuatro patas, sollozando y gritando de dolor.
En ese momento, Leticia lo abrazó y le dijo:
-José, alégrate amor mío, era el sacrificio que nos hacía falta, recuerda que los espectros nos dijeron que si les dábamos dos almas jóvenes en sacrificio durante sus noches de paseo, seríamos libres para vender el museo e irnos a disfrutar de la riqueza que tenemos.
En ese momento el rostro de José se transformó: sonrió como nunca antes en su vida, con un brillante resplandor en su mirada y solo dijo:
-Por fin somos libres…
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¡Gracias por el apoyo @simon.bolivar!
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Vale la pena leerlo completo. saludos
¡Gracias por leer el post y tú recomendación! Saludos y todo lo bueno.
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