Reflejos de mis Sombras 18: El Juicio de Lucía
El motor de la furgoneta retumbaba en los oídos, aun sangrantes, de Lucía. Cada bache estremecía sus debilitados huesos y hacía apretar la mandíbula con fuerza,para ocultar el miedo frente a sus vigilantes armados con fusiles.
Pero también estaba Eva, su madre. Mi abuela. Y al verla con la cabeza gacha, el pelo húmedo, mal vestida, sí temía; mi madre temía porque si el fin fin de ese viaje era la muerte, dejaría a su hermana huérfana y sería otra culpa que arrastrar y tal vez sea esa, la que la tierra no perdone.
Pensaba en la Nuna, qué estaría pensando, pucha mi hermana. Siempre me cuidó a pesar de lo que hubiera dicho tu abuela intentó protegerme. Siempre se sacó las mejores notas, siempre fue la más ordenada, impecable. No la envidiaba, hacía todo para que llegara su momento, el momento de ir a la universidad y escapar de esa realidad psicótica de nuestra familia. Pero qué sería de ella si mataban a la mamá, qué sería de ella sola en este mundo.
Cómo me iba a imaginar yo, todo lo que había hecho, que ella sola se había movilizado sola para contactar con Luis, con los de la DC, todo lo hizo ella y yo preocupada… era muy fuerte, pero yo no lo sabía… aún.
De pronto la furgoneta se detuvo, se escuchaban voces fuera y se abrió la puerta. “Bajen, bajen” dijeron los militares. Las llevaron a una sala con una mesa presidida por un hombre vestido de civil, un traje gris, gordo y marcas en la cara.
Las empujaron a unas sillas junto a un hombre joven, también vestido de traje, detrás otras personas que Lucía no conocía.
-Señora póngase de pie-. Dijo el hombre gordo mirando a Eva.
Ella en un arrebato de supervivencia se puso en pie erguida y acomodándose el pelo con coquetería dijo - Me va a disculpar, pero no me dieron champoo y tengo el pelo horroroso, no sé qué hacer con él-.
El comentario descolocó al hombre gordo e inquietó a los militares, mientras, ella miró directamente al frente, como si ninguno de esos días de torturas hubieran pasado, como si sus piernas tuvieran fuerzas como si su pelo realmente le preocupara.
Entonces tomó la palabra el hombre joven “Señor Juez”, “Señor Abogado” interrumpió jocoso el hombre gordo acomodándose en su silla.
-Señor Juez-. Continúo el abogado- Aquí el abogado Cebech Urru…-
-Cebech Urrutia presentando HABEAS CORPUS- volvió a interrumpir el juez con voz hartazgo, suspiró hondamente y continuó - Declara la presente haber sido detenida legalmente y no haber sufrido daño alguno…¿Señora?
El Juez miró fijamente a Eva.
En ese momento la mujer apretó los puños, sonrió y cuando iba a responder Lucía gritó:
Eso no es verdad, mamá, dile que no es verdad, mamá dile lo que nos hicieron mamá, mamá dile que hay más gente ahí, mamá dile...
Pero Eva giró la cabeza hacia su hija, Lucía reconoció esos ojos:
-A ti no te ha preguntado nadie chiquilla de mierda, haz el favor de callarte por una vez en tu puta vida.
Eva se volvió al juez con una sonrisa. Este estaba pálido y los militares que lo rodeaban firmes con sus armas dispuestos a actuar. Eva respiró y dijo con voz irónica:
-Claro que es verdad, los golpes que llevo son de haberme caído en la celda.
El abogado interrumpió los murmullos.- Señor "juez” dado que mi representada ya ha sido interrogada por el tiempo estipulado a un civil y su hija es una menor de edad solicito su libertad inmediata-.
-Muy bien, muy bien. Respondió el juez.
Todo era ruido, le dijeron a mi mami que se pusiera de pie, que reconociera que la habían detenido legalmente, yo me puse como loca. Pero tu abuela me miró de una forma que me dejó congelada, creo que nunca llegaste a ver esa mirada. El abogado le había pasado un papel donde le decía que reconociera todo. Yo no entendía nada en ese momento, creía que me había traicionado, pero nos había salvado a las dos. Era la única forma de que nos soltaran.
Una mano tocó el hombro de Eva “ánimo camarada”. Lucía reconoció ese saludo, el saludo Demócrata Cristiano ¿El juez era DC?¿El abogado? ¿Quién las sacó?
-Pero- Continuó el juez con una leve sonrisa y aire trinfal- Dado que la “señora” ha dado muestras de descontrol sobre su hija, esta pasará al tribunal de “menores”.
-¡¿Qué?!¡¿Qué significa?!-
Los “camaradas" cogieron a Eva y la sacaron de la sala mientras Lucía la escuchaba dar gritos.
A Lucía se la llevaron, creyó que la volverían a meter en la furgoneta, que la fusilaran o que la volverían a torturar, al menos tenía el consuelo de que su madre estaba en libertad y que su hermana no acabaría huerfana y odiándola para siempre. Pero de pronto estaba en otra sala similar, solo que la mesa era presidida por una mujer.
También había público, pero era diferente, la miraban distinto y le llamó la atención un cura joven que parecía más inquieto que el resto. Cuando al fin la sentaron frente a la jueza, el mismo abogado la acompañó… entonces el cura se acercó disimuladamente y se sentó tras de ella para decirle “Me alegro que estés bien Quely, ¿Recuerdas lo que necesita la revolución?”
Gente Formada respondí en mi mente,era lo que Luis decía siempre “Los libros valen más que las armas” esa frase me trajo de nuevo al mundo, había pasado por tanto, torturas, aborto, un juicio falso, me habían separado de mi madre y de pronto alguien me dice que Luis está vivo y que hay esperanzas, hija, esa frase me dio la vida y me dio la respuesta a lo que vendría después…
-Sí, señora
-Muy bien, comencemos. Lucía, ¿verdad? Dijo la jueza mirando a la niña.
-Si. Respondió descortés Lucía.
-Sí, señora-. Corrigió la juez.- He tenido que "formarme" mucho para estar aquí, sabes-. Le dijo intentando enviarle un mensaje que Lucía no comprendió hasta años después entre las páginas de un periódico.
-Si, señora-. Respondió con desgana Lucía.
-Bien, soy la Matilde Urrutia y tenemos que hablar de ti y tu futuro Lucía. Voy a dejarte decidir. Quieres volver a tu casa y poder escapar con tus amigos o eres inteligente y prefieres ir a un colegio para estudiar y FORMARTE.
Lucía miró a su alrededor confusa, de pronto creyó reconocer alguna cara de algún campamento, pero no podía ser, quién se arriesgaría por ella ¿La jueza le estaba dando un mensaje una oportunidad? ¿Ese cura la había rescatado? ¿De verdad le había dicho Quely?
-Lucía, tengo más casos, qué quieres hacer…- Dijo con voz resignada la jueza.
Lucía se levantó llorosa, intentó erguirse como su madre, miró al cura, miró a la jueza y cerro los ojos pensando en su padre.
-Estudiar, señora, estudiar.!
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