Billy y María Antonieta

in #story7 years ago

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¿Quiénes de nosotros no hemos caído en las tormentosas aguas del amor no correspondido? Supongo que muchos, incluso más de los que puedo imaginar. Todos sabemos lo desagradable que es tener un amor platónico sin poder hacer nada al respecto. Algunos podrán mencionar el “amor platónico” que se le puede tener a grandes estrellas del arte y espectáculo, pero no, esta vez, no hablo de ese “amor platónico”, y lo pongo entre comillas, puesto que para mí, eso no es amor, sino más bien un deseo muy desarrollado, un sentimiento de admiración que se reinventa tantas veces, que puede llegar (y lo hace en algunos casos) al punto de la fijación.
¿En esta ocasión, hablo de ese amor en secreto que sentimos hacia personas comunes y corrientes como nosotros, ese que se da sobre todo cuando somos todavía jóvenes. Ese amor que lucha por sobrevivir por sobre todas las cosas, ese mismo amor que nosotros muchas veces, por un miedo terrible al rechazo, callamos. Soñamos con esa persona, con sus cualidades, con sus defectos, la aceptamos tal cual es y magnificamos tanto nuestra fantasía hasta el punto de que, muchas veces, confundimos qué es la realidad y qué no lo es.

Esta es la historia de Billy y Maria Antonieta.

Billy. Billy. Billy. ¿Qué se puede decir de él? Tiene actualmente unos 5 años. Pero de muerto. Falleció a la edad de 64 años. Un viejo gruñón y huraño. Recalcitrante hasta la médula. En fin. Todo lo que desea un muchacho como padre. Con la pequeña, minúscula y casi imperceptible diferencia de que… Billy nunca tuvo hijos. ¿Quién diablos querría casarse con un anciano tan odioso y severo? Nadie lamentó su muerte en el pueblo. Ah sí, se me olvidaba. El pueblo… “El Rocío”… Pueblito muy pequeño, pero bastante alegre. Con sus parrandas los fines de semana, incluyendo las típicas de carnaval, navidad, Semana Santa y hasta Halloween. Ustedes se preguntaran, ¿Halloween?, pues sí… ¿Qué buen venezolano no se aferra a cualquier ocasión, por ridícula que sea, para montar un bochinche?

El hecho es que Billy no siempre fue así. Tan huraño y mal encarado. En su juventud solía ser muy alegre, bonachón y hasta fanfarrón en ciertas ocasiones, aunque Gracias A Dios, casi nunca. Corría con la grandiosa suerte de que era querido por sus vecinos en e pueblo, pues era huérfano de padre y madre, no tenía hermanos, y de paso, era tuerto del ojo derecho. Pero nada de eso parecía derrumbar su entereza. Su madre murió en el parto y su padre se suicidó años después por los múltiples problemas económicos.

La partera decidió tomar cuidado de él y lo crió. Así tuvo una decente madre aunque seguía sin tener padre, pero eso a Billy no le importaba. Todo el pueblo tenía que ver con él. Digamos que, era el pequeño consentido de El Rocío. A medida que fue creciendo, fue ganando puntos con las féminas. Cada vez se interesaba mucho más por ellas. Y a pesar de ser tuerto, no le causaba problema alguno conseguir de vez en cuando y cuando lo ameritaba, alguna noviecilla.

Todo esto hasta que cumplió 14 años y al pueblo llegó la chica que cambiaría para siempre la personalidad de Billy. Maria Antonieta. No muy alta, cabello liso castaño, ojos marrones oscuros. Labios carnosos. Piel morena clara, de esas que les llaman “café con leche”. Y por supuesto, un muy buen cuerpo para una niña de apenas 15 años. Curvas iban y venían. Obviamente, no sólo fue Billy quién se fijó en ella. Absolutamente todos los chicos y grandes del pueblo tenían que ver con la recién llegada niña.

Venían de otro pueblo en otro estado muy lejano. Parte de su familia la tenía en El Rocío (Los abuelos maternos y paternos). Y lo que parecía ser unas vacaciones, pronto se transformaron en toda una vida en el pueblo. En otras palabras, se quedó “para siempre”. Y si lo pongo entre comillas, es porque lo explicaré más adelante.

De inmediato Maria Antonieta se hizo muy popular, casi al mismo nivel de Billy. Empezó a tener amigas y amigos por doquier. Y por supuesto, no faltaban los típicos cuervos, perdón, “pretendientes”, que quisieran asegurarse alguna relación con ella. Pero para asombro de todos, fue el pequeño Billy quién pudo adentrarse en el corazón de Maria Antonieta primero.

La chica era tremendamente social, le encantaba cualquier idea que implicara alternar con personas. Muy amiguera, cómica, coqueta (¿qué chica de 15 años no lo es?), bien educada, etc. Todos la querían por igual. Sus padres eran también muy sociables y educados. Pero nuestro Billy, quedó prendado de tal manera de Maria Antonieta que le fue imposible zafarse de esa ilusión.

