Camino a la perdición

Paseando por los montes de la incomprensión me siento, efectivamente, muy solo frente a estos brezales espinosos que es necesario atravesar. Es posible que al otro lado aguarden verdes y frescas praderas, pero ¿a qué precio?

Me planteo, muchas veces, si merece verdaderamente la pena. Pero luego medito sobre la alternativa, y las cosas tampoco son muy halagüeñas. Tarde o temprano la coraza se quebrará; poco a poco se irá debilitando hasta que no sea nada más que una capa tan miserable que se caerá ella sola al suelo. Y entonces estaré indefenso. Dependeré totalmente de mí mismo, de todo lo que haya sido capaz de aprender para combatir.

Esta es la maldita realidad, y esto es lo que debo aceptar con la mayor tranquilidad posible. De nada sirve desesperarse; lo que hay que hacer es prepararse para ese momento. Va a llegar tarde o temprano, inexorablemente. Esperemos que más bien tarde, y que me haya dado tiempo de afilar mi espada y a preparar mis golpes. Si entreno bien, si aprendo a moverme con el viento, a ser flexible como un junco frente a la adversidad, creo que podré enfrentarme a cualquier cosa.

Y, entonces, atravesaré montes pelados, quebradas y brezales salvajes sin ningún temor.

Javier G. Alcaraván (@iaberius)