La muerte de un escritor ocasiona, entre múltiples variables, casi siempre dos principales consecuencias: la primera es la obvia interrupción de su proceso creativo; la segunda es la cacería de tesoros escondidos que pudiera haber dejado. Novelas y cuentos editados de forma póstuma hay muchos, sobre todo si el autor ha alcanzado algo de renombre en vida. Tal es el caso de Roberto Bolaño, quien tras saltar al foco literario internacional en 1998, falleció en 2003, dejando algunas novelas y relatos sin publicar. De entre las ficciones que se publicaron de manera póstuma, la primera fue la colección de relatos El gaucho insufrible.

La 1a Edición

Aunque se trata de una obra póstuma, no se trata de una obra incompleta o truncada por la muerte. Apenas un par de días antes de fallecer, Bolaño entregó a su editor Jorge Herralde (Editorial Anagrama) un disquete con el libro terminado, incluyendo el epígrafe y las dedicatorias, tal como fue publicado. Sin embargo, sí constituye una rareza dentro de la narrativa breve del autor porque incluye cinco cuentos y dos conferencias. El primer relato Jim, ya había aparecido en una columna del periódico chileno Las Últimas Noticias y fue recogido posteriormente también en Entre paréntesis, una especie de libro de memorias. Jim es un ex marine norteamericano, ahora pacífico, poeta y triste, casado con una poetisa chicana, inspirado en un personaje real que Bolaño conoció en México.

Roberto Bolaño

Le sigue el cuento que da nombre al libro, el mejor de la colección, y que narra la historia de Héctor Pereda, un padre bonaerense ejemplar, abogado honrado, que rechazó la política y abrazó su viudez. Tiene un hijo escritor y una hija que se casó y se fue a Rio de Janeiro. Cuando a finales de los noventa la economía argentina cae al abismo (corralito), Pereda se va al campo, a su estancia Álamo Negro en la Pampa, pensando en El Sur de Borges. Estando allí comienza a hablar y a actuar diferente y experimenta una transformación primitiva en un mundo que ha dejado de ser el de antes: los gauchos han vendido los caballos, andan a pie o en bicicleta; se trata de un lugar borrado del mapa y de la memoria del país. En El policía de las ratas, un agente de la ley se cambia de ropa y habla de su pueblo y de cómo se dedicó a “vagar por las alcantarillas”. Aunque el título ya lo anuncia, es un poco chocante descubrir que esa historia de túneles, asesinatos, costumbres, rondas y la resolución de un caso policíaco esté protagonizado por roedores, uno de los cuales sentencia “Nuestra historia es la multiplicidad de formas con que eludimos las trampas infinitas que se alzan a nuestro paso”. Evoca un poco a Quiroga, pero en general es un relato un tanto flojo.

Sus cuentos completos

El viaje de Álvaro Rousellot, relato de herencia borgiana, habla de un escritor argentino cuya obra (varios libros) es plagiada por un cineasta francés. A través de un amigo da con sus señas y lo sigue hasta un hotel en un pueblito de la costa Normanda, pero la reacción del francés no es la esperada. El final de este relato también es un tanto flojo. Dos cuentos cristianos son dos textos numerados (como Carnet de baile en Putas asesinas), el primero trata sobre un chico cuya tía le asegura ser descendiente de San Vicente, torturado por Daciano. Un día ve a un monje y descubre “esa respuesta que durante tanto tiempo había aguardado”. La segunda parte del relato es una especie de monólogo en la que el narrador cuenta que “En el manicomio comíamos mejor” y narra sus peripecias como mendigo de iglesias y de cómo un día descubrió, en un templo cristiano, a un niño desnudo atado a una cama (¿pederastia? ¿ritual? ¿brujería?) y huye de allí hacia un final que conecta de buena forma con la primera parte del relato.

En las dos conferencias finales, Literatura + enfermedad = enfermedad y Los mitos de Chtulhu, Bolaño habla de la literatura, de los libros y arremete contra la literatura actual, los lectores, los autores, las editoriales y esos escritores que buscan desesperadamente la respetabilidad. Cínico, mordaz, lúcido, franco, pesimista, derrotado, duro, Bolaño deja clara su postura con frases como estas:

Ejemplar de mi bilbioteca personal

“La literatura […] es éxito social, claro, es decir grandes tirajes, traducciones a más de treinta idiomas […] casa en Nueva York o Los Ángeles...”

“La perdurabilidad ha sido vencida por la velocidad de las imágenes vacías”

“En el folletón está la salvación del lector (y de paso, de la industria editorial)”

En tres de los relatos hay un elemento común: el canibalismo. La Pampa es descrita como una tierra salvaje, con conejos mordelones que saltan y hasta se comen entre ellos; el policía roedor resuelve el caso, pero mantiene oculta la identidad del asesino para no causar pánico: fue uno de los suyos. En el relato borgiano, el chileno escribe “Los parisinos son unos caníbales”. También están presentes la enfermedad, la muerte, el exilio, el suicidio y sobre todo la literatura.

Sus tres libros de cuentos

Si Putas asesinas representó un punto más bajo en la producción cuentística de Roberto Bolaño, El gaucho insufrible es el punto más bajo de esa escalera de tres peldaños. A mi parecer, la inminencia de su muerte le hizo reunir estas piezas que, confío, de haber tenido más tiempo no habría publicado, al menos no en esa forma y en ese conjunto tan heterogéneo. Si hay que reconocer sus aciertos, también hay que destacar sus equívocos y este libro es un libro regular. De regular a malo. Su único valor viene dado por la identidad de su autor y la calidad literaria de sus obras precedentes. Si no han leído a Bolaño, no comiencen por este libro que recomiendo sólo a los asiduos lectores del chileno que, ante su desaparición física, desean beber todo cuanto dejó escrito y que se leerían probablemente hasta su lista de compras del supermercado.