El placer de la conversación

Podríamos enumerar cantidades de eventos de la vida, que se tergiversan por distintas razones, uno de ellos es el arte de conversar. Las razones son muchas: algunos expertos culpan a la nueva tecnología en todas sus variantes, que han originado otra manera de establecer intercambios con nuevos elementos y le han quitado a la conversación su encanto.

También podríamos tomar en cuenta lo vertiginoso de los cambios que vivimos y el apuro constante que carga la gente con sus múltiples ocupaciones, lo que le impide hacer una pausa y brindarse ese regalo de una buena conversación.

En otros casos, una especie de ego exacerbado que lleva al individuo a despreciar al otro y considerar que no tiene nada importante qué aprender estableciendo contacto con los demás. Son personas solitarias que encuentran en ellos mismos su propia compañía.

Por muchísimo tiempo la única manera de obtener información de sucesos y hechos de la comunidad era a través del intercambio oral. El adelanto tecnológico creó nuevas fuentes de información, con el agregado de la veracidad en sus informaciones lo que lo hizo más confiable que la comunicación cara a cara. Sin embargo, esas preocupaciones propias del ser, las particularidades de cada uno, las dudas universales que llevan a alguien a querer leer o escribir de las mismas, muchas veces, consiguen acogida en una buena conversación.

Cuando las personas se acostumbran a intercambiar sus puntos de vista, en ambientes donde se respira respeto, tienen la posibilidad de crecer como seres humanos, de encontrarse a sí mismos y aprender. No se requiere ser un líder ni un orador, ni de intentar convencer a los demás de sus puntos de vista, ni generar puntos de discusión donde quiera que se encuentre. De lo que se trata es de aprender a disfrutar del intercambio propio de la condición humana, en climas de armonía y consideración, donde se siente a gusto y se obtiene bienestar que resulta además saludable.