Estoy echado a perder || Relato de la vida real

Comencé muy temprano con las drogas, me junté con otros aburridos de la escuela. Era más interesante la vida dinámica de la calle. Cuando los mayores de mi casa intentaron enderezar mi camino, escapé. Sobrevivir se convirtió en una aventura. Recibí más palo en la calle que en mi casa, pero encontré buenos amigos. Juntos asaltábamos a transeúntes desprevenidos, tiendas de abarrotes, desvalijábamos los automóviles casi a la vista de todo el mundo.

Cualquier hora era buena, siempre dejaba ganancias. Perdí a muchos de mis amigos adictos a los alucinógenos, unos por sobredosis cuyos cuerpos lanzábamos al rio Guaire sin centavos para enterrarlos ni manera de avisar a sus familiares; otros abatidos estúpidamente por la policía al estar bajo sus efectos y no poder reaccionar con rapidez. Tomé consciencia de esto, así que decidí solo beneficiarme de su venta. Pronto mi clientela comenzó a crecer. Luego de un tiempo tenia un lugar bonito y cómodo donde vivir y un automóvil con el cual trasladarme.

Todo iba viento en popa hasta que me descuide y termine vendiéndole a un policía encubierto. Tras las rejas, descubrí que estaba en otro mundo, pero las reglas del juego se mantenían. Si tienes billete, eres alguien. Ya era malo, y allí obviamente no tenía sentido disimular, así que me gané el respeto tranzándome a muerte con unos cuantos.

Ingrese a las redes de distribución ya sea, de drogas, alimentos, objetos tecnológicos o armas. Cualquier cosa se comercia detrás de las rejas. El pago a los alcahuetes es alto. Pero hace la estancia más cómoda. Tengo una camita mullida y una almohada esponjosa. Una cafetera, Tres líneas de celulares prepago, un televisor pequeño, un dispositivo USB para internet, mi novia con Windows xp instalado y un nuevo negocio lucrativo.

Lo cierto es que el gobierno también ha tratado de humanizar las cárceles. Hay quienes realmente aprendieron la lección y trabajan por su reincorporación a la sociedad. Estudian, van a taller de teatro, literatura, peluquería, albañilería y cocina. Otros, encontraron al “señor” y cual misión recorren los espacios predicando. Incluso tenemos una agrupación musical, les digo que tocan bien los panitas.

¿Yo? Ya lo dije, estoy echado a perder. Y este país está lleno de gente presumida y vanidosa. Publican en sus redes sociales cada paso que dan. Me hacen la tarea fácil. También tengo mi perfil, en realidad tengo varios y un blog. A veces soy estudiante, otras ingeniero, músico, médico ¿qué tal? Mujer o hombre todo depende de la victima. Es fácil usurpar identidades en internet tanto como pescar incautos.

Soy organizado, llevo una lista con las direcciones y teléfonos de estos. Cuando necesito recargar el saldo de mi celular, simplemente les hago creer que tengo un familiar en mis manos. Me sé todos los datos, ya dije, los tomo de su propio perfil.

– ¿Fulanita tal?
–Sí, dígame.
–Tengo a su hija, la fui a buscar al Colegio Santa Martha. Su esposo no pasaría por ella, está de viaje y usted llegará un poco tarde porque da clases en la Universidad Yacambú y tiene junta de profesores.
–¡Ay, Dios mío! Por favor no le haga daño a mi muchachita.
–Tranquila, envíeme rápido el número de tarjeta de recargo de saldo Movilnet y la dejo libre.
– Sí, sí, ya se la envío. Pero no le haga daño a mi muchachita.

La gente no entiende cómo puedo saber detalles claves de su vida, ¿En serio tengo que repetir cómo?

Si necesito más dinero contacto a unos panas en libertad y trabajamos en conjunto en los secuestros exprés de automóviles.

Pero eso se acabó, eso fue hace diez años. Ahora en este país están jodidos los maestros, secretarias, ingenieros, enfermeras, contadores, etcétera. La gente sigue presumiendo por las redes sociales, cierto, pero ya sé que simplemente intentan disimular su ruina.

He tenido que reinventarme porque incluso, las extorsiones a los pocos comerciantes que se mantienen en pie, ya no es negocio. No puedo asfixiarlos con una alta suma de vacuna, porque si bajan la santa maría, me quedo sin cuota.

La escasez se volvió rentable. Dirijo una banda de piratas de carretera. Asalto camiones de alimentos y, en complicidad con unos “uniformados”, vendo la mercancía a los revendedores que son funcionarios de gobierno a los que llamo bachaqueros de alto nivel. Es dinero rápido y en efectivo. Esto último conveniente, porque no hay rastros que seguir en caso de una vaina. Aunque para ser sincero, aquí no hay santo para encenderle una vela, todos tienen rabo de paja, nombre y apellido. Pero siempre la cuerda rompe por lo más delgado. Hay que estar prevenido.

Con este “efectivo” compro oro y diamantes en la minas y, lo vendo al mejor postor.

Los chinos dicen que ven oportunidades en las crisis. Yo también. Siempre que haya pendejos votando porque se mantenga este desgobierno del siglo XXI, tendré oportunidades.