Dos caras | Relato

Un rostro se asoma.

al espejo, un hombre se juega la vida. Un lado oscuro, apagado, sin reflejo. Otro lado cálido, luminoso, con sonrisa firme. Es difícil pensar que sea la misma persona. Dos caras de una misma moneda. De su bolsillo saca un arma, la posiciona frente a la sien del lado oscuro y amenaza con jalar el gatillo. Una voz se escucha de un lado, como si fuera un audífono. ‘Lo haré. Estoy acabado. No quiero seguir viviendo’. Si fuese capaz de describir la tonalidad, diría que se asemeja al llanto de un alma que no se aferra a nada.

El otro lado, luminoso, comienza a conjugar ideas y pensamientos que lo mantengan lucido. ‘Seré alguien importante’. ‘Conseguiré mis metas’. ‘Encontraré el amor’. Si fuese capaz de describir la tonalidad, diría que se asemeja al amanecer de un día caluroso, con un cielo azul y viento demoledor.

Dos entidades viviendo en una misma persona, la lucha interminable entre el bien y el mal, entre morir y seguir viviendo, entre la felicidad y la depresión total.

El joven respira, toma impulso, lo hará, la parte oscura es más fuerte que la otra. Hasta que se detiene. Un recuerdo a la mente. Un destello al fondo. Es el pasado. Se visualiza a sí mismo jugando de niño, en el parque, con sus compañeros de clase. La escena cambia al día que conoció a su ex-novia, en un café, entre todas las personas solo destacaba ella. Nueva escena. La boda de su hermana, el día que vio a su primogénita llorar de la alegría.

‘¿Es realmente necesario?’, dice el lado luminoso.

‘Silencio’, clama el lado oscuro.

‘Todavía podemos seguir adelante’, insiste el lado luminoso.

‘No quiero seguir’, afirma el lado oscuro.

El dedo vuelve a saborear el gatillo del arma, quizá sea el momento, quizá no. Había pasado por mucho. No tenía fuerzas de dar un paso. La depresión te consume poco a poco pero de manera certera, los puntos más débiles de la persona, dejando un vacío, un hueco, una herida, un precipicio.

El joven había caído en el precipicio, pero tenía un lado que quería seguir adelante. Luchar por lo que hay que luchar, amar a lo que hay que amar, aferrarse a lo que hay que aferrarse. Era el momento, el lado luminoso tenía que seguir bombardeando.

Más recuerdos. Su primer día de trabajo, un ambiente agradable, personas de admirar y un futuro prometedor. El primer beso, algo inigualable, solo puede describirlo quien lo ha sentido. Suave, intenso, pasional e íntimo. Una noche en parís, junto a la Torre Eiffel, majestuoso. Poco a poco, opacando los días oscuros, las heridas, los dolores, las caídas, la inmunda realidad.

Desistió. El joven baja el arma y la lanza al suelo. El lado luminoso ganó la batalla, más no la guerra, pero es un gran paso para salir de una caída libre hacia el otro lado. Podemos ser más fuertes. Podemos salir de esto. Lo haremos.