Stravaganza - Capítulo 28

in #stravaganza5 years ago

-Que dejes de manipular a las personas para salirte con la tuya, ¡eso es lo único que quiero! – Descendió del escritorio con la intención de marcharse, pero con una facilidad que la irritaba, Terry volvió a elevarla con la fuerza de sus brazos y la colocó de nueva cuenta sobre el escritorio, y tras acomodarle un mechón de pelo detrás de la oreja, le preguntó:

-¿Por qué estás tan enfadada, Pecas? Creí que te alegrarías de verme.

-¿Por qué debería de alegrarme? – Preguntó indignada. – Sería como fomentar esa terrible afición tuya por engatusar a todo el mundo.

-Oculté información primordial y dejé que algunas personas tuviesen una idea errónea de los hechos. Soy culpable, lo confieso. Pero todo lo hice por ti, mi cielo – tomó el rostro de Candy entre sus manos y ayudándose con la fuerza de sus rodillas, abrió paso en medio de sus piernas para que la distancia entre ambos desapareciera por completo – por estar contigo, a solas disfrutando de cada momento juntos. Dime que no te alegras ni siquiera un poco de que yo esté aquí – colocó su frente sobre la suya, pero Candy tenía el firme propósito de esquivar su mirada y volteó hacia su lado derecho fingiendo estar muy interesada en paisaje invernal de la ventana – dime que ésta oportunidad no te parece maravillosa, y te juro que me iré de inmediato al punto más lejano del planeta y no volverás a saber de mí hasta el siguiente año.

Ella guardó silencio.

-Ya veo.-Su voz reflejaba desesperanza y frustración.- Fui un completo idiota al creer que te gustaría ésta “sorpresa”, que pensarías en las infinitas posibilidades que teníamos para demostrar lo que sentimos, para amarnos…No importa – suspiró – en realidad nada de eso importa. Me marcho, puedes estar tranquila.

Dio media vuelta con obvias intenciones de marcharse de ese lugar tan pronto como fuera posible, pero Candy lo detuvo, presa del pánico ante el temor que le provocada tener que renunciar a dicha oportunidad. Él se detuvo a la expectativa. Dirigió su mirada a la mano que lo sostenía y después la miró directamente a los ojos

-¡Dímelo!

-Yo…

-Dímelo. O de otra forma me iré.

Pero decírselo no solo significaba otorgarle la razón, dejarlo que una vez más se saliese con la suya. Ésta ocasión era distinta, decirle que estaba feliz de que él hubiese tragisversado la situación era como aceptar que ella se alegraba por haber logrado engañar a Anthony, incluso, la convertía en su cómplice.

Pero era cierto, no podía ocultar la alegría que sentía su corazón, de tenerlo frente a ella, solo para ella.

-Me alegra que estés aquí Terry, y no quiero que te vayas.- Fue como haber encendido la mecha de una poderosa dinamita. Terry se lanzó en picada a besarle los labios, el cuello, el pelo. Volviendo a ingresar en aquel sendero oculto y prohibido que habitaba en medio de sus piernas, uniendo tanto su pelvis a la de ella como los límites de la física lo permitían. Candy se sentía desorientada, no creía ser capaz de resistir la fuerza que el cuerpo de Terry imprimía al recargarse sobre ella, ni de lograr oponerle resistencia por mucho tiempo más, en escasos segundos, terminaría derrumbándose sobre el escritorio, ¿era eso lo que él quería? ¿Cómo podía saberlo o por lo menos deducirlo? Si las manos de Terry recorriendo su espalda no le permitía concentrarse ni siquiera un instante. ¿Había subido la temperatura en la habitación en los últimos minutos? Imposible, no con la tormenta de nieve que azotaba los ventanales. Ese calor que iba en aumento provenía de él, de ella, de ambos al estar juntos. Calor, ¡fuego! Y algo más. Una especie de cosquilleo en el bajo vientre que amenazaba con expandirse por todo el cuerpo. Se sentía tan bien que la asustaba. ¿Podría algo que se sentía tan hermoso llegar a doler, a desarmar, a matar?

