Concurso de cuentos #fotocuento: Semana 14 - La tercera sorpresa-

Cada vez que voy de regreso a mi pueblo, me saluda el que fue nuevo desarrollo con sus techos de pizarra, unos rojos y otros negros. Ambos contrastan con una vegetación verde intenso en invierno, parda en verano.

En esta oportunidad, como siempre, el intenso rojo desfiló para mis ojos desde que lo avisté hasta que se perdió corriendo hacia atrás. Iban a construir varias etapas, pero se quedó en una veintena de casas. Nunca las había visitado. Aunque en el pueblo, nadie se quedó sin echarle un ojito . Comentaban sus decoraciones, canchas, piscina. También algunas tiendas.

Los inicios de Los techos rojos coincidieron con mi abandono del nido, como pájaro adulto, alcé vuelo. Siendo el hijo mayor y único varón, la muerte de mi padre me obligó a regresos periódicos, en tutelaje de mi madre y dos hermanas. Jessika, mi pareja, comprensiva al principio, se rehusó a acompañarme esta vez, a pesar de sus celos enfermizos. 

Mi hermana Gloria me tenía doble sorpresa; novio nuevo -recién llegado a Los techos rojos  y al pueblo-  y una piscinada bajo esos techos. Sería algo diferente. Lucas nos iría a buscar en  su camioneta, así podría descansar de la rutina del manejo. Y llegó Lucas,  bastante mayor que mi hermana, pero agradable. Además era evidente que quería causarme una buena impresión. Demasiado amable, diría yo.

Lucas vivía solo, pero un amigo le llegó, como yo, el día anterior y estaba a cargo de la parrilla. Entre chistes y risas llegamos a su casa. Miraba a Gloria insistentemente. Pero, sentí que algo no estaba bien. No vi el fuego inicial de una relación, tal vez su edad... Ella sí, lucía enamoradita. 

Insistió para que nos quedásemos a dormir y compartir el desayuno, había espacio suficiente. El amigo, Enrique, quien  me proyectó energía negativa, se excusó para ausentarse. Cerca del mediodía, no había regresado. -Diligencia larga- rio Lucas.  

Salimos hacia la casa. Al llegar, la tercera y mayor sorpresa: Habían desaparecido los carros de Gloria, el de mi mamá y el mío ¡recién comprado! No quería pensar lo que estaba pensando. Los robos estaban a la orden del día, pero Enrique y su extraña salida ... Pusimos la denuncia. Nunca más volvimos a ver nuestras cosas, ni al amigo de Lucas ni a éste, pues debió viajar urgentemente a la capital, antes de que yo lo hiciera.