Pronto Billy y Maria se hicieron inseparables amigos. Caminaban de arriba abajo el pueblo contándose historias de parte y parte. Algunas veces iban solos, otras acompañados. Pero siempre juntos. Billy se hizo conocer antes los padres de María Antonieta y por supuesto, le tomaron confianza al pequeño.

El tiempo fue pasando y la ilusión fue creciendo. Billy y Maria ya estudiaban juntos en el único liceo del pueblo. Y ya habían pasado de ser buenos amigos a íntimos amigos, llegando al nivel de confidentes. Obviamente el pobre Billy no sabía qué hacer con lo que sentía desde hace tanto tiempo. Decidió guardarlo y no abrir la boca. No quería estropear su amistad.

Corrieron algunos años y Maria Antonieta era ya mayor de edad. Mientras que Billy, quién era un año menor que ella, acababa de cumplir los 17. Hacía tiempo que nuestro joven protagonista, no se fijaba en ninguna otra chica que no fuera Maria. Mientras que a María no se le había conocido novio en lo que llevaba de vida.

Un buen día, Billy no aguantó más y tomó a María de la mano y la llevó a un paraje solitario. Quería gritarle desde lo más profundo de su alma todo el amor que sentía él por ella. Desahogarse y liberarse del peso que venía cargando desde que la conoció. Billy le pidió que mientras él hablara, ella no lo interrumpiera. Billy habló, habló, y habló. Cuando por fin terminó, se dio cuenta que Maria tenía la vista fija en el piso y los ojos cargados de lágrimas.

María, discúlpeme, no fue mi intención ponerla así. –le dijo Billy. Pero si me permite preguntarle. ¿Por qué está así?

Ay, Billy, ¿cómo me viene usted a decir semejante vaina? Usted sabe que yo aprecio muchísimo nuestra amistad y no quiero arruinarla. –respondió María.

María, pero y ¿cómo carajos hacía?, yo siento esta vaina que me quema por dentro cada vez que la veo, y me consigo cada vez pensando en usted más seguido. –le espetó un muy apenado Billy.

Pero Billy, si nosotros somos amigos, yo a usted lo veo como a un amigo, como nada más. No se me venga a joder ahorita, mi pequeño Billy. –respondió María.

María, pero ¿por qué no?… ¿por qué no nos damos el chance a ver si funciona? –preguntó Billy.

Porque no va a funcionar, mi Billy, se perfectamente que no va a funcionar. Yo a usted lo quiero, lo adoro, pero como a un AMIGO, entiéndame Billy, AMIGO. No me venga a confundir las vainas porque no se lo voy a permitir. –le replicó María. María ya se estaba empezando a impacientar con Billy y ya no sabía cómo decirle nada sin herir tanto sus sentimientos.

María, yo le juro por lo más sagrado, por el mismísimo y justo Dios que está allá arriba y que ha de juzgarnos cuando estemos muertos, que yo no he sentido esto por más nadie. ¡Y mire que yo no juro en vano, eh! –le suplicó Billy.

Mire Billy, todo lo que me dice es muy bonito y le creo completamente, pero de verdad, olvídese de eso, por más que le cueste, yo no le puedo corresponder. Si usted dice que cada vez que me ve, le ocurre lo mismo, pues deje de verme por un tiempo y cuando se le haya pasado esa vaina, hágame el favor. –le contestó. Dicho esto, María comenzó a caminar hacia el pueblo sin esperar a Billy. Pero a medio camino, cuando llevaba unos 6 metros de distancia de Billy, se volteó y le dijo:

Billy, no se me vaya a poner bravito conmigo por lo que le dije, pero es que es verdad. De verdad espero que esto no afecte nuestra amistad. Búsqueme cuando se le haya pasado la calentura.

Se acercó, le dio un beso en la mejilla, y se devolvió y se fue.

Casi un mes pasó, hasta que Billy fue capaz de salir de su casa. Todavía lamentaba demasiado las palabras de María Antonieta. Fue a buscarla y le planteó la misma situación. María se molestó y le cerró la puerta en la cara. Y así, todos los días, a donde quiera que fuera Maria Antonieta, iba atrás Billy preguntándole “¿por qué?”.

María no se aguantó mucho más la situación y le dijo la verdad a Billy. Las consecuencias fueron más que catastróficas para Billy, quién después de esto, se fue convirtiendo en el anciano huraño y gruñón al que todos detestaban.

A ver, María Antonieta, ¿será que me puede decir por qué carajos no podemos estar juntos? Yo que le he sido tan bueno, que no le he hecho daño… ¿Por qué me hace esto? ¿Por qué? ¡¡¡¿Por quééééé?!!! –le preguntó un muy agitado Billy.

¡Porque no carajo!, porque usted no me gusta, porque somos amigos. –le espetó María Antonieta.

