Es algo bastante común que en la etapa de la adolescencia, muchos de nosotros hayamos experimentado la sensación de ser invisibles.

Nadie notaba la existencia del otro a menos que éste pasara a formar parte del grupo de los "populares"; entonces veíamos cómo algunos muchachos y muchachas copiaban modelos o estereotipos para de alguna manera sobresalir o llamar la atención, pero sin lograr alcanzar su propia identidad.

Sentirse invisible es parte de un conjunto de situaciones y actitudes dañinas que comienzan cuando la persona siente que su voz apenas se escucha, que las decisiones se toman sin conocer su opinión y que además sienten que la vida transcurre por el canal en sentido contrario de la autopista sin que nadie lo tome en cuenta, trayendo como consecuencia uno de los males modernos de nuestra sociedad: La Soledad.

Antes que nada debemos entender que si no aprendemos a expresar en voz alta aquello que sentimos o pensamos, poco a poco el mundo nos irá arropando y dejando en el olvido, y nos sentiremos relegados a un segundo plano hasta desaparecer. Y la única manera de lograrlo es descubriendo "QUIENES SOMOS"; y esto es sumamente importante porque determinará lo que hacemos y lo que no hacemos. Aquellas personas que no tienen clara su identidad, no son capaces de rechazar lo que no va con ellas y les cuesta mucho decir ” no “. El tener claro quienes somos nos ayuda a identificar donde terminan nuestros derechos y responsabilidades y donde empiezan las de los demás, nos protege de situaciones comprometidas y desagradables.

De ninguna manera!; pero como aveces se nos dificulta dar con esta definición, es mas fácil llegar a ella por descarte, es decir, conociendo "LO QUE NO SOMOS".

La máxima creación de Dios. Nuestra vida tiene un valor que está determinado por lo que Dios dice de nosotros, y no por lo que otros dicen; así que si te sientes invisible busca tu verdadera identidad, esa que sólo Dios nos da porque no depende de modas ni estereotipos, no depende ni siquiera de dogmas, depende del amor de Dios tu creador y mi creador. No olvides que Dios Te hizo para que fueras tú y que en ello radica la verdadera autoestima, lo que se manifiesta en tres hechos: