Gotas de sangre escurrían agonizantes por la rendija del armario de la pequeña Blue Marine Collins. En el piso de aquel viejo ropero se encontraba, junto a la niña, el cuerpo sin vida de Maco, el gato. Sólo el cuerpo, no la cabeza.

Maco era un feo y gordo gato que muy seguido atormentaba a la pequeña niña. Aquel fastidioso animalejo maullaba sin parar cada día, maullaba por comida, por su caja de arena e incluso a veces, casi nunca, por alguna caricia que su dueña pudiera brindarle. Su maullido no era el de un felino normal, siempre sonaba como si fuera mitad humano y mitad gato a punto de morir. El aspecto de Maco no era mucho mejor que su maullido; tenía una oreja y media, era ciego de un ojo y su pelaje no era para nada suave, su textura era semejante al roce de una lija incluso cuando en algunos lugares no tenía cabello.

Pero lo que ella más odiaba del gato es que Maco era el regalo que su padre le había dado al cumplir 6 años, justo el día después de ver a su madre llorando en el piso de la cocina, y no había nada que ella odiara más que verla llorar, lo único que odiaba más era a su padre, habían pasado 2 años de aquel día, pero aún lo odiaba. No era común ver a una niña de 8 años que tuviera tanto odio por algo, pero eso es algo que no debes olvidar. Blue, no es como las otras.

La pequeña y menuda niña estaba tan concentrada en el hilo que trataba de insertar en la aguja que no había notado el fétido olor que expedía el cuerpo del gato, parecía poseer una esencia basada en hierro oxidado y tripas de pescado que llegaba a tu nariz y se calaba en todo tu cuerpo. "Casi... un poco más" decía la niña mientras fallaba cada intento, hasta que, voilá, lo logró, así que con hilo en aguja y aguja en mano, emprendió su misión.

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Tomó al viejo oso Teddy que aún tenía desde hace años, con sus pequeños y delgados dedos agarró la tijera y cortó a Teddy por el cuello regando de algodón por todos lados, algodón y sangre. Entonces tomó la cabeza del gato, le secó la sangre con el algodón. Tenía la cara que sólo un cirujano podría poseer y colocó la cabeza del gato sobre el cuerpo de Teddy.

Blue había escondido a Teddy, hace 3 semanas, en el jardín, cada día rotaba de lugar a su oso, pero siempre lo mantenía en el jardín. Dijo a su madre que lo había perdido. Al día siguiente tuvo 9 Osos más, uno más grande que otro.

Una puntada... Dos puntadas...
-Cuidado... Tranquila... -decía la pequeña en voz baja tratando de no pinchar sus dedos, aún era un poco torpe.
Tres puntadas... Siete puntadas... Doce... Diecinueve...

Sentía la sangre escurrir por sus dedos pero no sentía asco, no arrugaba su nariz, al contrario, lo disfrutaba, se notaba en su cara, la tensión bajaba un poco y la dopamina ya se extendía por su cuerpo, le gustaba la fría sangre bajando por su piel, el olor, el acto, la venganza. Sonreía, la niña sonreía.

Las puntadas del cuello habían terminado, pero quería más. Tardó un poco menos que la primera vez que insertó el hilo, quizás por suerte, quizás porque aprendió rápido. Unió la mandíbula del gato, que aún yacía entreabierta, y emprendió la cosida, uno... dos... tres... y así prosiguió, poco a poco y con cuidado.

A Blue le habían contado que existía un Dios y un Diablo, Dios era un ser lleno de bondad según la gente decía, el Diablo, por otra parte, era un ser oscuro del que nadie le contaba mucho, sólo decían que si te portabas mal te irías con él. Ella pensaba que alguien lleno de bondad y amor para el mundo era imposible que existiera, le parecía poco real, sin embargo, alguien que al parecer castigaba a los que se portaban mal era un poco más creíble, así que según Blue allí es donde se encontraría Maco, junto al más grande demonio. Es por eso que Blue cosió su hocico, no quería que el molesto gato fastidiara al Diablo e hiciera que él pensara mal de ella por enviarle a un gato que no paraba de maullar. Al terminar, se detuvo a admirar su creación, se fijó en el reloj, aún quedaba una hora para que llegaran su "mamita" y el Sr Collins -Blue odiaba decirle "papá" así que cuando era sumamente necesario solo se dignaba a decir un pequeño "padre"- Tenía tiempo suficiente para armar la escena.

 

Con desdicha limpió la sangre y el algodón, tuvo que obligarse a no jugar con el desastre que allí se hallaba. Limpió perfectamente, tal y como veía que su madre hacía con los productos de limpieza, incluso encendió la lavadora y metió su ropa y un poco más de ropa sucia para no levantar sospechas, a Maco lo destinó a una caja de cartón que metió en la Basura de su vecino del frente, según el horario, el camión de la basura pasaría en 20 minutos. Al estar todo listo salió al jardín, cogió una piedra y rompió la gran ventana que se hallaba en la oficina de su padre. Volvió a entrar a casa, buscó unos guantes y quitó varios pedazos más de vidrio para crear una escena en la que alguna persona había entrado a la oficina del Sr Collins, los tiró al piso junto a los otros trozos y se dirigió al escritorio, donde dejó al oso con cara de gato aun sangrando, junto a una nota, por supuesto, impresa.

Nuevamente miró el reloj, aún había tiempo, sacó la ropa de la lavadora y la metió a la secadora, pronto estuvo lista así que la guardó en su cuarto. Fue al baño a asearse y se puso la misma ropa con la que su madre la había visto. Había borrado toda evidencia. No había sucedido nada.

Faltaba aún un paso muy importante. Caminó a la sala, descolgó el teléfono y llamó a su mamá.

-¿Querida?
Blue, por cierto, era muy buena actuando, cambiando de personalidad, manipulando. Así que apenas escuchó la voz de la Sra. Collins rompió en llanto.
-¿Qué sucede? -Blue seguía sin hablar, lloraba como solo una niña de 8 años sabe hacer.
-Vamos, háblame... -rogó su madre.
-Estoy asustada... ruido, algo sonó, como vidrio rompiéndose, y escuché pasos, vengan por favor, mamá... ayúdame - Y para agregar más drama, colgó en ese momento.

¿Qué madre se negaría a esas simples pero agonizantes palabras?.

-Lou, a casa, rápido, sube al carro.

Al llegar a casa, Eleonor Collins corrió directo a la habitación de su pequeña, Louis, su esposo, venía tras ella.
Blue se encontraba escondida bajo la lencería de su cama, temblando y llorando. Hacían preguntas "¿Qué sucedió?, ¿Dónde?, ¿Quién fue?" pero la niña no respondió ninguna de las incógnitas. Su padre caminaba de un lado de la casa a otro con su esposa y Blue por detrás, no veía nada extraño, hasta que entró a su oficina y vio aquella horrible escena, el putrefacto olor fundía las paredes y el ambiente de inmediato se tensó como una banda elástica a punto de estallar.

La Sra. Collins de inmediato volteó y dió la espalda a todo mientras que Blue abrazaba sus piernas. Louis Collins miraba todo como buscando algún indicio pero no hallaba nada, por lo que él veía, alguien habría roto la ventana y entró a su oficina dejando un objeto mitad peluche y mitad gato.

Y fue entonces allí cuando lo vio, en los ojos de Blue, algo inexplicable, ferviente, cortante, ardiente.
Todos dicen que Dios vive en el cielo y el Diablo en el infierno, pero fue entonces cuando el Sr Collins se preguntaba si el Diablo en realidad no vivía dentro de su propia hija.