¡Tiene que haber otra razón!, ¿Es que hay otro, María? ¿Hay otro que le gusta, María? ¡Le ruego que me diga la verdad, María Antonieta! –replicó un ya nervioso Billy.

María no se controló y le soltó la mismísima verdad, de hecho, se la gritó: ¡¡¡PUES PORQUE A MI NO ME GUSTAN LOS HOMBRES, ME GUSTAN LAS MUJERES!!!

Billy casi se muere después de escuchar esto si no es porque la propia María lo calma. Él nunca se esperó esta respuesta. Esperaba escuchar que le gustaba Miguel, el de la esquina. O Carlos Rafael, el muchacho de la panadería. O hasta incluso, el hijo de los Machado, un patán que sólo atrae chicas porque es rico. Pero esto. No. Tenía que ser invento de ella. No lo podía creer.

María Antonieta le rogó que no le dijera a nadie de lo que le acababa de confesar. Porque nadie de su familia ni ningún individuo en el pueblo lo sabe. Sólo su novia. Al escuchar esto, Billy que no sentía que su cabeza la tuviera en su lugar, volteó con los ojos como platos. Tartamudeando y con los ojos llenos de lágrimas, como quien está en el lecho de muerte, le preguntó con muy baja voz:

-¿Quién es tu novia?

Jessica, la de la heladería. –le respondió muy tímidamente. A Billy, esto le causó horror. Jessica, la chica de 16 años que trabajaba en la heladería del pueblo. Era muy hermosa, pero ahora que se acordaba Billy, nadie le había conocido novio alguna vez. Billy se imaginó por un instante, las 2 chicas besándose y cual escena de terror, cerró los ojos tratando de apartar la imagen de sus ojos, y se desmayó.

Cuando Billy despertó, se hayaba en la medicatura del pueblo. Se encontró muy débil y con una pequeña mariposa conectada a su brazo derecho, transmitiéndole suero. Cuando recordó todo sobre Maria Antonieta, le suplicó al Señor no verla más nunca. Con la mala suerte, que en ese mismo instante, entró la enfermera para saber como seguía y detrás de ella, su madre (la partera, recordemos que su madre biológica murió al nacer Billy) y una cabizbaja María Antonieta.

De inmediato, le pidió a la enfermera que sacara a la chica, quién sin articular palabra salió del cuarto. Las 2 señoras le preguntaron qué pasaba, pues ambas que eran muy buenas amigas, sabían de la amistad tan fuerte de los 2 jóvenes. Billy no dijo nada más que no quería verla más. Les dijo que habían discutido más se negó a dar la razón.

Ahora era Maria Antonieta quién buscaba desesperadamente hablar con Billy. Pero éste no soltaba prenda. Billy ya se había alejado de todos y no le provocaba hablar con nadie. Sólo con su madre, a quién nunca contó la verdad sobre Maria Antonieta. Finalmente, 2 años después, una mañana María Antonieta siguió a Billy y, sabiendo que él la podía escuchar le gritó: “Esta tarde me voy… vengo a despedirme”…

-Mire niña, yo a usted la despedí hace mucho tiempo. Si se quiere ir, váyase. Yo ya no la necesito. Así que… ¡ADIOS!

Billy no pudo ocultar la lágrima que salió galopando de su ojo. Al contrario, dejó que corriera solitariamente y en silencio esa y muchas más. Pasaron las horas y estuvo tentado a despedirse de una mejor manera, y cuando por fin se levantó y fue a buscarla, ella ya se había ido. Jessica se había ido con ella. Y nadie sabía a donde se había ido. Ni siquiera sus abuelos. Lo que dejó preguntándose al pueblo, ¿por qué se habían ido las 2 juntas?

Pronto ya nadie se acordaba de la chica que llegó hace 5 años, y que fue el amor platónico de muchos. Todos la olvidaron salvo el pobre y huraño Billy, quien compró una casa en las afueras del pueblo donde se dedicó a criar gallinas, cerdos y vacas para sobrevivir.

A la edad de 45, Billy se hizo ver con el doctor del pueblo quien le diagnosticó una úlcera en el estómago. Le refirió a un doctor en la ciudad más cercana y le sugirió una dieta. Cosa que Billy, hizo caso omiso. Aguantaba los dolores como si una terapia fuera. Como un castigo. Por Maria Antonieta. La mujer a quien amó con todas sus fuerzas. La mujer que nunca le correspondió ni le correspondería.

1 semana antes de morir, como por cosas del Santísimo, Billy vendió todos los animales. Dejó justo lo necesario para sobrevivir esa semana, el resto lo donó a la iglesia. En efecto, el martes que vino luego, Billy murió. Su ulcera reventó y dio paso a una septicemia mortal que acabó con él en cuestión de horas. Su última lágrima la dedicó en silencio a su más imposible amor. Se la dedicó a ella. De quién más nunca supo. Esa fue su despedida.

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