INCERTIDUMBRE Y EXPERIENCIA RELIGIOSA EN DIARIO MERIDEÑO DE ARMANDO ROJAS GUARDIA

in #steempress6 years ago (edited)

Saludos, amigos lectores de Steemit. Hace unas semanas publiqué un primer trabajo sobre la obra literaria del escritor venezolano Armando Rojas Guardia (Caracas, 1949). Ahora les presento un segundo texto; esta vez acerca de un libro de ensayo y fragmentos reflexivos: Diario merideño. Tiene un cierto grado de complejidad, pero nada difícil de seguir. Gracias, de antemano, por su tiempo y atención.


Armando Rojas Guardia (uso de foto autorizado por el autor) Fuente
 

En la literatura venezolana del recién finalizado siglo XX destacan pocos nombres que hayan construido su obra teniendo como eje el conflicto entre escritura, pensamiento y espiritualidad; ese debate interior que exterioriza la interrogación de la propia creación frente a los problemas de la vida, que explora en la dimensión ontológica a través de un pensar emocional y lúcido, y en el cual se busca “hacer alma”, como expresa la escritora María Fernanda Palacios. En tales autores poema y ensayo se constituyen en las vías por excelencia de tan acendrado impulso. Así aparecen ante nuestra lectura las obras de escritores como Juan Liscano, Rafael Cadenas y Armando Rojas Guardia.

Armando Rojas Guardia, autor en el que se centra mi atención, nos ha ofrecido hasta ahora una obra poética y ensayística que trasunta una experiencia existencial profunda. Sus libros de poemas –Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985), Hacia la noche viva (1989), La nada vigilante (1994), El esplendor y la espera (2000), Patria y otros poemas (2008)- convocan a la palabra del cuerpo desgarrado por el deseo, de la conciencia en pugna contra la infatuación del yo, del vivir entrañable del misterio de lo real, de la pasión ardiente de lo sagrado. Sus ensayos, verdaderos ejemplos de la tradición de este género, funden existencia y lenguaje poético, rigor y sensibilidad, en una reflexión, desde la cultura y la conciencia individual, que es expresión carnal y sosegada de una experiencia espiritual y de un saber del mundo.

Uno de los nudos de la meditación activa, no contemplativa, tal como la define Juan Liscano (RG,1985, p. 11), de Armando Rojas Guardia es la incertidumbre. Efectivamente, la reflexión sobre esta ocupa un lugar central en su pensamiento ensayístico. Se puede advertir e identificar su presencia en sus libros El Dios de la Intemperie (1985), El Calidoscopio de Hermes (1989) y, especialmente, en Diario merideño (1991). En este el autor incluye un ensayo titulado “Qohelet y la moral provisional (El principio de incertidumbre)”, en el que, a partir del tratamiento del libro del Eclesiastés -o Qohelet- de la Biblia judeo-cristiana, Rojas Guardia condensa su reflexión sobre este capital asunto, que para él no es un mero tópico especulativo, sino, por encima de todo, perspectiva ontológica y asunción vital. Casi toda la meditación, fragmentaria e inconclusa, del Diario merideño discurre en torno a este principio.



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En diálogo con diversas fuentes antiguas o modernas, sean estas filosóficas, religiosas, científicas o literarias (el taoísmo, Blake, Nietzsche, Einstein, Jung, Unamuno, Heinsenberg, etc), la reflexión sobre la incertidumbre tiene en Rojas Guardia un sustrato crítico, y por ello, legítimamente moderno (aun lo llamado “postmoderno” es, en este sentido, moderno). Declara su impugnación al hipercriticismo autosuficiente de la modernidad, que inficiona a la conciencia, “volviéndola narcisísticamente sobre sí misma, obligándola a penetrar en el dédalo del autoexamen, del desmontaje ideológico, superyoico, filológico” (RG, 1991, p.12). Contra la preponderancia de esta “autofagia monstruosa” (ídem.) -como él la designa- se alza el principio de incertidumbre.

El reconocimiento crítico de ese desmedido interés hacia la lucidez racionalista que, como una pulsión incontrolable, permea el espíritu moderno, va acompañado de la comprobación de una realidad casi soterrada: la seducción activa de la “irradiación del poder” (p. 13), en el sentido más foucaultiano del término poder: somos presa de la axiología dominante que vehicula, entre sus valores y actitudes, el afán del éxito, la prepotencia de la seguridad, la soberanía de la verdad, el primado del orden. Se trata, en lo fundamental, de un “titanismo moral”, de una actitud prometeica caracterizada por la desmesura y el triunfalismo, tan brillantemente tratada por el psiquiatra Rafael López-Pedraza en su libro Ansiedad cultural, donde podemos leer: “Demandamos triunfo y la demanda de triunfo es imperiosa, y tanto que se debe triunfar cueste lo que cueste” (1987, p. 81). En rebeldía contra esa moral, ya en su libro El Dios de la intemperie, Rojas Guardia afirmaba: “En una sociedad montada sobre la indiscriminada aspiración al éxito, sólo el fracaso preserva la lucidez existencial” (1985, p. 58).

