Esta cinta se llevó dos premios Oscars de las cuatro categorías en las que estaba nominada y aunque ambos premios fueron técnicos (Mejor Montaje y Mejor Edición de Sonido), la verdad es que también es una muy buena película en los demás aspectos.

Ford vs. Ferrari, conocida en latinoamérica como Contra lo imposible (¿?) y en España como Le Mans '66, cuenta una historia americana hasta los huesos. La mayoría hemos visto esas películas en las que los norteamericanos son protagonistas de una lucha épica, improbable, casi imposible y con esfuerzo, maña y algo de suerte logran sobreponerse a los obstáculos y vencer a los rivales más difíciles. Cosas como vencer a Islandia en un mundial de Hockey, hazaña lograda por The Mighty Ducks, o derrotar a los italianos en un concurso de pizzas (esto no lo he visto en ninguna película pero va acorde a la idea) son una constante en esas producciones que buscan ensalzar el espíritu competitivo y exitoso de las barras y las estrellas. Casi siempre es así: un proyecto imposible que consigue la conjunción de un sueño y un soñador que lo ejecuta, con una estrepitosa derrota al inicio y un arduo trabajo que lo lleva a la cima en el segundo, tercer, o enésimo intento.

La historia se ambienta en la década de los años sesenta, cuando Ferrari dominaba las pistas de carreras y Ford estaba en una crisis de ventas sin precedentes en la historia de la compañía. El plan ideado por la plana mayor de la marca americana fue tan simple como descabellado: construir un auto de carreras. Competir a la par de los carroceros más reconocidos en el mundo de las carreras de autos le daría a Ford una gran popularidad y atraería a jóvenes compradores, ávidos de compartir ese éxito. Para lograrlo, contratan al ingeniero, diseñador, carrocero y - muy importante - ex corredor de autos de carrera Carroll Shelby (Matt Damon), sí, el mismo Shellby del Cobra y del Mustang Edición Especial, quien arrastra consigo al mejor piloto que conoció jamás, el británico Ken Miles (Christian Bale).

La dupla Shellby-Miles es dispar y complementaria. El primero es ingeniero, educado, relacionista público, es el hombre que va a la oficina, que hace la venta y es la cara del proyecto. El segundo es un inglés excéntrico que peleó en la Segunda Guerra Mundial y que sabe tanto de mecánica como de conducir automóviles, al punto que su oído resulta más agudo que cualquier escaneo computarizado para reconocer desperfectos en los vehículos. Juntos trabajan durante años en un auto de carreras, el primero de la marca Ford: el GT-40.

De alí en adelante, la película sigue la línea descrita previamente con un Matt Damon que no me convenció mucho (rara vez lo ha hecho) y un Bale fantástico. Los últimos papeles del otrora Caballero de la Noche me han gustado porque, además de ser actuaciones muy buenas, se ha arriesgado a hacer cosas distintas. Si vemos American Hustle, Fighter, The Big Short, la comedia negra Vice en donde interpreta a Dick Cheney y ahora su intervención en Ford vs. Ferrari, nos encontramos con un actor comprometido psicológica y físicamente con sus papeles y con su trabajo. A decir verdad, me pareció extraño (y hasta injusto) que no lo nominasen a premios importantes por su papel de Ken Miles.

No quiero revelar mucho más de la historia, de por sí ya bastante conocida por estar basada en hechos reales, pero sí destacar los aspectos técnicos. Además de las categorías en las que triunfó, la cinta cuenta con una muy buena fotografía y un buen guión. Quizás no sea una joya del cine o una película con escenas o decenas de frases memorables, pero cumple, digamos que aprueba el examen con una muy buena calificación. Si les gustó Rush de Ron Howard, o les gustan las carreras de autos, es evidente que ya vieron esta película. Pero aunque no sea así, aunque no amen la velocidad, aunque ni siquiera sepan conducir, Ford vs. Ferrari garantiza más de dos horas de emoción, entretenimiento y goce fílmico, por encima de la gran mayoría de opciones que pueden encontrar en las plataformas (Netflix, Amazon Prime) y hasta en las salas de cine hoy día. Enciendan motores, hagan palomitas de maíz (popcorn) y pisen el acelerador a fondo para disfrutar esta buena historia de otra conquista americana.