Tal vez debía dejar de resistirse y averiguarlo, eso le gritaba dentro de su cabeza una voz poco conocida. No, no era la voz de la conciencia, con su tono de reclamo y perpetuo espanto, esa voz había sido callada desde que Terry le diera el primer beso. Ésta voz era distinta, incitante. Parecía gritarle, “¿qué más da? Ya has llegado hasta aquí y todo ha salido de maravilla. Además, míralo, tócalo, aspíralo. Es una delicia a todos los sentidos. Y está aquí, para ti, para cumplir todo lo que tú le pidas”.

Empezaría por pedirle que fuera más despacio. Las caricias de Terry habían incrementado su velocidad al igual que subía su ritmo cardíaco. Solo un breve descanso para volver a poner los pies sobre la tierra, en un sentido metafórico y literal. Pero cada débil intento de parte de ella por separarse de él, era inmediatamente neutralizado por otro beso o una nueva caricia que volvía a desarmarla.

“No te resistas”, no estaba segura si era Terry hablándole al oído o esa extraña voz que provenía de su interior, sea quién fuera, le estaba ganando a su voluntad. Su espalda perdía fuerza, sus muslos se relajaban, su piel se fundía bajo las manos de Terry. Pero cuando las manos de él descendieron más allá de la espalda baja, todas las alarmas de encendieron.

-¿Qué haces? – Gritó en una mezcla de espanto e indignación después de aventarlo un par de metros lejos de sí.

  • Lo que llevo meses deseando hacer – intentó acercarse a ella pero de nueva cuenta lo rechazó.

-¡No está bien! Esa forma de besarme, de tocarme, ¡no está bien!

-En el sentido “estricto” de las normas morales y buenas costumbres, ninguna forma de tocarte, besarte, o siquiera mirarte, está bien. Pero te repito, es lo que deseo, Pecas. Y por tu lenguaje corporal me quedó bastante en claro que tú también lo deseas.

-¿Qué yo deseo ser tocada así? ¿De esa forma tan…INMORAL?

-Tú me deseas a mí, casi tanto como yo a ti. Solo que te asusta y es comprensible, pero si te dejarás llevar, mi cielo, descubrirás un mundo nuevo. Yo prometo guiarte, y cuidarte todo el tiempo.

-¡Ya deja de decir esas atrocidades! Yo…yo…yo ¡no! Mira Terry, me queda claro el tipo de mujeres a las que acostumbrabas “guiar”, pero yo no soy así. ¿No entiendo por qué te sientes en el derecho de decirme éstas cosas?

-¡Porque te amo!

-Si me amaras, me respetarías, como…

-¿Cómo Anthony? ¡Dilo! ¡Anthony no te respeta, Candy, Anthony te teme!

-¿Me teme? ¿Por qué debería temerme?

-¡Teme tu reacción! Anthony no se atreve a besarte porque sabe que lo rechazarías, porque cada uno de tus besos, me pertenecen a mí.

-Solo estás diciendo tonterías.

-¿No me crees? – Le giró el rostro obligándola a verlo directamente a los ojos - ¡Bésalo!

-¿Qué?

-Bésalo, te reto. Hazlo y dime si sientes lo mismo que cuando me besas a mí. ¡Yo también estoy contento de que estés aquí, Candy! – Gritó alto para hacerse oír por encima del ruido de los veloces pasos de Candy que hacían eco en el oscuro pasillo, cuando huyó de él, otra vez.

-¿Qué ocurre Candy? ¿Acaso no te ha gustado nuestra sorpresa?- Preguntó Annie al notar la poca emoción que Candy mostraba por él suntuoso banquete que ella y Patty habían logrado conseguir de la cocina del colegio.

-Terry está aquí – dijo Candy sin rodeos- te juro Annie que yo no sabía que él se quedaría aquí.

Patty comía muy despacio un brownie de chocolate, pero su silencio y que la declaración que ella acaba de hacer no le hubiese causado la menor duda, le hizo suponer a Candy que Annie la había puesto bien al tanto de aquella enredada situación.