En la concepción de Rojas Guardia, la incertidumbre es vista como “clima de la interioridad humana” (p. 46); sin embargo, ante ella se levanta nuestro temor y rechazo cotidianos. Al respecto nos dice:

Preferimos aferrarnos, sin más, a una ley abstracta, a una mecánica repetitiva de hábitos, al aura vaga que desprenden ciertas palabras consagradas, a un afecto que empobrecemos por manosearlo sin cesar, al rol que desempeñamos frente a los otros, a la imagen o idea que tenemos de nosotros mismos, a una circunscrita, hogareña postura ante la realidad… (p. 27)
Frente a esta disposición, la incertidumbre se configura como un talante o estado mental que abre atmósferas existenciales, en las que la vinculación con la realidad se constituye sobre un eje valorativo paradójico, alejado de todo determinismo. “Entrar en la incertidumbre -sostiene- significa penetrar, quizás de bruces, en el corazón de lo real” (p. 31). En tal sentido, la incertidumbre supone cambios en nuestra conciencia relacionante con el mundo, es decir, modos cognoscitivos diferentes de lo real.


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El autor señala al riesgo como primer aporte. Rojas Guardia utiliza imágenes de raigambre nietzscheana para simbolizarlo: la cuerda floja, el filo de la navaja. Las seguridades y convicciones se desmoronan por la experiencia del vacío; el vértigo nos libera de ellas por el movimiento y el desasimiento. Un segundo rasgo derivado de la incertidumbre es la ambigüedad. Ella hace que la visión de lo real se redimensione y relativice: “Toda inmóvil perspectiva unidimensional, al penetrar en la lógica vacía de la incertidumbre, se transforma -se mueve- aproximándose a su contraria, imbricándose con ella en un calidoscopio policéntrico” (p. 30). Finalmente, otros dos elementos aportados por la incertidumbre serían el humor o la ironía, y la responsabilidad. La “pacífica ironía”, el “humor desapegado” surgen del carácter lúdico que la libertad y la movilidad de lo ambiguo otorgan a la percepción del mundo; la imprevisibilidad y oblicuidad aligeran, desendurecen, permiten jugar y danzar, según las imágenes nietzscheanas. Pero este talante lejos está de lo irresponsable, pues no pierde de vista su respuesta, su reto ante lo real.

Para Rojas Guardia la incertidumbre guarda una estrechísima relación con la experiencia religiosa, entendido lo religioso en su sentido más profundo y antiguo, en el de restituir el vínculo primordial con lo sagrado o lo divino. O lo que sería lo mismo: con la realidad, pues, como sostiene Rafael Cadenas, lo real es lo sagrado, el misterio: “Para mí todo es sagrado porque todo pertenece al misterio” (Cadenas,1995, p. 45). De lo que se trataría, entonces, es de restablecer la relación primigenia, sacral, eso que el avasallante proceso de secularización nos hace mirar con pudor.

Esta vinculación religiosa, que en Rojas Guardia es fundamentalmente judeo-cristiana, sienta las bases desde las cuales se piensa y valora la incertidumbre. Por ello aparece reconocida a través de la fe y la oración.

