Terror | Relato

in #steempress5 years ago (edited)
El terror de sus ojos era evidente. Temblorosa, asustada, y llorosa. La niña que yacía aferrada a las tablas de madera bajo la cama no tenía más remedio que rezar a los dioses por su salvación. Habían pasado alrededor de media hora y, si se concentraba lo suficiente, aún podía escuchar los gritos de su madre. Gritos de agonía, dolor y sufrimiento. Hasta que no quedó más, y su madre dejó de gritar, pero no para conseguir la calma que tanto anheló, sino porque su fuego de vida se había apagado para siempre. Nunca había presenciado una muerte, hasta que desde la alcoba vio como aquél hombre alzó el cuchillo y se lo enterró en la panza. Una y otra vez, una y otra vez.

Seguidamente, la niña corrió lejos del atacante, que se divertía en la sala con su padre. Le hacía preguntas, preguntas que la niña no entendía. Sim embargo, algunas palabras se le quedaron grabadas, como: ‘Te advertimos que debías pagar tus deudas’, o, ‘No puedes pedir dinero prestado y luego hacer como si no pasara nada’. Problemas, grandes problemas, asimiló la pequeña. Eran hombres rudos, con cicatrices y una vestimenta que los hacía pasar desapercibido. Ruidosos y silenciosos, en partes iguales.

Oyó un grito. Era la voz de su padre. Gritaba de dolor, le estaban haciendo daño. Como una sonata lenta, que se toma su tiempo para llegar a la mejor parte, los gritos avanzaban por toda la casa como una tormenta de invierno. Frío es lo que sentía la pequeña, lagrima es la que brotaban de sus ojos, como cataratas. Había tenido una vida considerablemente feliz. De la casa a la escuela, de la escuela al parque y del parque a su casa nuevamente. Una buena madre, un buen padre. No podría haber pedido algo mejor.

Hasta ahora.

Luego de un rato el exterior se calmó. La niña cerró los ojos lo más fuerte que pudo, intentando olvidar todo lo que ha pasado en las últimas dos horas. Pero no sucedería y lo sabía. El silencio de la agonía fue interrumpido por el sonido de los pasos. Lentos, desgarrando cada parte de tu ser. Un paso, dos pasos, tres pasos. Silbaban, aullaban, y hacían ver su presencia. Abrían las puertas de las habitaciones en busca de la presa. La niña se puso la mano en la boca para no hacer ruido e intentado ocultar su presencia.

Los hombres, por otro lado, sabían lo que hacían. Se tomaron su tiempo, entraron en la habitación, reían y luego hicieron como si ella no estaba ahí. Por un milisegundo la niña pensó que estaba a salvo, pero solo era un breve momento de fantasía. Los hombres la tomaron por las piernas, la jalaron y arrastraron hasta que quedó expuesta. Frente a frente, la muerte tenía el rostro más humano de lo que las historias de fantasía contaban. El más grande de ellos se acercó a su cara, tenía manchas de sangre, quizá de su madre, quizá de su padre. Tomó una sonrisa y se dirigió a ella:

-Una persona siempre tiene que pagar sus deudas, niña. Recuérdalo.

Y se retiraron. Se fueron.

El terror se había esfumado, pero las secuelas seguían presente. Lo único que tenía era su vida. Nada más.




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