Hoy ha sido un día lleno de silencio. Eso puede ser más literal que metafórico; decidí tomarme el día entero sin decir una palabra (y aunque se me escapó algún silbido sin querer), en esencia, lo he llevado bastante bien. Decidí desconectar de las redes, advirtiendo a quienes con quien convivía que ninguna palabra iba a salir de mi boca hasta el amanecer siguiente. A partir de las 8 am, empezó mi travesía (y al momento de redactar estas palabras, continúa)

Al inicio se tornó un poco molesto, principalmente las primeras dos horas debido a que tengo una fascinación por cantar. Escucho música y canto la canción, escucho nada y me invento la canción, escucho una canción y le invento la letra, y así sucesivamente, pero cantar cantar y cantar. Luego, decidí limpiar un poco los espacios en los que convivo como lo es mi habitación, y mi mente se enfocó sólo en esa tarea, olvidando la restricción del habla. De algún modo, pasó a ser una actividad más en mi vida, y a partir de ese momento, se volvió mi meditación.

Últimamente pienso que todas las cosas en mi vida son una bendición, incluyendo el habla, y con el tiempo he restringido la mayor cantidad de palabras posibles para sólo usar las que traigan alegría y prosperidad a mis días; sin embargo, muchas palabras salen constantemente, y una gran cantidad sin siquiera ser pensadas previamente, como un impulso más que como necesidad de expresión. Transitamos por la vida entre quejas y quejas, entre palabras vacías y bajo muy poco silencio. El ruido que no hacían mis palabras se fue hasta mi mente, pero luego de ello, terminó escapando, y ahora vivo en un completo silencio, un silencio que me permite escuchar cosas que no suelo escuchar. Me permite ver un poco mejor los gestos de las personas al hablarme, distinguir su timbre de voz, observar la mirada en sus palabras, y distinguir un poco la honestidad de las mismas. El silencio de mi boca fue absoluto y a partir de allí, muchas cosas empezaron a armonizarse.

Despejarme de las redes fue algo opcional pero que decidí hacer. Hay muchos motivos tras de ello, pero uno de ellos fue mantener la mente enfocada. Fue un día de meditación, de lectura, más meditación, más lectura, y el hacer de actividades que la mente ansiosa no acostumbra a realizar, o lo hace parecer más extenso de lo que realmente es.

La verdad, tenía pensado publicar alguno de mis poemas escritos últimamente (esta semana la he descrito como una semana literaria), pero aprovechando la calma que nace en mi interior ahora mismo, y ese silencio que sigue hablando por mí, quise hacer esto, con la esperanza de que alguien sienta un poco de la paz que nace en mí en estas horas de reflexión.

Así que no hay mucho más que decir. Sea por medio del callar de las palabras, de la mente, o incluso con música de fondo y entre la cotidianidad de los días, sugiero, espero, y deseo, que cualquier persona, al menos por unos instantes, logre encontrar su silencio.