Entrar en oración significa penetrar, a menudo de bruces, en la incertidumbre. Orar equivale a dejar de lado, voluntariamente, esa inextricable mezcla de pensamiento discursivo e imaginación que caracteriza a nuestra dinámica mental. […] Lo que allí nos es dado experimentar empieza por metamorfosear toda seguridad y todo piso cognitivo en suspensión incierta. Tal es la oración: la incertidumbre como método. Sólo a partir de esa evaporación de las certezas, la cual desata los nudos de nuestras opiniones más queridas, se abre, en el asombro, una insólita libertad. (p. 14)
La oración, momento privilegiado por el cual se vivencia la incertidumbre, es práctica de la fe, concebida por Rojas Guardia como apuesta, como aventura, como riesgo del ser. Cimenta este concepto en la actitud desprendida y confiada de Abraham, que escucha y sigue la solicitud de Dios sin poseer ninguna certeza. Se trata por ello de “una experiencia radical de la inseguridad arriesgada” (íidem.). Apoyado en la Carta a los Hebreos de San Pablo, afianzará este carácter abismal de la fe, pues ella supone “estar convencidos de lo que no se ve, pender de lo inasible, certificar lo incierto” (p. 45). Al igual que para Abraham y Pablo, la fe abriga la incertidumbre, y es, por lo tanto, errancia, viaje en medio de la “ignorancia radical”, en palabras de Rafael Cadenas, donde lo importante, lo que otorga el sentido no es el arribar al destino, sino la experiencia misma del viaje, el tránsito, como diría Borges. Por ello la sugestiva síntesis de su proposición: “Viaje paradigmático: la fe” (p. 46). Bajo la luz del referente bíblico, se figura a la incertidumbre -y a la fe-, como experiencia del desierto (topos clásico donde el ser humano se despoja de lo accesorio y accidental para descubrir el ultimun de la existencia, precisa Rojas Guardia -1985, p. 46-), nomadismo existencial, emigración interior.


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Para Rojas Guardia la aproximación a Dios -el Dios de la intemperie- constituye el ejercicio mismo de esa emigración interior, de ese viaje lleno de riesgos y preguntas, sólo sostenido por la fe. Por eso generalmente se vive como “provisional experiencia de pérdida o evaporación del sentido”. Lo intangible del ser de Dios se experimenta al modo de un goce ambiguo y suspendido, en el asombro que supone el testimonio de lo incierto, la anulación de las seguridades. Surge, entonces, en la reflexión de Rojas Guardia, la obligada referencia a la “noche oscura del espíritu” de San Juan de la Cruz, en la que la experiencia de Dios toca los límites del ser, inmersión espiritual y corporal en el sin-sentido. Aprehensión extrema de la incertidumbre, el vacío colma al ser, la nada se hace presencia a-sentida. En la visión de la filósofa María Zambrano (1973, p. 187) esta experiencia se amplía a la dimensión de lo humano: “Quien pretende ser absolutamente acaba sintiéndose nada dentro de una resistencia sin fronteras. Es lo sagrado que reaparece en su máxima resistencia. Lo sagrado con todos sus caracteres: hermético, ambiguo, activo, incoercible”. Aquí vale que volvamos a Cadenas, quien a propósito de su reflexión sobre San Juan de la Cruz, apunta: “El vacío que se hace en el alma desnuda lo ocupa una presencia desconocida. O tal vez el vacío sea esa presencia” (1995, p. 15).

La experimentación del vacío representa el momento más abismal de la incertidumbre, el hito de la travesía en el que rozamos la muerte, como acota Rojas Guardia (ibid, p. 49). Es el vértigo de lo insondable, la disipación de todo saber, la destrucción que permitirá el resurgimiento, pues, con palabras de María Zambrano, “la nada hace nacer” (ibid, p. 181). Reconocer la radicalidad de tal experiencia le ha hecho afirmar a Rojas Guardia: “la incertidumbre auténtica es siempre mística” (p. 46).

Con esta referencia a lo místico retornamos al nervio de la experiencia de la incertidumbre, por el cual existe y se reafirma como clima de la interioridad: el misterio. A ello remite lo místico, no por casualidad es su palabra derivada. Salvador Pániker nos sitúa claramente: “Lo místico es lo real, inexpresable simbólicamente (…) es el mero acto de estar aquí, ahora, completo en sí mismo, deshecho ese perpetuo tic de ir a buscar la realidad en otra parte” (citado en Cadenas, 1995, p. 24). La incertidumbre es, pues, el riesgo frente al asombro de la existencia, el gozo del enigma de la realidad.

Referencias

Cadenas, Rafael (1983). Anotaciones. Fundarte. Caracas.
Cadenas, Rafael (1995). Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística. Fondo Editorial “Orlando Araujo”. Caracas.
López-Pedraza, Rafael (1987). Ansiedad cultural. Psicología Arquetipal. Caracas.
Rojas Guardia, Armando (1985). El Dios de la Intemperie. Mandorla. Caracas.
Rojas Guardia, Armando (1989). El Calidoscopio de Hermes. Alfadil / Trópicos. Caracas.
Rojas Guardia, Armando (1991). Diario merideño. Ediciones Revista Solar. Mérida.
Zambrano, María (1973). El hombre y lo divino. FCE. México.


Saludos cordiales.

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Nunca es tarde cuando la dicha es buena, dicen por ahí. ¡Excelente trabajo, @josemalavem! Como siempre impecable. Un fuerte abrazo.

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