-Creí que…

-Yo también creí que él se iría Annie, lo juro por Dios. Pero…

-¿Te alegra verlo? Es decir, resulta evidente que Terry se quedó en el colegio por ti, por estar contigo.

-Me gusta que esté aquí, pero sé que no es alegría lo que debería de sentir. Es solo que… ¿ahora creerás que soy una terrible persona, Patty? Porque últimamente me convenzo cada vez más de que sí lo soy.

-No seas tan dura contigo misma, Candy. Y perdón, pero fui yo la que le pedí a Annie, con bastante ahínco, que me informara de la situación únicamente porque la insistencia de Stear me tenía desconcertada.

-¿La insistencia de Stear? - ¿Qué tendría que ver Stear en todo esto?

-Sí, después de nuestra visita al zoológico. Trató de averiguar si yo conocía algo de la situación que Terry y tú vivían, yo no tenía ni la más remota idea de lo que me estaba hablando, pero él no paraba de preguntar.

-Archie estuvo igual – agregó Annie- solo que a mí me costó más trabajo que a Patty alegar total desconocimiento, al final no quedó muy convencido y se notaba un poco molesto.

-Estupendo, ahora ustedes tienen problemas con sus chicos por mi falta de… criterio.

-¿Qué piensas hacer, Candy? Quiero decir, el clima es demasiado frío para embarcarte ahora, no tienes otro lugar aquí en Londres a dónde ir y tú simplemente no puedes…

-Evitarme todo el tiempo, Pecas – Terry la había emboscado en la entrada del dormitorio de las chicas a primera hora del día. El número de religiosas que custodiaban los pasillos del colegio había disminuido considerablemente, prefiriendo pasar aquellas fechas en compañía de sus familias. Y las pocas que permanecían, ya sea por voluntad propia y por imposición, no presentaban el mismo alto estándar por el cumplimiento del deber que en temporada “normal”. Aunque la extrema vigilancia jamás había impedido que Terry deambulara con total impunidad a lo largo y ancho de aquel colegio, la poca presencia de autoridad en los pasillos del colegio la convertía en un blanco vulnerable- no desperdiciemos estos días discutiendo por nimiedades.

-¿Nimiedades? No minimices las cosas Terry.

-¿Entonces es mejor idea exagerarlas, cómo haces tú?

-¡Yo no estoy exagerando!

-Tus gritos me indican lo contrario. ¡Me deje llevar Pecas! Y tenía la esperanza de que tú hicieras lo mismo.

-Me ofendiste Terry, y lo peor, me asustaste.

-Te asusté…lo lamento, mi amor – tomó su mano y la apretó fuerte tratando de tranquilizar los temblores que la atacaban – es solo que, a veces, la tremenda sensualidad involuntaria que despides, me hace olvidar tu edad, y tu inocencia.

-¿Sensualidad? Ni siquiera sé qué significa eso.

-Por eso puse especial énfasis en la palabra “involuntaria”. No es nada que hagas a propósito, es solo, la forma en qué sonríes, como acomodas tu cabello, las pecas que se juntan en tu nariz cuando sonríes, y la forma distraída en que estiras tu brazo para alcanzar alguna rama particularmente alta que me permite tener una detallada cartografía de tu cuerpo. Cada uno de esos detalles, me hacen perder la cabeza.

Pero prometo que de ahora en adelante trataré de contenerme y limitaré ese tipo de demostraciones de afecto, tan efusivas, al mundo de los sueños. Ahí no puedo lastimar a nadie, ¿estás de acuerdo? – La jaló hasta sus brazos y la envolvió en un tierno abrazo – ni puedo asustarte.

-Mientras no se te ocurra contarme lo que sueñas.

  • A su debido momento lo haré – lo dijo sin poder evitar esbozar una burlona sonrisa mientras apretaba más el abrazo - . Solo quiero que siempre tengas algo muy presente, mi amor: jamás te haría daño. Pero lo más importante, lo que nunca debes olvidar, es que te amo, y te amaré toda la vida.

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