Sobre la Vejez y la Sabiduría

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Desde que el hombre es hombre se ha relacionado la edad con la sabiduría. Las sociedades se han organizado en base a la unidad básica de la familia, luego el clan o la tribu, la ciudad, la raza y por último, la nación. En base a esta organización, era lógico otorgarle una figura de autoridad a las personas mayores pues el aprendizaje estaba directamente relacionado con la experiencia, se asumía que a mayor tiempo de vida, mayor conocimiento adquirido y por lo tanto, una mayor capacidad de aplicarlo en la realidad.

El ser humano nacía y crecía en un ambiente hostil, aprendía de sus mayores y el entorno, fundaba una familia, la protegía y por último, se convertía en el consejero y guardián encargado de trasmitir los conocimientos.

Pero con el avance de la civilización, el conocimiento acumulado por la humanidad se incrementó exponencialmente y su acceso masificado; el invento de Guttenberg primero, la tecnología, la ciencia, los medios de comunicación masivos y el gran boom del Internet en épocas mucho más recientes garantizaron el acceso al conocimiento, rompiendo la antigua relación entre tiempo de vida y conocimientos adquiridos.

Sin embargo, heredamos de nuestros ancestros la figura atávica del anciano sabio, figura que nos impulsa a otorgar a los viejos una cualidad que hace tiempo no está exclusivamente ligada a la experiencia, dándole a sus opiniones y razones un valor que no necesariamente poseen.

Ahora bien, es indudable que la experiencia otorga a la persona una mayor capacidad para juzgar situaciones y actuar en consecuencia. La experiencia es importante, pero me temo que sobreestimamos su valor a la hora de tomar decisiones.

Pero volvamos al tema principal de este artículo, la sabiduría. El diccionario de la Real Academia Española la define así:

Sabiduría
De sabidor e -ía.
1. f. Grado más alto del conocimiento.
2. f. Conducta prudente en la vida o en los negocios.
3. f. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.
4. f. noticia (‖ conocimiento).

Cómo habrán notado, en ninguna de sus acepciones se relaciona a la sabiduría directamente con la edad pues es una relación que asumimos como cierta pero que no existe en la realidad. La edad hace tiempo que no es garantía de nada y es un hecho obvio una vez se observa el comportamiento de muchos ancianos de una manera objetiva.

La sabiduría entonces va mucho más allá del tiempo vivido, depende de la cultura adquirida en el tiempo, los conocimientos, la formación, los valores y en última instancia, la experiencia. Los ancianos, son el producto de su manera de entender y vivir la vida. Quien no se preocupó en cultivarse en su juventud jamás será un anciano sabio, quien nunca pensó por sí mismo no va a aprender a hacerlo después de viejo porque “Loro viejo no aprende a hablar”.

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“Si no plantamos el árbol de la sabiduría cuando jóvenes, no podrá prestarnos su sombra en la vejez".
Conde de Chesterfield (1694-1773) Político y escritor inglés.

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No es mi intención hacer un sesudo análisis basado en mil referencias, simplemente expongo una realidad que a veces pasa bajo la mesa, frecuentemente le damos un valor exagerado a la opinión de las personas mayores cuando no disponen del bagaje cultural y los conocimientos necesarios para que tengan razón; asumimos que una cabeza calva o adornada por innumerables canas guardan tesoros cuando desgraciadamente, muchas veces están vacías o en pleno deterioro.

Por último, independientemente de la edad y la sabiduría, todas las personas merecen respeto como individuos, pero es decisión de cada quien ponderar el valor de sus opiniones en base a la razón y no a la edad del emisor, pues en caso de hacerlo se estará confiando en una voz que muy posiblemente sepa menos del tema que uno mismo.